María Negroni (Rosario, Argentina, 1951) usó la literatura para desbordar su dura y conflictiva relación materna en las páginas de su novela El corazón del daño, al mismo tiempo que hace una reconstrucción filosófica sobre el acto de la escritura. “Mi madre fue la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida”, declara desde el principio del texto publicado por Random House.
En conversación con este diario, advierte que más que una función terapéutica, el libro nace cuando una obsesión cobra forma, “o lo que intenté poner fuera de mí es un dispositivo para que salieran los fantasmas”.
A mitad del camino entre poesía, ensayo y novela autobiográfica, en un género difícil de clasificar, la escritora argentina exalta la función del lenguaje, pues una de sus intenciones es producir un efecto de asombro, desconcierto y belleza. En la visión personal, el propósito es crear un objeto estético que emocione a quien tiene las páginas ante sí. “Yo soy lectora antes de ser escritora. Hay libros que leo y me permiten acceder a emociones, sensaciones, ideas, que yo normalmente en la vida de todos los días no accedo. Eso es lo que llamo una obra de arte”, asegura.
La obsesión que encontró forma con ésta, su tercera novela, es una especie de despedida a la propia obsesión; también es de duelo, reconoce, porque lo escribió después de la muerte de su madre. “Es una cosa de tremendo amor y de conflicto enorme”.
En la contraportada se lanza el anzuelo al describir que se trata de un “ajuste de cuentas con una madre desesperada y desesperante; desmontaje de una vida que va de la simbiosis al enfrentamiento”.
Negroni advierte: “En cualquier relación de padres e hijos siempre hay conflicto, no existe relación sin conflicto”, manifiesta durante la entrevista al ser cuestionada sobre la romantización de la figura materna. “Lo que pasa es que la gente siempre oculta, disimula, porque no queda bien, no forma parte de lo que debería ser un mundo perfecto. Yo creo que la literatura no puede escribirse con la simulación, porque fallaría como libro; lo único que puede lograr (no sé si este libro logra algo) es la franqueza, que sea genuino”.
La literatura, una linterna mágica
Autora de otras dos novelas, una veintena de poemarios e igual número de ensayos, en este reciente título va relatando su vida personal, la infancia, la salida del hogar y la búsqueda de la vocación ante las palabras, que también sació en la traducción, por la que fue reconocida con el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI. Entre el relato la escritora intercaló pensamientos y frases de autores de la literatura universal, como Marcel Proust, Virginia Woolf, Charles Baudelaire o Juan Gelman, entre otros.
De manera directa, la autora se dirige, en algún lugar de la inconsistente existencia, al inicio del libro: “Mas probable es que la vida y la literatura, siendo ambas insuficientes, alumbren a veces –como una linterna mágica– la textura y el espesor de las cosas, la asombrada complejidad que somos. Es lo que busqué, Madre”.
En su ideario de los atributos de la literatura, “lo que interesa a la escritura es básicamente moverse de ese lugar para iluminar las áreas que son difíciles de comprender”, porque llega un momento entre los que se habitúan al arte en solitud de la literatura, en que tienden a volverse adictos a la escritura indócil, la que acentúa su rareza, como pregona la autora sudamericana.
“No sé si logré morder lo que buscaba. No sé, lo que es peor, si era imperioso iluminar cada rincón del miedo”, asume Negroni.