Washington. “Los estadunidenses, y sobre todo las estadunidenses, irán a votar en las próximas elecciones con dos cosas en mente: las armas y el aborto”, asegura Shannon Watts, la más famosa militante contra la violencia por armas de fuego en Estados Unidos.
De paso por Washington, acostumbrada a viajar con falsa identidad debido al odio que despierta en una franja ultrarradical del país, recibe a los periodistas de la Afp en su cuarto de hotel. Dispone de 45 minutos, entre un vivo en Instagram y un desayuno con Hillary Clinton y otras mujeres poderosas.
No hay vacilación en la voz de esta madre de cinco hijos, de 52 años, famosa por sus nervios de acero. La incesante repetición de asesinatos y tiroteos no la desmoraliza. Inmersa en este combate desde hace más de 10 años, incluso asegura que su bando “está ganando”.
El sábado, un hombre armado con un rifle de asalto asesinó a ocho personas, incluidos niños, en un centro comercial cerca de Dallas. “No nos volvimos insensibles. Estamos traumados”, tuiteó la activista.
“Estados Unidos quiere poner fin a la violencia por armas de fuego”, defiende. Los republicanos, grandes defensores del derecho a portar armas, también están “preocupados por sus niños en la escuela”.
Este “miedo” la impulsó a fundar la asociación Moms Demand Action (Las madres exigen acción). El 14 de diciembre de 2012, un hombre abrió fuego en la escuela primaria de Sandy Hook (Newtown, Connecticut), y asesinó a 26 personas, entre ellas 20 niños de 6 y 7 años.
Esa noche, Watts se acostó “destrozada y bañada en lágrimas”. Pero también “llena de rabia”, con la convicción de que debía “hacer algo”.
Al día siguiente comenzó a buscar asociaciones, pero todas eran dirigidas por hombres, cuando ella soñaba con “un ejército de mujeres que no le tengan miedo a nada”.
Así que creó la suya, y de ser un pequeño grupo de Facebook, Moms Demand Action pasó a ser una poderosa organización activa en 50 estados del país y con 10 millones de simpatizantes. Su desarrollo recibió enorme apoyo financiero del multimillonario Michael Bloomberg.
Las camisetas rojas de sus miembros se han vuelto una presencia familiar en las manifestaciones o afuera de los capitolios, donde numerosos legisladores han podido comprobar su influencia en las urnas.
Maestra en el manejo de las redes sociales, Watts reivindica 500 éxitos legislativos locales y nacionales, la mayoría de las veces para mitigar la influencia del principal lobby de armas: la National Rifle Association.
Con una Suprema Corte conservadora, también ha sufrido reveses judiciales que pueden alimentar una sensación de fatalismo: los dramas relacionados con las armas, incluso los más trágicos, ya no provocan grandes manifestaciones en Estados Unidos.
Pero, de todas maneras, para ella ninguna marcha será suficiente para “cambiar las leyes”. Es necesario “el trabajo duro, sin glamur, del activismo de base”, insiste.
Por eso, Watts apuesta a futuras acciones federales ambiciosas, por ahora abocadas al fracaso mientras los republicanos controlen la Cámara de Representantes.
Habría que, afirma Watts, imponer a nivel nacional la verificación de antecedentes judiciales y siquiátricos de los compradores de armas.
O “prohibir los fusiles de asalto”, asociados a las matanzas que mantienen en duelo a Estados Unidos. Una idea defendida por el presidente demócrata, Joe Biden, que nuevamente exhortó antier al Congreso a prohibir las armas, al denunciar “un acto insensato de violencia” en Texas.
Hay, sin embargo, una medida que Moms Demand Action no respalda: la prohibición total de las armas individuales.
“Existe toda una serie de razones por las que puedes necesitar un arma”, dice Watts. Su padre poseía una, al igual que numerosos militantes de su organización.
Recuerda que otros países, como Israel o Suecia, tienen “muchas armas, pero poca violencia por armas de fuego. Ambas cosas no son incompatibles”.
Tras dirigir durante 10 años Moms Demand Action, cederá las riendas a una nueva directora: Angela Ferrell-Zabala.
Watts no dijo cuál podría ser su próximo paso, aunque no descartó un futuro en la política.
Parece una opción lógica, ya que su activismo le otorgó notoriedad nacional. Pero también la convirtió en el objetivo de algunos, en un país en el que el amor a las armas de fuego puede ser visceral.
Recibió amenazas desde sus primeros días de activismo y hombres fuertemente armados han sido expulsados de actos en los que ha participado.
Se desplaza siempre con alguien encargado de su seguridad y capaz de identificar “el hospital más cercano al cual llevarme en caso de un tiroteo”, relata.
Sin embargo, Watts insiste en que no se dejará intimidar. “Si nuestros hijos mueren, ya no tenemos nada que perder”.