Madrid. En la pintura de Joaquín Sorolla hay un personaje que recorre toda su obra: el mar Mediterráneo, con sus colores y su luz, pero también con sus historias de sangre y destrucción.
El Museo Sorolla de Madrid inauguró una exposición en la que busca resaltar la presencia de ese acompañante permanente en la vida del pintor valenciano; lo hizo de la mano de otro artista de la región, el escritor Manuel Vicent, quien, además de realizar una selección de los cuadros, escribió un texto para sumergirse en ese mundo de Sorolla.
En los fastos de la conmemoración del centenario luctuoso del pintor, quien nació en Valencia en 1863 y murió en Madrid en 1923, el Museo Sorolla cambió el método habitual para montar una exposición, que es acudir a un experto o historiador del arte para buscar un ángulo o propuesta específica desde el punto de vista más técnico.
En este caso se buscó una simbiosis entre dos ramas del arte, la pintura y la literatura, de la mano del novelista y periodista Manuel Vicent, quien a lo largo de su vida, al igual que Sorolla, ha tenido al mar Mediterráneo como inspiración y presencia.
Con esta fórmula se construye, por una parte, un itinerario visual en torno a la representación del mar y sus escenas en la obra de Sorolla, y, de forma simultánea, el escritor tejió un relato, entre biográfico, literario y estético, sobre la pintura de Sorolla, sobre el mar Mediterráneo, sobre los protagonistas de las escenas de los cuadros, sobre sí mismo y su relación con el mar.
Durante la presentación de la muestra, Vicent explicó algunas de las claves para entender una propuesta en la que se intercalan de forma permanente los trazos de Sorolla con la prosa poética del escritor, que recrea con su palabras las escenas que se admiran en los cuadros. “Joaquín Sorolla representa a una España clara.
“En principios del siglo, España se divide en dos: la de Zuluaga, que es una España con unos tintes amorotados, unos caballeros adustos, calvos, puntiaguados; es esa España sentada, seria, como debía ser. Y diferente a esa eternidad histórica, que fue apadrinada por la Generación del 98 después de la derrota de España en las colonias, hay otra España que no se resigna a no ser feliz, a no ser luminosa, a no ser clara, a no tener derecho al placer, aunque ese placer esté trufado de un esfuerzo brutal por la supervivencia. Es la España de Sorolla”, explicó Vicent.
Entendimiento de la luz
El escritor también profundizó en uno de los grandes aportes artísticos de Sorolla, que es su forma de entender y plasmar la luz: “La luz es contradictoria; debajo de la luz blanca refulgente siempre hay una luz negra y constante. Y dentro de un sí hay un uno, y dentro de un no hay un sí. Pensar que Sorolla es un pintor superficial porque pinta la superficialidad de las cosas es errar. Para mí, como decía Paul Válery, es la profundidad de la piel, lo más profundo del ser humano está en la piel.
“Los que algunos lo han visto como un pintor superficial dotado de una genialidad en la mano, no creo que entiendan hasta el fondo lo que es la conquista de la luz o el fondo de la materia. El mar es un forma, pero la luz también es otra forma, y ahí tenemos en medio a Sorolla.”
En cuanto a ese mar Mediterráneo, que está tan presente en su pintura, Vicent detalló que “el mar Mediterráneo da para mucho. Es sangre, por la violencia brutal que ha habido a lo largo de la historia y que también la hay ahora.
“El Mediterráneo son tres dioses malencarados tirándose entre ellos a matar, son todas las culturas entreveradas, como cuando leemos a Homero, en la época en la que las palabras no se habían juntado por primera vez, y habla de ese mar binario color vino, hay que saber que ese vino es sangre derramada. Esa es la esencia del Mediterráneo, donde está el sí y el no a la vez. Se puede ser profundamente superficial, aunque eso parezca una contradicción, y buscar en la oscuridad donde en la oscuridad no existe nada más que la propia confusión.”
La simplicidad como reto
Para Manuel Vicent, Sorolla llegó a la culminación del arte cuando alcanzó la “simplicidad”: “Es una conquista llegar a la simplicidad, a la desnudez de las palabras. Las cosas, incluso los cuerpos, cuanto más desnudos, más se ven. Más se llega a la simplicidad con la desnudez. Entonces, yo creo que captar con una pincelada ese momento inmortal de la luz es de una profundidad increíble.
“Más allá de la materia, ahora se ha demostrado que la luz es materia, es sólida, tiene sonido, tiene música, así que en una pincelada de luz blanca están todos los sentidos corporales. En esa pincelada, si uno se limita a oler, a sentir lo que esa pincelada significa para ti, para tu memoria, estás entrando en un cuadro de Sorolla. Y no creo que haya nada más estético que poder bañarse dentro de un cuadro de Sorolla.”
La exposición estará abierta al público a partir de este martes y cerrará el próximo 17 de septiembre.