Washington. Las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) concluyeron el pasado fin de semana con un reconocimiento de una posible “década perdida” y los peligros del cambio climático, pero sin decisiones para enfrentar esos desafíos y sin las inversiones billonarias o cambios en política que casi todos los participantes y los expertos dicen que son esenciales para la salud del planeta.
Mientras la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, y varios delegados de países africanos externaron feroces críticas por la inacción de las instituciones multilaterales y por la falta de un proceso democrática en la toma de decisiones que afectan a todos, fueron notables por su silencio público los delegados latinoamericanos en el debate sobre el futuro de estas instituciones a pesar de que gobiernos de Brasil, Colombia, Chile y México han expresado su repudio a la agenda neoliberal dentro de sus naciones.
La sensación surrealista de la reuniones oficiales del BM y el FMI fue evidente desde el principio. El liderazgo reconoció que se requiere de uno a 4 billones de dólares anuales en nuevo financiamiento para abordar los retos actuales, y advirtió que la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania amenazaban las tasas de crecimiento económico a tal grado que los países en vías de desarrollo enfrentan potencialmente una “década perdida”.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, admitió en una conferencia de prensa que “no estamos en un gran lugar, vemos el incremento en riesgos”, pero el diagnóstico no fue seguido de un plan de tratamiento.
Para el fin de la semana, Georgieva reconoció que a pesar de diálogos intensos sobre cómo abordar el posible riesgo de impago de deuda de algunas naciones, no se habían logrado acuerdos sobre ese problema, y que a pesar de que pondría haber fondos adicionales del sector privado, el cual ve oportunidades para lucrar con nuevos prestamos, no había progreso para obtener los billones que todos saben que son necesarios para este y otros problemas que enfrenta el sistema financiero internacional.
A la pregunta de ¿por qué no se podía sencillamente cancelar parte de la deuda internacional de los países mas endeudados que están al borde de una posible crisis de impago?, un funcionario del FMI explicó: “Déjenme decirles lo que ocurre cuando empezamos a discutir cancelación de deuda. Primero, los países llegan para decir que hay una riesgo muy alto de que otros países harán lo mismo y crearán una crisis cada vez mas amplia. Después, los acreedores –los bancos– dicen, está bien, les daremos más años en el plazo, o se extenderá el reparto. Esta abogacía tiene un impacto entre nuestros gobernadores y sobre las pláticas sobre deuda”.
Al concluir las reuniones, la primera ministra Mottley declaró que “me frustra mucho cuando la gente quiere patear el balón más adelante en el camino”. En un foro organizado por la Fundación Rockefeller, agregó: “Lo que está en juego es un déficit de confianza entre el norte y el sur globales… Francamente, la población mundial no va a tolerar esto cuando las temperaturas están subiendo mas allá de lo que es humanamente sustentable”.
Advirtió que “esto no se trata sólo del clima. Si podemos salvar al planeta y morir de hambruna o salvar el planeta y morir por balas, eso no nos ayuda”.
Sin nombrar a algún país en particular, Mottley criticó a los contribuyentes más importantes del FMI y el Banco Mundial por fracasar en otorgar el capital necesario para abordar la crisis actual. Señaló que cuando las naciones más ricas del mundo enfrentaron la pandemia de covid, violaron toda la recomendación de políticas del FMI en torno al gasto público y ajuste estructural para proteger a sus propias poblaciones.
“Todo lo que nos dicen no hacer fue hecho recientemente por el G-7 en el momento de la crisis.”
Los ministros de Finanzas de América Latina estaban presentes en las reuniones, con Argentina en particular tratando de renegociar una deuda exacerbada por una sequía, pero en los cinco días de reuniones, La Jornada no encontró declaraciones públicas aquí de los ministros latinoamericanos sumándose a las críticas al BM y el FMI. “Entran a las reuniones, pero no dicen nada en público”, comentó un periodista asignado a cubrir las reuniones de los ministros.
Para finales de la semana, tocó al secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres, una vez más, denunciar la falta de acción. Después de reiterar las consecuencias ya bien conocidas de la guerra en Ucrania, la crisis climática y la deuda sobre los más vulnerables, acusó que “estas tendencias son profundamente dañinas a la gente y las comunidades más pobres, pero no para los más ricos.
“Un informe reciente sobre la desigualdad encontró que desde la pandemia, el uno por ciento más rico de la gente alrededor del mundo ha captado casi el doble en nueva riqueza que el resto del mundo combinado.”
Guterres concluyó: “no resolveremos los desafíos de hoy dependiendo del sistema financieros que ayudó a causarlos. La arquitectura financiera global fue creada para un mundo que ya no existe, no puede abordar los desafíos de hoy para los países en desarrollo. Seamos honestos: ha fallado a los países en su momento de mayor necesidad”.