El anuncio de las autoridades de Estados Unidos de su decisión de capturar a los hijos de El Chapo Guzmán – Los Chapitos– busca, a todas luces, advertir que ellos, y nadie más, son capaces de frenar la carrera delictiva de esos sujetos y de paso demeritar la labor del gobierno mexicano.
Desde luego, se trata de un discurso tramposo con el que se pretende dejar de lado la responsabilidad de las autoridades del vecino del norte respecto de lo que deberían hacer dentro de su país, y de paso aprovechar la animadversión de los medios de comunicación contrarios a las políticas de la 4T para darle credibilidad a la falacia.
La delegación mexicana que viajó a Washington para establecer políticas conjuntas de lucha contra el tráfico de armas y drogas, en este caso fentanilo, principalmente, y que estuvo encabezada por la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, dejó en claro, por boca de la misma funcionaria, que el trabajo de nuestro país no es palabrería, sino hechos contundentes.
Pero también habló de algo que no se acepta de aquel lado: de soberanía. Y eso sonó a ofensa para muchos que buscan utilizar nuestro país como comodín electoral, o bien de los que tienen ganas de renovar los privilegios que en sexenios pasados tuvieron las agencias antidroga que operaron en territorio nacional, como si este fuera el patio trasero de su casa.
En ninguno de los dos casos se dio carta abierta a los gringos, lo que los enfureció a tal grado que, un par de días después y para que su poderío se notara, señalaron que irán por Los Chapitos y la fauna que los acompaña, donde estén, incluso en suelo mexicano.
Y no sólo eso, también se ha desatado un ataque frontal en contra de las fuerzas armadas. Por parte de Estados Unidos la idea busca, al parecer, enfrentar a la marina contra el ejército, crear un conflicto que menoscabe la efectividad de estos organismos que algo han de estar haciendo bien.
Sí, parece que les preocupa que la estrategia esté funcionando, que las cosas, como dijimos, se estén haciendo bien, y entonces hay que atacar, dividir, no les parece un mal plan y lo llevan a efecto, y todo porque se les dijo, y muy claro, que México es soberano.
Allá, de aquel lado del Bravo, como decían los clásicos, Rosa Icela Rodríguez se ganó un respeto que muy pocos han logrado, y no, no se trata de convertirse en cómplices, como hizo García Luna, sino de poner sobre la mesa el trabajo que se hace en nuestro país, que, desde luego, requiere colaboración pero no sometimiento. Eso lo dejó en claro la secretaria Rosa Icela.
Pero, por otra parte, ya era hora de que nuestros legisladores empezaran a presionar a los de aquel lado para que hagan algo en sus calles, donde se trafica con enervantes de todo tipo a mañana, tarde y noche.
Así que la pregunta es: ¿de qué sirve la DEA si no es posible que detenga el tráfico de drogas en su país? ¿Por qué no miran hacia adentro y se ponen a trabajar en los lugares del tráfico y sólo buscan echarnos las culpas de sus fracasos? Ya es hora de que despierten nuestros políticos, ¿o no?
De pasadita
Vaya que en estos tiempos el rumor se aplica ahora en nuestro país como arma política, y si no nos cree, déjeme contarle: resulta que desde hace algunos días, Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, ha difundido en algunos círculos importantes de la alcaldía Cuauhtémoc que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, le confió que será él quien se convierta en el candidato de Morena a gobernar esa alcaldía, hoy destrozada por Sandra Cuevas, la representante de Ricardo Monreal.
¿Y entonces? ¿No que no habrá dedazos?