A principios de 2023, el cantautor, escritor y actor australiano Nick Cave despotricó contra la inteligencia artificial. Cave respondía en un blog a un seguidor que le había enviado letras de canciones “al estilo de Nick Cave” generadas por el ChatGPT. “Con todo el amor y el respeto del mundo, la canción es una mierda y una burla grotesca de lo que es el ser humano. Las canciones surgen del sufrimiento... hasta donde yo sé, los algoritmos no sienten”, agregaba el músico. “Los datos no sufren. El ChatGPT no tiene un ser interior, no ha estado en ninguna parte, no ha soportado nada”.
Ahora, una búsqueda en Google arrojará una interminable IA capaz de hacer que el lirismo sea universal: Audoir para letras de canciones y poesía, Jarvis para desterrar el bloqueo del escritor y ChatGPT para cualquier cosa, todo y más.
Cave no es el único artista que ha sido víctima de la imitación de la IA. Amy Winehouse, Nirvana y Jimi Hendrix se encuentran entre los que han tenido su sonido imitado por medio de esta tecnología. The Lost Tapes of the 27 Club, un proyecto que busca resaltar la crisis de salud mental en la música, utilizó IA para producir “nuevas canciones” al estilo de Winehouse, Hendrix y Kurt Cobain, todos los cuales murieron a los 27 años. Sus respectivos catálogos se alimentaron mediante redes neuronales diseñadas para estudiar y replicar los ritmos, melodías y letras que hacen suya su música.
Pídele a el ChatGPT que “escriba una canción al estilo de Beyoncé”, y el software lo hará más rápido de lo que puedes escuchar. Éste es un imitador eficiente y convincente. Pero mientras que la inteligencia artificial pueda parecer el futuro de la escritura musical, los modelos de lenguaje como ChatGPT son una gran contradicción, porque la tecnología moderna sólo puede mirar hacia atrás. No hay ingenio humano.
“La música de IA es pastiche”, indica el especialista en música de aprendizaje automático de la inglesa Universidad Queen Mary, el profesor Nick Bryan-Kinns. “Es sólo copiar lo que los humanos han hecho...La IA en realidad no está creando significado en sí misma. No está diciendo: ‘Aquí hay una canción sobre mi experiencia de ser una IA y esto es lo que se siente’”, agrega. “No hay innovación. Puedo hacer una canción de Nick Cave al estilo de Abba (en el ChatGPT), pero ese soy yo, como humano, haciendo esa idea. La IA siempre está mirando hacia atrás, generando cosas a partir de lo que los humanos han hecho anteriormente”.
“No es como si la IA saliera, se enamorara, se le rompiera el corazón, viera el amanecer y se emborrachara; no hizo eso. Por tanto, no es capaz de transmitir el mismo contenido emocional”, agrega, haciendo eco en lo que dijo Nick Cave.
Sin emociones
En 2018, el compositor iraní de música electrónica Ash Koosha pareció contradecir la narrativa de la IA sin emociones cuando lanzó a un cantante y compositor de IA llamado Yona, cuyas letras sorprendieron a los oyentes con su vulnerabilidad y emoción. “El que ama tu sonrisa siente la tormenta entrando por tus ojos”, escribía Yona.
Pero incluso, los sentimientos de Yona, producidos a partir de un modelo de lenguaje como una “versión muy temprana del ChatGPT” fueron tomados de la humanidad. “Entrenamos a Yona en escritos de autor”, señala Koosha. “Todo esto fue para crear frases que resonaran con la gente”.
Y la IA está resonando con la gente, ya sea como una intrigante estrella pop distópica o como una herramienta creativa. Cada año los países compiten en un concurso anual de canciones de IA. “Siento que estamos en el fin del arte humano”, afirmó la música estadunidense Grimes (ex pareja de Elon Musk). “Una vez que haya AGI (Inteligencia General Artificial) será mucho mejor que nosotros para hacer arte”.
El éxito de las máquinas en espacios artísticos ha causado pánico. Si los modelos de lenguaje tienen el conocimiento de Internet y la capacidad de transmitir nuestras emociones, ¿dónde deja eso la creatividad humana? “Da miedo la idea de una máquina escribiendo una canción”, menciona el cantante y compositor inglés Conal Kelly. “Me preocupa que la IA diluya los gustos musicales en la medida en que sea imposible saber que ha sido escrito por una máquina frente a un humano, o el público prefiera la composición de canciones de IA. Ese es un lugar peligroso para el mundo. Para un artista”.
A Kelly le preocupa que haya una falta de motivación o emoción para convertirse en compositor. “El listón se pondrá tan alto con tan poco esfuerzo que para que alguien tenga el mismo nivel que la tecnología, necesitaría años de práctica y experiencia para competir”, afirma. “Me imagino que esa idea será demasiado desalentadora para que muchos compositores más jóvenes la lleven a cabo”.
La nueva tecnología siempre ha provocado miedo a tocar, interactuar o ser remplazado por la máquina. Y en 2023, la ansiedad del día, asustando a todos, desde analistas de datos hasta asistentes legales, es la idea de que la inteligencia artificial está llegando para ejecutar sus trabajos, incluidos los de los compositores.
Herramienta de apoyo creativo
Bryan-Kinns predice que el peor de los casos es que “no hay posibilidad de que los músicos humanos publiquen algo porque el mercado esté totalmente dominado por la música de la IA que responde a las tendencias de las redes sociales. Una especie de visión distópica donde la IA está generando música personalizada, sin depender de ningún músico humano”.
“Si eres un compositor cuyo trabajo en el estudio es simplemente arreglar y hacer una canción como un collage de todas las canciones pop del pasado, tus días están contados”, dice Koosha. Sin embargo, a pesar de sus preocupaciones, tanto Kelly, Bryan-Kinns y Koosha creen que el mejor escenario del futuro es que la IA mejore y enriquezca el proceso creativo humano y nos empuje a ser mejores.
“Tal vez deberíamos llamarla una herramienta de apoyo creativo”, predice Bryan-Kinns. “Cuando un músico se queda atascado en una línea, la IA podría darle diferentes metáforas. Una especie de creación de un superhumano”.
En riesgo, la propiedad intelectual
La banda pop inglesa Blossoms recibió la ayuda de AI al escribir su exitosa canción Your Girlfriend. “Encendí el televisor y alguien dijo que estaba enamorado de la novia de su amigo”, explicó el líder del grupo Tom Ogden. Luego buscó en Google “Estoy enamorado de la novia de mi amigo”, leyó una publicación de un blog de alguien con el mismo problema, tomó prestadas líneas y las convirtió en letras (al igual que Yona), antes de pedirle un título a un generador de nombres de canciones de IA. “La inteligencia artificial recorre Internet y escanea todas las letras, pero nunca proporciona ningún crédito”, expone por su parte Bryan-Kinns.
El verano pasado, el gobierno presentó propuestas para enmendar las leyes de derechos de autor que permitirían a los creadores de IA explotar los catálogos de los músicos sin permiso ni compensación. Es decir, los artistas no verían una sola libra por su trabajo ni tendrían ningún aporte creativo sobre las canciones hechas con su influencia. Pero el ex ministro de propiedad intelectual en Inglaterra, George Freeman, anunció en febrero que estas propuestas habían sido abandonadas. En última instancia, la tecnología ha avanzado innumerables veces y no ha remplazado la creatividad humana, pero los artistas necesitan protección para no ser explotados.
“La gente se preocupaba por el gramófono hace 100 años”, recuerda Bryan-Kinns. “Pensaron que el video y MTV matarían la música. No sucedió. La gente simplemente cambió la forma en que se hace y se persigue la música”. Cabe recordar que David Bowie utilizó un aleatorizador lírico digital en los años noventa. Y Ada Lovelace, una de las primeras programadoras de computadoras, dijo que éstas podían hacer música en 1843.
La creación humana siempre se ha adaptado y superado. Cuando Daddy’s Car, una canción escrita por la IA destinada a imitar a The Beatles fue lanzada en 2016, no vendió más que John, Paul, George y Ringo. “Los sellos discográficos han tratado de impulsar canciones que han repetido estructura y forma”, menciona Koosha. “Pero no hay una fórmula para el éxito. No hay un enfoque basado en datos”. En la música, la persona es el producto”, concluye Koosha.
© The Independent
Traducción Juan José Olivares