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2023-05-06 09:34

Canelo y Ryder cumplen fast track el ritual del pesaje

El tapatío Saúl 'Canelo' Álvarez y el británico John Ryder, lucieron en excelente forma física rumbo al combate de esta noche.
El tapatío Saúl 'Canelo' Álvarez y el británico John Ryder, lucieron en excelente forma física rumbo al combate de esta noche. Foto Arturo Campos Cedillo

Guadalajara, Jal. En el Teatro Degollado, un edificio del siglo XIX de Guadalajara, bajo el fresco de la bóveda que representa el canto cuarto de la Divina comedia de Dante Alighieri, el boxeador mexicano Saúl Canelo Álvarez eligió el silencio en la ceremonia de pesaje. Como si lo fastuoso del escenario, con su pesado cortinaje de terciopelo y telón púrpura, los dorados palcos y la madera preciosa, exigieran la solemnidad con la que se asiste a una catedral. En la liturgia del desnudo sobre la báscula, para cumplir con el peso supermediano del combate de hoy ante el retador británico John Ryder, en el estadio Akron, los peleadores se ahorraron las palabras.

Pijama de seda

El campeón mexicano sólo se despojó de su clásica pijama de seda diseñada especialmente para la ocasión por Dolce & Gabbana. La función fue nombrada El rey regresa a casa, y como monarca, el pelirrojo no podía exhibirse con la indignidad de desnudarse haciendo equilibrio en un pie para sacarse el pantalón y subir a la báscula. De modo que le llevaron una silla como si fuera un trono para desprenderse de la ropa de manera más decorosa. En calzoncillos, con esa apariencia de fragilidad que da la casi desnudez, exhibió el trabajo disciplinado que lo convirtió en el atleta mexicano de mayor proyección mundial. Aun cuando no pelea desde septiem-bre de 2022, el cuerpo color de cera del tapatío lució como de un héroe clásico, pulido con mucho esmero y con buena proporción para registrar 167.5 libras, menos del límite de la categoría supermediana que domina sin objeción.

Antes, el retador John Ryder, un británico poco conocido fuera de Reino Unido, cumplió con el requisito protocolario. Sin una silla que le alcanzaran para hacer menos incómodo el acto de desvestirse, quedó también casi desnudo sobre la báscula y marcó 168 libras, media más que Álvarez. Así, en paños menores como dirían los más veteranos, tuvo que esperar la presentación del monarca y el número musical previo, sin silla, sin ropa, en calzones.

Las reglas de esta ceremonia exigen culminar con la confrontación de miradas de los rivales. En el cara a cara, se miraron sin hacer gestos, los ojos sin parpa-dear como si quisieran destruir con las pupilas al adversario. Pero Canelo y Ryder no se dijeron nada, las palabras no eran importan-tes para lo que querían expresar estos hombres semidesnudos.

Las butacas del hermoso teatro en el centro de Guadalajara fueron ocupadas por invitados especiales. El pueblo, ese personaje colectivo que algunos dicen le hace falta al Canelo para ser un ídolo genuino, no tuvo acceso al Teatro Degollado. En la valla que rodeaba el edificio del siglo XIX se asomaban algunos rostros que coreaban el apodo del campeón mexicano. Clamaban por ver al ídolo que salió de esa ciudad para convertirse en un rey, uno que hoy regresa a casa.

Adentro, los afortunados jóvenes estudiantes del Consejo Estatal para el Fomento Deportivo (Code) fueron invitados a la ceremonia de pesaje y a la función de esta noche. Las muchachas y muchachos que se preparan en el alto rendimien-to de varias disciplinas ven al Canelo como una aspiración. Durante el acto, además, fueron quienes aportaron un ambiente más espontáneo a lo que ocurría en el escenario. Como si las butacas fueran gradas, ensayaban porras y ocurrencias que provocaban carcajadas.

La valiosa tranquilidad

La presentación de la estrella y su adversario fue fugaz. Canelo parecía apurado para marcharse a cumplir más compromisos o para lograr un momento de valiosa tranquilidad en su agitada agenda. A estas alturas de su popularidad, uno de los mayores lujos entre tantos que puede prodigarse Saúl –confesó a La Jornada, doña Ana María Barragán, madre del peleador– es un poco de calma. “Uno de los costos de su popularidad es perder la libertad, ese es su mayor sacrificio”, dijo la madre del Canelo; “no puede invitarnos a un restaurante o caminar con nosotros por las calles. Por eso le gusta mucho estar a solas, desde niño fue muy reservado, y ahora que tanta gente lo sigue y lo solicita, lo que más disfruta es poder estar un momento quieto, sin nadie alrededor”.

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