Con una partida de poliana, internos de penales capitalinos ven la libertad todos los días. El juego de mesa creado en las cárceles los hace pensar en estrategias para librar obstáculos en la tabla y no regresar a la celda, el fin de su propia vida.
El canero es el más practicado por los presos porque surgió entre ellos; sin reglas claras, pero con la firme idea de liberarse, lanzan los dados para avanzar el mayor número de casillas sin caer en manos de la policía, que los hará retroceder.
Cada jugador se distingue por un color y debe dar una vuelta completa al tablero de 63 casillas si lo hace de forma directa y evade a la policía o los adversarios, que lo harán regresar al comienzo. Así no sólo se distraen, también arreglan diferencias, miden fuerzas, ganan dinero “y hasta la vida se juegan”, narran algunos apasionados internos.
El pasado jueves arrancó el primer torneo de poliana con reos de Santa Martha Acatitla y del penal femenil, quienes se enfrentaron a jóvenes del Instituto de la Juventud del programa Barrio Adentro.
La directora del Injuve, Beatriz Olivares, dijo que con esta experiencia buscan que los chicos que de colonias con menor desarrollo y alto grado de violencia conozcan a quienes están en las cárceles a fin de que tomen conciencia del encierro, “porque al estar expuesto a grupos delictivos los pone en ese riesgo, que no quieran estar en prisión porque no es que nazcas malo, sino que tomas una mala decisión y esto les permitirá conocer cuáles fueron esas malas decisiones”.
Agregó que la convivencia con los presos les permitirá decir “acá no está chido y no vengan para quedarse, sino sólo de visita”.
En el primer encuentro participaron 80 personas, 62 presos –entre ellos tres mujeres y 59 hombres–, así como 18 beneficiarios del programa.
El juego ya no sólo es exclusivo de las cárceles, por eso intentan desestigmatizarlo, “buscamos crear un espacio sin discriminación”, en tanto que para la Secretaría de Seguridad Ciudadana es una actividad de reinserción social.