Existen aglomeraciones de basura flotante en el mar formando islas de plástico. La isla de basura más grande hallada hasta el momento es la del océano Pacífico, pero hay otras cuatro repartidas en los demás océanos, a excepción del Ártico y el Antártico.
Esta mancha de residuos se extiende a lo largo de un millón y medio de kilómetros cuadrados –tres veces España o la suma total de los territorios de Perú y Ecuador–.
A pesar de su tamaño, el continente de plástico del Pacífico resulta invisible para los satélites al estar formado en 94 por ciento por fragmentos de plástico diminutos que se desprenden de otros más grandes por la erosión.
¿Se está haciendo algo para intentar evitar la contaminación de los océanos? Todavía no lo suficiente. Hay en marcha una decena de proyectos para limpiar la basura, controlar los desechos de buques y embarcaciones, y hay programados estudios de medición que irán analizando cada proceso que se ponga en marcha. Sin embargo, el método más efectivo es evitar que estos residuos entren en el mar y gestionarlos de una forma efectiva, como puede ser a través de la reutilización y reciclaje.
Además de causar graves daños a los ecosistemas locales, los microplásticos no biodegradables que se acumulan desde los años 70 envenenan a miles de especies marinas y pueden llegar a la dieta humana.
“Esa montaña de basura dibuja uno de los símbolos más visibles de la contaminación plástica, que cada año hiere o estrangula a 100 mil animales marinos como ballenas, focas y tortugas. Las noticias sobre residuos de plástico hallados en los estómagos de estas especies son recurrentes en la prensa. No hay que olvidar la total dependencia humana del agua para el progreso, más allá de la supervivencia. De la importancia del agua dulce en primera instancia, pero de los océanos también en gran medida”, alertó BBVA en su estudio “Por qué debería preocuparnos la isla de basura del Pacífico”.
El impacto económico de la basura marina, según Deloitte, se estima en costos anuales de entre 6 mil y 19 mil millones de dólares por la repercusión en el turismo, la pesca, la acuicultura y las tareas de limpieza. Una cantidad que aún no incluye el impacto en la salud humana y el ecosistema marino.