Madrid. El Observatorio Europeo de la Sequía lo confirmó esta semana: el viejo continente está sufriendo una severa crisis en plena primavera, una temporada tradicionalmente de lluvias y en la que los pantanos y el caudal de los ríos se nutren para afrontar los meses más duros del calor. Pero este año no es así, lo que ha hecho saltar las alarmas de la ciudadanía, sobre todo ante el grito de auxilio de agricultores y ganaderos que ven inminente la quiebra de su actividad ante la falta de agua. El principal foco de la sequía está en los países mediterráneos, como España, Francia, Portugal e Italia, pero también hay signos graves en Irlanda, Reino Unido, Noruega, Suecia y Finlandia.
Juan Carlos Velasco es un agricultor de la provincia de Toledo que tiene tierras donde cultiva melón, sandía y tomates. Su producción de melones es una de las más esperadas en el mercado español porque su marca, Villaconejos, es sinónimo de una fruta dulce, jugosa y con mucho sabor. “Pero este año no sabemos qué pasará y sin ser alarmista tememos que no salga adelante la producción de los melones”, explicó a La Jornada, después de un día de trabajo en el campo en el que constató, al igual que ayer y que los días anteriores, que la tierra está seca, que las grietas que se abren en los campos de cultivo hacen inviable cualquier intento de cosecha y que mientras más mira al cielo no ve ningún signo de lluvia o tormenta. “Tenemos todo previsto y preparado para empezar a plantar, no sólo los melones, también otros productos que se cultivan en esta zona como tomates, pimientos o calabacín. Hemos hecho casi todos los gastos de preparación de la tierra, infraestructuras de riego y compra de planta para la siembra y nos encontramos ahora con los cortes y restricciones. Pero así no podemos hacer nada. La mayoría no sembraremos si no se nos garantiza un mínimo de agua”, insistió Velasco, que involuntariamente se ha convertido en la voz de agricultores y ganaderos de los países mediterráneos, que son finalmente los que abastecen al mercado europeo de frutas y hortalizas.
Los científicos europeos están preocupados ante una sequía tan prematura, que de continuar alterará los sistemas de producción de alimentos. Algunos expertos la definen como una “sequía exprés”, un fenómeno que suele ocurrir cada cierto tiempo, pero que este año resulta especialmente dañino para el campo y los países europeos por la crisis acumulada por falta de agua. Sobre todo porque 2022 fue un año adverso: se registró un verano demasiado caluroso, con un alto número de días de estrés térmico muy fuerte y una pérdida insuperable del hielo de los glaciares.
Según el informe anual del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, que reúne todos los acontecimientos climáticos importantes de 2022, los resultados demuestran que las temperaturas en Europa están aumentando el doble de la media mundial y más rápido que en cualquier otro continente. Este informe advierte que el último periodo quinquenal se situó en torno a 2.2 grados centígrados por encima de la era preindustrial y el año pasado fue el segundo más cálido registrado en Europa, con 0.9 ºC por encima de la media reciente.
Datos que se traducen en el campo en una profunda crisis, que corre el riesgo de volverse irreversible y de afectar de manera grave los precios de los productos básicos. De ahí que los agricultores de melones españoles, entre los que se encuentra Velasco y que cuentan con una producción anual cercana a los 8 millones de toneladas, buscan alguna solución ante las autoridades españolas y europeas, sobre todo para modificar las condiciones de regadío, pero hasta el momento sin respuesta.
En riesgo, el aceite de oliva
Jesús es también agricultor, vive en Sevilla y se dedica al cultivo de la aceituna, uno de los productos más exitosos de los países mediterráneos en los últimos años por la buena recepción en el mercado internacional del aceite de oliva, pero que ahora también ven en riesgo su futuro. “Hay noches que se queda uno sin dormir, con insomnio, debido a la situación que tenemos. Es lamentable. Ni ayudas. La poca agua que nos ha llegado es para salvar los cereales. Antes sembrábamos cuatro hectáreas y ahora nada. Nos dan una dotación de 700 metros cúbicos por hectárea y el tomate necesita 5 mil litros por hectárea, por ejemplo. Así que preferimos dejar la tierra vacía a tener más pérdidas”.
Uno de los principales focos de la sequía en Europa es España, donde ya hay varias regiones en las que no ha llovido ni una gota en los últimos 100 días. Lo que significa que la sequía ya afecta a 60 por ciento de los agricultores y que hay en estos momentos millones de hectáreas de cereales de secano que ya se dan por perdidas y, de no llover en las próximas semanas, otros cultivos se echarán igualmente a perder. La reserva hídrica española está en estos momentos a 50.7 por ciento de su capacidad, con un total almacenado en los embalses actualmente de 28 mil 400 hectómetros cúbicos de agua, tras reducirse en la última semana en 282 hectómetros cúbicos, 0.5 por ciento de la capacidad total. Es una de las cifras más bajas de la historia, pero sobre todo llama la atención que esté en estos niveles en esta época del año. Y este fenómeno se repite en otros países europeos, sobre todo los mediterráneos, pero también en otros más al norte y con climas más fríos y más húmedos, como Noruega, Irlanda o Reino Unido.
Un informe de marzo pasado realizado por el Banco de España, cuando la sequía no era tan grave, advertía ya que “la estimación de la producción española de aceite de oliva de la cosecha de 2022 apunta a que ésta sería 48 por ciento inferior a la de la campaña 2021-2022, en gran parte debido a los efectos de la sequía. Lo que confirma que existe una elevada incertidumbre acerca de los efectos que pueda tener la falta de agua, en un contexto en que la guerra en Ucrania representa un foco de duda, dada la relevancia de Rusia y Ucrania en los mercados mundiales de cereales”.
Uno de los principales temores de ciudadanos y autoridades es la consecuencia más inmediata de esta sequía en el mercado de los alimentos, sobre todo porque desde el estallido de la guerra en Ucrania, en parte por la falta de los cereales procedentes de ese país y por el encarecimiento de la energía, los precios de los alimentos básicos han registrado un aumento continuado. En España, por ejemplo, según el Instituto Nacional de Estadística, los precios de la canasta básica han subido, en promedio, en un año más de 25 por ciento, cuando la inflación se ha situado por debajo de 9 por ciento. Lo que se traduce a su vez en un drama social de consecuencias imprevisibles.