Los reporteros de La Jornada ofrecieron durante cinco días un amplio panorama sobre los graves problemas que origina la basura que generan los hogares, y las actividades económicas en el país y el mundo. Aquí, más de 100 mil toneladas diariamente; 42 millones al año; 850 gramos en promedio por habitante. De todo lo que se tira, apenas se recicla 7 por ciento, el restante 98 por ciento se deposita en rellenos “sanitarios” que en su inmensa mayoría no reúnen las condiciones técnicas para que los desechos no ocasionen problemas de salud pública y a los recursos naturales, en especial al manto freático. Además, se arroja basura en los cauces de ríos y arroyos, cañadas, la franja litoral, el drenaje. En el estado de México, 40 por ciento de toda la que se genera.
Han existido muchas promesas oficiales y leyes para resolver el problema, todas descoordinadas entre sí y con una grave ausencia: evitar generar desechos. Los últimos 40 años especialistas y centros de investigación han señalado el camino para desperdiciar menos. Y en caso de hacerlo, reutilizar y reciclar al máximo. Pero sus propuestas chocan con la burocracia y poderosos intereses económico-políticos que imponen su ley.
Hace medio siglo, William Rathje, prestigioso investigador de la Universidad de Arizona, le dio al problema un enfoque arqueológico. Sostenía que los artefactos modernos desechados en los hogares permitían conocer más sobre la cultura material de una sociedad, sus características y su comportamiento. Lo hizo con éxito en varias ciudades del vecino país y en 1979-80 en la Ciudad de México, en colaboración con el Centro de Ecodesarrollo. Aquí, entre otras cosas, se comprobó que 10 por ciento de los alimentos adquiridos por los hogares se tiraba a la basura a pesar de estar en muy buen estado: tortillas, verduras, cárnicos y frutas. Y ese desperdicio se daba en las familias con alto poder adquisitivo y en las menos favorecidas.
Ya entonces era bien conocido el cacicazgo que sobre miles de pepenadores ejercía El rey de la basura: Rafael Gutiérrez Moreno. El sociólogo Héctor Castillo Berthier publicó una semblanza sobre este personaje, que amasó enorme fortuna, poder político y social. Fue por lustros aliado de los gobiernos de entonces y del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Por maltrato y haberla violado, lo mandó matar en 1987 una de las integrantes de su harén. Su hijo Cuauhtémoc, aprendió bien las mañas de su padre y llegó a ser legislador y líder del PRI en la Ciudad de México. Hoy está preso acusado de trata de personas, asociación delictuosa y publicidad engañosa.
Ricardo Garibay escribió su experiencia de visitar en 1980 el mayor tiradero de la cuenca de México en el libro De lujo y hambre (Centro de Ecodesarrollo/Editorial Nueva Imagen). Lo llevaron la doctora Margarita Nolasco y la maestra María Luisa Acevedo. El recio Garibay no pudo aguantar el hedor, la miseria humana, el ver que los niños se alimentaban en el propio tiradero de los desechos. Terminó vomitando, hundido en la depresión. Poco ha cambiado el panorama desde entonces, pues los pepenadores y quienes recogen la basura en las calles en el tradicional carrito, siguen explotados y sin seguridad social.
Lo que en los primeros estudios de la basura se vislumbró hace medio siglo hoy es realidad: un país con millones de pobres, se comporta como el peor depredador ecológico y económico de la historia moderna: Estados Unidos. Sus hábitos de consumo y desperdicio penetran por doquier en México. El ejemplo más visible, el plástico. A la par, se impone la producción y venta de comida chatarra que venden las miles de “tiendas de conveniencia” (Oxxo, 7Eleven, K…) y que contribuyen con sus productos a que seamos el segundo país con mayor obesidad y diabetes.
Las medidas adoptadas por el sector público y las empresas para generar menos desechos son insuficientes, inadecuadas, como señalan los especialistas entrevistados por los reporteros de La Jornada. Y no por falta de propuestas viables, como las que plantean diversos investigadores y grupos ambientalistas y que demuestran el camino adecuado para desperdiciar lo menos posible. Advierten desde hace años el peligro de no confinar correctamente los desechos tóxicos y peligrosos. Bien vale la pena referirnos a ellos el lunes próximo.