Ciudad de México. Mano de obra barata, tierras a bajo costo, recursos naturales abundantes y tratados comerciales sólidos, dicen especialistas, son frente a los elevados costos de transporte de Asia a Estados Unidos (propiciados por la pandemia de covid-19 y el conflicto armado entre Rusia y Ucrania), los principales atractivos que ven empresas estadunidenses y chinas para trasladar sus plantas de manufactura a México, un fenómeno conocido como nearshoring (relocalización), que ante los ojos del mundo es la última oportunidad de cambiar la estructura económica de nuestro país.
De aprovechar la oportunidad, dicen algunos analistas, México puede impulsar el crecimiento de su producto interno bruto en 8 por ciento en los siguientes seis años, optimismo que comparte el mismo gobierno mexicano; no obstante, señalan otros, detrás hay retos importantes como la seguridad, la incertidumbre en el clima de negocios, el reto de construir una cadena de suministros, la falta de espacios para naves industriales y no menos importante, el duro golpe que representará para el ecosistema del país el arribo de tal cantidad de fábricas.
Sobre este último punto hace énfasis Eduardo Enrique Aguilar, investigador de la Universidad de Nuevo León, quien señala que un proceso de industrialización al grado que se pretende implica depredación de bosques, acaparamiento de agua, colocación masiva de concreto, emisión de gases tóxicos, exceso de automóviles y consumo masivo de energía, entre otras cosas, que implican una intensa degradación del entorno.
El ejemplo perfecto, explica, es Monterrey, Nuevo León, cuya zona metropolitana puede ser catalogada como un “infierno ambiental”, pues al problema de la crisis hídrica se le debe agregar el del aire (en lo que va del año muy pocos días sus habitantes han contado con buena calidad) y ahora el agregado de Tesla, empresa que instalará una megafábrica de baterías de litio sin presentar públicamente ningún estudio de impacto ambiental.
Destacó que el nearshoring implica el uso de grandes recursos, pues sólo por poner un ejemplo, el agua no sólo es necesaria para la fábrica, sino también para toda la infraestructura que requiere un polo de desarrollo, como son fraccionamientos, clústers, hospitales, hoteles, y demás servicios.
Paralelamente a lo ambiental, México enfrenta otros retos, uno de ellos es la escasez de espacio industrial en zonas consideradas como manufactureras. De acuerdo con estimaciones de Santander, en el país hay 57 millones de metros cuadrados de plantas industriales; sin embargo, en la zona fronteriza hay nula disponibilidad y en el resto hay apenas 3 por ciento de espacios disponibles.
Lo anterior es un problema dada la alta demanda, pues de acuerdo con la Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados, existe interés por parte de empresas extranjeras, especialmente de estadunidenses y asiáticas, al grado de que en 2022 se estima que se construyeron alrededor de 47 parques industriales; sin embargo, a estas alturas el espacio disponible para este tipo de infraestructura ya es poco.
Un reporte de la consultora global CBRE indica que al cierre de tercer trimestre 2022 se alcanzó un millón 200 mil metros cuadrados de demanda de espacios por concepto de nearshoring, lo que representó casi el doble de la cifra anual con la que cerró el 2021, siendo el norte la región del país más demandada por las empresas que buscan instalar fábricas para posteriormente mandar su producto a Estados Unidos.
Matizar optimismo
De acuerdo con un estudio del Banco de México sobre el nearshoring y las empresas en México, las principales razones por las que éstas se están reubicando en México es por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y para cumplir con las reglas de origen del T-MEC en el sector automotor.
Un reporte de Santander denominado Nearshoring Data Monitor, indica que el producto interno bruto (PIB) del país podría tener un crecimiento adicional de 8 por ciento en los próximos seis años siempre y cuando México se quede con parte de lo que China deje de vender a Estados Unidos.
Ante este optimismo Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México (Cechimex), de la Universidad Nacional Autónoma de México, no niega el potencial que tiene México; sin embargo, advierte que es necesario matizar el optimismo, pues la realidad es que China es un mercado de mil 400 millones de habitantes que representa miles de millones de dólares, mismo que las grandes empresas estadunidenses no están dispuestas a perder.
Al especialista se le suman analistas de riesgo político y legisladores de EU, quienes recientemente han señalado “los problemas de seguridad que enfrenta México”.
Cadenas de proveeduría
Dussel Peters destaca que México enfrenta una paradoja, pues además de los temas de seguridad, aunque es innegable el potencial que tiene el país para aprovechar el conflicto comercial que tienen desde hace varios años Estados Unidos y China, el verdadero problema es que aunque las empresas se instalen en territorio nacional no van a poder resolver la dependencia que tienen de China, pues en México aún no está desarrollada la cadena de proveeduría, lo que no se logrará en unos cuantos años.
“Por poner un ejemplo: se puede instalar una fábrica de zapatos en México; sin embargo, el material para fabricar la suela lo tienen que seguir importando desde China, porque aquí no lo van a encontrar. Ese es un gran problema de logística. Además de no poder resolver problemas de proveeduría, las compañías van a tener que enfrentar otros, como por ejemplo los sindicatos, la distribución de energía y la burocracia, entre otros.”
Se dispararon los fletes
Carlos Bautista, especialista en comercio exterior de la Universidad La Salle, destacó que si bien la inseguridad es un problema que urge resolver en el país para atraer mayores inversiones, en el caso de la relocalización de empresas, México es un país bastante atractivo, pues el costo beneficio para las empresas, debido a la cercanía, es bastante bueno, sobre todo en la productividad y competitividad.
El también académico explicó que desde hace varios meses el incremento en los precios de los fletes ha afectado a diversos productos traídos desde China, lo cual ha causado un aumento en los costos de distribución; además, la guerra comercial entre China y EU continúa, de tal manera que las grandes compañías norteamericanas buscan centros de producción que no creen problemas a futuro, porque el gobierno estadunidense podría poner obstáculos a las importaciones del país asiático.