Aunque migrar tiene un impacto en la salud mental de las personas, ante los abusos, amenazas, temores, limitaciones y carencias que sufren en su trayecto, los programas de atención para esta población en México no incluyen apoyos en esta materia, señaló Angélica Ojeda García, del Departamento de Sicología de la Universidad Iberoamericana (Uia) en la Ciudad de México.
En un documento de esta casa de estudios sobre el fenómeno de la migración, expuso que si las personas no pueden superar el estrés crónico y los múltiples duelos ocasionados por el proceso de movilidad, menos podrán manejar el estrés normal de vida y trabajar de forma productiva.
Ojeda García refirió que de acuerdo con el Consejo Ciudadano del Instituto Nacional de Migración, la conexión entre la condición de migración y la salud mental-emocional “produce cierta susceptibilidad al ambiente y el riesgo de desarrollar algún trastorno mental”; de ahí que “se disparen las tasas de depresión crónica, las rupturas familiares, la tendencia a la conducta de ideación suicida, la violencia doméstica, el abuso infantil y su comportamiento antisocial”.
Además, indicó la investigadora, esta condición genera más barreras de adaptación para los migrantes.
Ante este panorama, apremió que es necesario diseñar y desarrollar programas sustentados en evidencias “y, de ser posible, desde un esfuerzo binacional (trasnacional), con base en la protección a los derechos humanos de esta población, que permitan prevenir el trauma y el estrés sicológico”.
Por otra parte, en el documento, elaborado por expertos de la Uia en asuntos migratorios, se denuncia también “la militarización de las fronteras” y se discute sobre los esfuerzos internacionales representados en las firmas de convenios para regular la movilidad, “mientras que hay permisividad en la violación de principios básicos de derecho internacional como la no devolución”.