El refrán “Nadie es profeta en su tierra” queda más que justo al pintor huasteco-tének Jorge Domínguez Cruz, artista autodidacta cuya obra surrealista ha despertado en años recientes el furor entre coleccionistas de Estados Unidos y Europa, principalmente en Alemania.
En México no sólo ha pasado inadvertido, sino que, afirma, sus intentos para exponer en galerías o recibir apoyo institucional han sido ignorados.
“Quizá las galerías mexicanas no me han aceptado porque no tengo estudios o soy indígena, pero en otros países ven bien mi trabajo, le gusta mucho a la gente. Tampoco he tenido respaldo o apoyo de las instituciones en México. Busqué como siete veces una beca y me cansé de participar en las convocatorias”, dice en entrevista con La Jornada.
No obstante, esta situación no amilana su entusiasmo. Ahora se encuentra en Dallas, Texas, para presentar una serie de exposiciones y participar en diversos eventos, entre éstos la conferencia Volando con mis raíces, que impartirá hoy en la Universidad de Texas en Arlington, mientras el sábado realizará una sesión de pintura en vivo como parte del festival Earth Day Parade, en White Rock Lake, y el 29 de abril intervendrá en una feria de arte en Fort Worth.
El reconocimiento de Jorge Domínguez Cruz en el extranjero responde en gran medida a su pintura surrealista, en la cual plasma paisajes y elementos de su tierra y cultura, además de que aprecian su condición de artista indígena.
Es el séptimo de ocho hijos de una familia campesina de Mata de Otate, comunidad de poco más de 400 habitantes que pertenece al municipio de Chontla, Veracruz, enclavada en la región de La Huasteca, donde creció ayudando a sus padres en el campo al tiempo que practicaba la pintura de una manera singular.
Relata que, como carecían de recursos económicos, comenzó a rayar en las piedras para luego dibujar y preparar sus propias pinturas moliendo flores y hierbas; en tanto, hacía los pinceles con los pelos de las colas de becerros que cortaba y sujetaba en pequeños palos.
“No sabía nada de arte, pero vi qué era lo que usaban los pintores y empecé a hacerlos por mi cuenta, de manera primitiva. Mientras ayudaba en las labores del campo, admiraba la belleza de los montes y de la naturaleza; fui muy curioso y eso se convirtió en mi inspiración. Luego me propuse inventar mis propios mundos”, agrega en charla telefónica.
“Desde entonces, esa es mi inspiración: lo que vivo, admiro e investigo, pero sobre todo lo que imagino; es lo que me permite volar y estar en tiempos antiguos y lejanos, pero también ir hacia adelante, imaginar el futuro.
“En mis obras hay paisajes, escenas de la vida cotidiana en las comunidades, pero son temas universales. Mi intención es comunicar, compartir el sentimiento, el pensamiento, la pasión y la creatividad. Me gusta mucho imaginar y en cada una de mis obras estoy imaginando, porque disfruto crear un mundo que no se quede en lo convencional”, detalla.
Triunfo del bien sobre el mal
Haber nacido el día de San Jor-ge (23 de abril) es un factor que Jorge Domínguez Cruz considera determinante en su vida, ya que para la Iglesia católica se trata del santo que representa el triunfo del bien sobre el mal, luego de que la leyenda cuenta que montado sobre su corcel blanco dio muerte a un dragón.
Sin embargo, asume que la suya es “una lucha más modesta, aunque igual de importante”, pues como artista busca compartir, promover e inspirar, a través de su trabajo, el respeto y el orgullo por los valores y la riqueza de su cultura tének, como se nombran en su lengua originaria los huastecos.
Como promotor cultural, trata de impulsar “un cambio de mentalidad” entre los pueblos que conforman su cultura “para impedir que nos sigan imponiendo o manipulando”. Por esa razón hace siete años decidió regresar a vivir a su comunidad, tras haber habitado en la Ciudad de México por 18 años.
Desde entonces, organiza cada año en su comunidad el festival Fiesta Huasteca y en la actualidad trabaja allí en la construcción de una torre de 17 metros de altura con decorados de elementos surrealistas. Además, tiene los proyectos de crear un jardín escultórico, como el de Edward James en Xilitla, San Luis Potosí, y edificar un museo.
Su búsqueda también lo ha llevado a incursionar en el activismo político y a participar en las pasadas elecciones de 2021 en busca de la presidencia de su municipio, y aunque lamenta haber perdido, se dice orgulloso por su valor para postularse y buscar un cambio.
“Mi intención siempre ha sido que se reconozca y valore nuestra cultura, hacerla presente en mi región, porque la mayoría de los habitantes del municipio (80 por ciento) somos indígenas. Hay tanto qué ofrecer y hacer por nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestra lengua, pero no me dejaron, se impuso el dinero. Pero fue un hecho histórico, porque es la primera vez que un indígena, alguien que viene de abajo y es de la comunidad, participa en esas elecciones.”