Escribir literatura para niños es retornar a lo básico, a la fabulación. Contar historias que sean atractivas, interesantes, que muestren el mundo, porque la literatura para niños, más que ser un espacio para protegerlos, debe ser el primer acercamiento para que puedan entender las dinámicas del mundo adulto, dijo el escritor y editor Antonio Ramos Revillas (Monterrey, 1977).
En entrevista con La Jornada, el autor, fanático del animé, el automovilismo y la ciencia ficción, relató que su encuentro con la escritura infantil y juvenil fue casi por casualidad, pues nunca estuvo entre sus intereses.
Egresado de la licenciatura de letras españolas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, su deseo era escribir libros para adultos, “de literatura seria, por decirlo de alguna manera”. Sin embargo, un día lo invitaron a colaborar en una colección de libros para niños de 8 a 12 años, y “cuando exploré la ruta de la literatura para niños me sorprendió mucho su empuje, poder retornar a lo básico, es decir, la literatura para niños tiene herramientas que valoramos de la literatura tradicional, pero sobre todo está construida en una aspiración por volver a fabular, por volver a contar historias que sean atractivas, interesantes, que muestren el mundo”.
Esta experienica le permitió crear historias que no solamente entretienen a los niños, sino que permiten a los adultos revivir su infancia y al mismo tiempo crear un vínculo. Ramos Revillas consideró que “los libros para niños son importantes, porque aunque muchos adultos no los toman en serio, porque creen que todos son historias bonitas o sencillas, o cursis, la verdad es que cuando se acercan a la literatura infantil contemporánea se ven reflejados, porque ellos fueron así y, al leerlos, tal vez puedan rencontrarse, porque la literatura infantil y juvenil debe tener esa dualidad: por un lado, el llamado a la aventura, a la emoción y a la búsqueda de los niños cuando son niños y, por el otro, esa misma búsqueda, ese llamado a la aventura de los adultos que pueden pretender recordar cómo eran de niños”.
Para el autor, un buen libro debe plantear varias interrogantes, lo cual propicia diferentes interpretaciones. “Sé que los niños van a leer el libro como una novela de aventura, pero también podrán identificar una cuestión de fondo, que tanto ellos como los adultos podrán notar. La literatura para niños, más que ser una burbuja para protegerlos, debe ser el primer acercamiento para que puedan empezar a entender las dinámicas del mundo adulto”.
Crecimiento personal, divorcios y corrupción
Esa intención queda claramente plasmada en sus más recientes libros, publicados por la editorial Planeta, Cocodrilo comepesadillas y Operación Zoo. “Cuando los empecé a contar sabía que tenían que ser libros ligeros, porque me interesaba que se pudiera percibir muy bien la dinámica de los personajes, las historias, pero no sólo quería contar historias, sino también ofrecer cierta veta humana, y así fue que en Cocodrilo comepesadillas abordé la cuestión del divorcio y del crecimiento personal; no se trata solamente de un cocodrilo que asusta pesadillas. En tanto, en Operación Zoo, no sólo son unos niños que quieren rescatar o hacer un zoológico pequeño, sino que también se enfrentan a la corrupción política, como todos la padecemos”.
Llamada de atención a los padres
Los libros de Ramos Revillas también son una llamada de atención a los padres, a fin de que sean más sensibles a los intereses e inquietudes de sus hijos en un mundo donde el consumismo y la prisa los absorbe.
El autor invita a los padres a formar un vínculo con sus hijos. “No se trata nada más de comprar el libro al niño y que se lo leas una vez, sino que, si el niño quiere que se lo leas 40 veces, pues hay que hacerlo, porque ninguna lectura va a ser recibida de la misma manera y, además, lo más importante es que mientras esto ocurra ya no van a estar leyendo un libro, van a estar construyendo un vínculo, el cual hará que este niño se convierta en lector y que, cuando sea adulto, recuerde que su padre le leía cuentos, lo que se traduce no sólo como un acto lector, sino que se vuelve un acto de amor”.