El “gran tesoro” que donó al pueblo de México el pintor, grabador y muralista Vlady en 2004, un año antes de morir, todavía no es parte del acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), como fue deseo expreso del artista. Incluso, algunas de estas obras se rematan en sitios en Internet. La incertidumbre rodea el resguardo y la seguridad de ese valioso legado, mientras continúa un litigio que se ha prolongado por años.
Xerxes, pintura monumental de 7.3 por 5.5 metros, donde simbolizó la arrogancia y la estupidez del poder, es una pieza emblemática. La colorida y profunda pintura cargada de simbolismos, que debería estar en poder de la nación, apareció en abril de 2022 en oferta en el sitio web de la Galería Punto Azul por un millón de dólares. Sin embargo, hasta hace unos días, fue estelar en la gran retrospectiva para recordar a una de las figuras de la Ruptura en el Colegio de San Ildefonso.
El propio Vlady, antes de su muerte, donó 4 mil 600 obras en beneficio del pueblo de México, país en el que habitó por 60 años y que adoptó como suyo. Tenía entonces 83 años de edad y el claro deseo de dejar su legado a los mexicanos a través del entonces Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
El artista encabezó una ceremonia en mayo de 2004 para donar sus obras y el acervo personal que conservaba en su casa en Cuernavaca. “Estamos hechos de sublimidades y de cobardías. Tenemos 4 mil 600 cosas. ¿Qué hacemos con ellas? En última instancia las hubiera mandado a la academia de Rusia, pero no les corresponde. Tienen que estar aquí, donde las inventé. Aquí hay que enseñar a hacer buena pintura. Entonces, creo que pueden bailar su show todavía aquí”, expresó Vlady en el acto público en la Biblioteca Lerdo de Tejada, que sobre sus muros luce sin duda una de sus obras más conocidas y ambiciosas, un mural de 2 mil metros cuadrados.
Después de suscribir el convenio, como consignaron las notas de prensa, en una primera etapa entregó 500 trabajos, entre dibujos, acuarelas, mixtas, tintas y litografías, aguadas, aguafuertes, carbones y temples. El resto del inventario quedó pendiente y con la promesa de una gran retrospectiva en 2006. Pero el artista no alcanzó a ver esa exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes, pues murió un año antes.
El Inbal informó a La Jornada que después del fallecimiento de Vlady, el 21 de julio de 2005, el acervo donado al instituto por el artista y su esposa, Isabel Díaz Fabela, permaneció en resguardo y custodia de la viuda del artista, de acuerdo con los términos de una de las cláusulas del contrato de donación celebrado en 2003 entre las partes.
En ese documento se estipuló que los donantes reservaron para sí “el usufructo vitalicio, el pleno goce y disfrute de las obras”; en consecuencia, la plena propiedad se consolidaría a favor del INBA hasta el momento del fallecimiento de los donantes, “la cual será transmitida automáticamente cuando se cumpla esta condición”.
Heredero se negó a entregar el acervo
Sin embargo, después de la muerte de Isabel Díaz el 1º de julio 2010, su sobrino y heredero Carlos Díaz se negó a entregar el acervo, como se estipulaba legalmente, por lo que se presentó una denuncia ante la entonces Procuraduría General de la República, “la cual se encuentra en proceso de investigación”.
Ante el cierre de la exposición Vlady: Revolución y disidencia, en el Colegio de San Ildefonso el 30 de abril, Claudio Albertani, uno de los tres curadores, manifestó su preocupación por la seguridad de las 52 obras que prestó Díaz y el destino que tendrían, pues no hay adonde devolverlas.
Esa muestra fue la exhibición más importante y completa sobre el pintor y muralista ruso-mexicano, integrada por 300 obras, que recibió a cerca de 20 mil visitantes. Albertani, fundador del Centro Vlady, declaró: “Lo que habría que hacer es que Bellas Artes, a través de un mecanismo jurídico, ordene al Colegio de San Ildefonso que no devuelva la obra porque está en peligro”. Esa es la primera acción que propuso y luego “tomar cartas en el asunto para recuperar todo lo demás”.
En entrevista, relató que la clave es que Carlos Díaz ya no tiene la casa en Cuernavaca que fue de Vlady y no hay dónde devolver la obra que prestó a San Ildefonso. Desde enero de 2022, cuando había que trasladar la obra, Díaz dejó de contestar las llamadas de Albertani, con quien tuvo una excelente relación por 20 años, “hasta que empezó a tener todo este torbellino de problemas económicos” y ahora “está malbaratando la obra”. Este diario intentó contactar a los apoderados legales de Díaz, los hermanos Poletti, quienes poseen una tienda de libros y antigüedades en Cuernavaca, pero no respondieron a la petición de entrevista.
Albertani destacó el caso del cuadro Tatik, un retrato del obispo Samuel Ruiz, que está extraviado. Todavía en 2000 se exhibió en la Casa Lamm con la presencia del sacerdote. “Es la última obra importante de Vlady, que también resume varias de sus inquietudes, con la técnica al temple y óleo que estuvo trabajando durante décadas”. En 2018 se prestó para una exposición, lo devolvieron a Carlos Díaz y poco después desapareció.
Fernando Gálvez, director del Centro Vlady, recordó que siendo director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, al hospedar una importante exposición de grabados, el artista le manifestó su deseo de entregar sus piezas al INBA, incluso fue tema de conversación con Francisco Toledo. Ahí, en 2003, el creador de origen ruso empezó el proceso para cumplir su deseo, pues les regaló un conjunto casi completo de cada una de las estampas hechas a lo largo de su vida.
El curador y escritor comentó que, después de la muerte de Vlady, se hizo un trabajo de catalogación de la obra, del que tiene copia el Centro Vlady. “El INBA asignaba la numeración COA, ahora se llama Sistema General de Registro de Obra Artística (Sigroa), con su cédula y su ficha técnica; una vez que eso queda, ya son parte del acervo del Inbal y, por lo tanto, patrimonio de la nación”. Con ayuda de este registro se hizo el trabajo de investigación y curaduría para la reciente retrospectiva en San Ildefonso.
“Antes de la exposición empezaron a aparecer obras importantes de Vlady en subasta, como Xerxes, un cuadro monumental que tiene el número de catalogación 4314. De repente lo localizamos en Internet y lo tenía a la venta una página ‘X’, como quien vende calcetines, pero de un millón de dólares.”
Vladímir Víktorovich Kibálchich Rusakov, conocido como Vlady, desembarcó en México en 1941, muy joven y junto con su padre, el notable escritor y socialista ruso Víctor Serge. Ambos huían de la persecución de Stalin. Vladímir nació en San Petesburgo el 15 de junio de 1920 en plena convulsión por la guerra civil. La revolución fue el signo que atravesó su biografía y creación, caracterizada por la crítica al poder y la simpatía por las luchas sociales, además de una incansa