Día Internacional del Trabajo con las consabidas marchas conmemorativas y el tradicional cúmulo de exigencias económicas –que no por ancestrales son inválidas– que conllevan la reivindicación del más importante movimiento social –en México y el mundo–, que fue el más golpeado por los gobiernos neoliberales (“ajustes”, “reformas”, programas de choque, etcétera) y, recientemente, por una pandemia que de inmediato le pasó la factura (millones de empleos perdidos, desplome salarial, informalidad creciente, entre otros “cobros”), con la cereza de que algunas organizaciones siguen encabezadas por ciertos “líderes” impresentables, corruptos y siempre al servicio de la patronal.
¿Cómo no exigir mejoras, cuando se conoce que, por ejemplo, en América Latina 10 por ciento de la población más pobre –compuesta por mayoría obrera y campesina– apenas obtienen, en promedio, 1.7 por ciento del ingreso nacional, mientras que 10 por ciento más ricos se embolsa 35.4 por ciento; es una diferencia de 21 tantos entre uno y otro decil? De acuerdo con información de la Cepal, el 20 por ciento más rico de la región concentra 51.4 por ciento de ese ingreso y el 20 por ciento más pobre a duras penas 4.8 por ciento.
Por si faltara algo, la pandemia arrasó con los escasos avances –por llamarlos de alguna forma– logrados a lo largo de muchas décadas. Para el caso mexicano La Jornada (Clara Zepeda) lo reseñó así: “casi 13 millones de personas salieron de la población ocupada en abril de 2020, el mes del inicio del confinamiento para contener el covid-19. Los efectos de los contagios, que prácticamente paralizaron la actividad durante varios meses, en el mercado laboral en México siguen presentes a pesar de las señales de recuperación entre 2021 y el arranque de 2023, ya que los problemas estructurales prexistentes, como las brechas laborales, la informalidad, la baja productividad y los salarios están lejos de ser superados”.
Además, “la recuperación del mercado laboral en el país se ve mermada por una persistente alta inflación y por mayores riesgos de una recesión económica en su principal socio comercial. El mercado laboral mexicano regresó a niveles prepandemia, incluido el de la informalidad laboral. Seis de cada 10 empleos (32.4 millones de personas) en México son informales, no cuentan con seguridad social ni prestaciones, según estimó la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi, correspondiente a febrero de 2023. Más de la mitad (55.5 por ciento) de los trabajadores no agropecuarios en México se ocuparon en un empleo informal al cierre de febrero de 2023, mismo nivel de marzo de 2020. Esta tasa de informalidad fue más alta para las mujeres, en alrededor de 54.7 por ciento, que para los hombres, de 49.5 por ciento” ( ídem).
Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) lo resume así: en la región, la pandemia provocó en las economías y los mercados laborales una crisis sin precedente. En 2020, experimentó la peor contracción del PIB (real) en las recientes siete décadas y, pese a la recuperación observada en 2021, se prevé una desaceleración del crecimiento del PIB. Dada esta dinámica, entre 2014 y 2023 la región crecería 0.8 por ciento, es decir, menos de la mitad del avance registrado en la denominada “década perdida” (1980-1989).
En la región la pandemia también provocó una histórica disminución del número de ocupados (8.2 por ciento), la primera que se documenta desde 1950, y mayor a la registrada por las economías desarrolladas y otras emergentes. La recuperación de los mercados laborales en América Latina y el Caribe ha sido lenta, incompleta y asimétrica. Sin embargo, comienzan a observarse cambios favorables en los principales indicadores de esos mercados. Se observan mejorías en la tasa de participación, aunque por debajo del nivel anterior a la crisis sanitaria. Esa tendencia positiva se acentúa particularmente entre las mujeres, grupo especialmente afectado durante la pandemia y cuya recuperación ha sido más lenta que la de los hombres.
Las rebanadas del pastel
Primer punto a su favor: la consejera presidente del INE, Guadalupe Taddei Zavala, anunció que se reducirá el sueldo, para obtener menos que el Presidente de la República, como lo marca la ley. Además, el presupuesto 2024 incluirá estrictamente lo que el Instituto necesita para operar, sin olvidar que para ella “no hay ningún compromiso de carácter político, salvo con mi país, conmigo misma y mis principios de servidora pública”.
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