No comments. Como siempre cínico, aunque ligeramente menos insolente, así contestó el rubicundo ex presidente Donald Trump a quienes intentaron interrogarlo sobre el fallo que en su contra recién había emitido un jurado compuesto por tres mujeres y el doble de hombres (este dato es digno de consideración). El agravio sexual del que fue acusado sucedió en una tienda departamental (Liverpool, El Palacio o si la urgencia era mucha, ¿pues en el Oxxo o el 7-Eleven de la esquina?). Pese a muchos años y sin denuncia en su debido momento, se condenó al violador al pago de 5 millones de dólares, pero asómbrese usted: la pena no fue en razón de una violación sexual que, según el jurado, no pudo acreditar plenamente la ex periodista Elizabeth Jean Carroll, acusadora personal y directa. Ella denunció el ataque del que había sido víctima en un libro de su autoría en 2019, y resulta que el delito se habría cometido unos 20 años antes, en la década de los noventa. En realidad, la sentencia en contra del futuro candidato republicano para 2024 (si Luzbel vence al Altísimo), fue solamente por difamación, pues a la publicación de Carroll el aguerrido Donald la calificó de “completa estafa y total falsedad.” No puedo dejar de pensar que, si el jurado hubiera considerado que la violación denunciada sí se hubiera efectuado, la pena pecuniaria aplicada al actor habría convertido a esta relación sexual en uno de los coitos más altamente cotizados el mundo, salvo los de algunos honorables matrimonios religiosamente celebrados después, por supuesto, de que los patrimonios familiares de ambos cónyuges hubieran sido plenamente certificados. Pero estos enredos más crematísticos que eróticos o sentimentales no son lo que verdaderamente nos interesa mostrar. Asombrémonos, ¿cómo puede ser posible que en siglo del ChatGPT y el futuro de la inteligencia artificial aún existan individuos como Donald Trump? Pero no sólo que existan, sino que sean además parte de los humanos (?) más poderosos y decididores de la vida de la especie. Trump es detentador de un patrimonio tan inconmensurable que le ha permitido influenciar a millones de sus conciudadanos y volverlos adeptos a una causa ideológica y política de la que son y serán víctimas naturales. El que un individuo como Trump haya llegado a conseguir ser el presidente del país más rico, poderoso y atrabiliario debe provocarnos temor, angustia y desazón, pero el recordar que en 2016 compartieron, apoyaron, militaron, acompañaron a éste 74 millones de personas en la defensa de las más inaceptables deformaciones anímicas, conceptuales, religiosas aún vigentes en nuestros días, como son la inhumana desigualdad social, la discriminación, por la pigmentación de la piel, el idioma, la religión, la filiación política o la asunción de género por voluntad personal e inatacable, eso sí debe espantarnos y obligarnos a permanecer alertas de que no se produzca en nosotros una pronoia, es decir, una paranoia a la visconversa: considerar que el mundo está permanentemente preocupado por el interés y beneficio de uno mismo, sospechar que las personas que nos rodean pugnan por nuestro éxito y felicidad. Para hacer ver que esto no es así, transcribamos un testimonio de Roberta Kaplan, que fue la abogada de Jean Elizabeth Carroll, y quien logró una videoentrevista con Trump, misma que fue presentada ante el jurado que lo semicondenó. En ella se registra una declaración que demuestra una vez más la insania mental que lo caracteriza. Increíble, pero allí Trump sostiene que los famosos tienen licencia para agredir sexualmente a las mujeres. Estos actos son históricamente ciertos durante el último millón de años. ¿Y usted se considera una estrella?, pregunta la abogada. “Se puede decir que sí”, contesta inmutable, el entonces candidato. In God we trust.
La próxima semana: dedican las mujeres el doble del tiempo que los hombres a tareas de cuidado. / Violencia vicaria se exacerba cuando hombres son influyentes. / Las mujeres migrantes sufren descalificación laboral. / En el mundo, son asesinadas 137 mujeres todos los días.
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