Tapachula, Chis., Quieren hacer todo derechito, pero no los dejan.
Pedro muestra en su teléfono celular la aplicación CBP One, donde ha registrado ya su rostro (datos biométricos, le llaman), introduce su nombre y su contraseña. De nada sirve. La app de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) le dice que para seguir el trámite tiene que estar en el centro o el norte de México.
En el teléfono aparece un cuadrito de esos a los que nos tienen acostumbrados nuestros dispositivos digitales y que nos provocan un corajillo momentáneo: archivo no encontrado, error 504, lo que el lector quiera. En el caso de Pedro, natural de Maturín, Venezuela, el mensaje es un asunto de vida o muerte.
Ha tenido el viaje lleno de peligros, como todos los demás, los cientos que le acompañan aquí, en esta, una de las diez filas de Tapachula.
“Nosotros estamos haciendo ya el registro, algunos individuales, otros en grupos familiares como en mi caso, y la aplicación solamente nos permite usarla en el centro de México o hacia el norte. O sea que tenemos que estar en el DF (CDMX) para poder hacer la solicitud”.
La página oficial del gobierno de Estados Unidos lo dice con toda claridad: “Los no ciudadanos ubicados en el centro o el norte de México que buscan llegar a Estados Unidos pueden usar la aplicación…” (www.cbp.gov).
Por eso Pedro y sus amigos, que ya hicieron una suerte de prerregistro, se forman en las largas filas para obtener lo que el gobierno de México anunció oficialmente cancelado, aquí y en cualquier otra parte de la República: un permiso de tránsito.
El gobierno mexicano cierra la posibilidad de permisos y con ello dificulta la llegada de los migrantes elegibles –llevan mano cuatro nacionalidades– y EU recibirá menos solicitantes de asilo, algo muy conveniente en tiempos de retórica electoral.
Una novedad de la política estadunidense –lo dijo en estas páginas, en enero, el experto de expertos en migración Jorge Durand– fue la apertura de la vía legal para ciudadanos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Haití. Pero ¿existe en realidad esa puerta si no puedes usarla a menos que llegues al centro o el norte de México?
Si se recorre Tapachula, de norte a sur o de este a oeste, uno se topa con migrantes cada minuto: unos que ya están instalados, aunque sea provisionalmente, venden agua en las esquinas o comida en los parques (que cargan en carretillas).
Calle arriba o abajo, en las oficinas de siempre o las de emergencia, en los retenes a las afueras de la ciudad hay algo en común: filas y más filas. Mujeres, hombres, niños hacen largas hileras por horas, y a veces días, con la esperanza de obtener un permiso, una visa, un papel que puede tener muchos nombres, según el estatus del migrante, pero que no significa más que la posibilidad de ir de un lado a otro con algo de tranquilidad, sin el miedo de ser aprehendido.
Como desde la semana pasada no hay papeles, no al menos los más solicitados (los permisos de tránsito por México) hoy es día de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).
Hoy “sólo” tuvieron formadas a mil 400 personas, pues se habían preparado para una afluencia mayor, según Daladier Anzueto, representante del organismo en esta frontera.
La Comar tiene dos sedes para atender a los migrantes en Tapachula y muchos problemas derivados de la necesidad y una confusión.
A mediados de febrero pasado, Andrés Ramírez, titular de la Comar, dijo que la crisis migratoria se ha traducido en abusos que pueden poner en jaque al sistema de refugio.
El asunto es sencillo: entre los migrantes se corre la voz de que solicitar refugio en México puede ayudarles a continuar su viaje a Estados Unidos, lo cual supone mentir sobre un punto esencial, pues alguien que solicita refugio –retornar a su país lo pondría en grave riesgo– debe tener la decisión de quedarse en el país.
Muchos de los formados hoy en las oficinas no lo tienen claro. Otros tienen dudas más específicas: por ejemplo, cubanos y venezolanos se preguntan si solicitar refugio en México afectará sus posibilidades de obtenerlo en EU.
Un funcionario de la Comar asegura que incluso hay cubanos que han suplicado que México les niegue el refugio, porque consideran que eso aumenta sus posibilidades ante el juez de inmigración de EU.
El tema no es menor porque, por la crisis migratoria actual, México ocupa el tercer sitio en solicitantes de refugio a escala mundial sólo detrás de Estados Unidos y Alemania.
En el retén de la carretera costera, en las primeras horas de la mañana, hay tres veces más migrantes que ayer. Algunos están aquí desde el viernes, cuando cerró la oficina especial del Instituto Nacional de Migración (INM).
El sondeo informal permite identificar que, por número, dominan los venezolanos seguidos de los africanos de distintos países. Y de ahí, surtido rico, aunque escasean los centroamericanos.
Quieren hacer las cosas bien. Un hombre espigado se acerca a los agentes de la Guardia Nacional, portando entre sus dos manos unos 15 pasaportes de Senegal.
Los agentes del INM ya no se acercan a esa línea. Están detrás de una camioneta, llenando papeles. Trajeron ya un ventilador gigante, un refrigerador para sus bebidas y una computadora. Este punto se llama Viva México y aquí se dieron, en la prepandemia, algunos de los choques entre los antimotines mexicanos y las caravanas migrantes.
Hoy no hay cuerpo a cuerpo. Grupos de migrantes se acercan, preguntan, se alejan, tantean. Se dan cuenta de que si cruzan nadie los detiene.
El senegalés sigue con sus pasaportes en las manos, como quien hace un cuenco para proteger una frágil pajarilla, e insiste en que alguien le reciba los documentos. Los guardias nacionales hacen lo que pueden: señas que indican que “no hay nada”. Repiten hasta el cansancio, una y otra vez, a diferentes grupos: “Tomorrow, tomorrow”. Bajita la voz, uno dice: “Pero tomorrow tampoco habrá nada”.
En la medida que se dan cuenta de que no habrá permisos, y de que pueden pasar sin problemas, dos tercios de los migrantes retoman el camino al norte, bajo su propio riesgo y sin permiso alguno. Los coyotes se frotan las manos.