Los niños de la Liga Municipal de Tijuana saltaban con los dedos extendidos, excepto el pulgar, mientras gritaban: ¡cuatro! Porque esos son los títulos que han ganado en la infantil Copa de Grandes Ligas que se jugó en los campos de la Olmeca y Maya en la Ciudad de México y que ayer se llevaron otra vez al blanquear 6-0 a la Liga Ojo de Agua, de Saltillo. Tetracampeones en cuatro ediciones, es decir, nadie más ha ganado este torneo que ya parece de su exclusividad.
Fue sorprendente la transformación de estos niños de entre 11 y 12 años, que llegan antes de cada juego con una seriedad y concentración de profesionales. Así juegan. Lanzan precisos, batean con poder y atrapan con una solvencia que provoca estupor. Apenas lograron este nuevo triunfo –algunos padres dicen orgullosos que parece que ya están acostumbrados a ganar–, salió de ellos lo que en realidad son, unos niños que juegan y se divierten, que enloquecen y se emocionan sin rubor. Aunque algunos se toman muy en serio el deporte al que piensan dedicarse en el futuro, la victoria los devolvió al universo infantil al que pertenecen.
El lanzador Jonathan Juárez, elegido el más valioso, fue ejemplo de esa seriedad. El pequeño pitcher espigado y elegante, encargado de abrir el juego, lanzó con una precisión y coordinación que no permitía observar el trayecto de la bola; apenas se oía el ruido seco del guante del receptor cuando la recibía.
El cerrador, Eduardo Muñoz, cargó con la presión de mantener el marcador intacto, de conseguir hasta el último out que significaba otro campeonato. Subió muy serio a la loma. Miraba fijo al receptor para atender las señales. Tiró rápido y con seguridad. El último out estaba al alcance, pero los rivales de Ojo de Agua también saben responder y en cualquier momento la ventaja podía desperdiciarse. Disparó una recta como si quisiera perforar la mano de su compañero y consiguió el añorado ponche final. Vaya delirio que provocó.
“Todos los pitchers soñamos que el último out sea un ponche. Y así sucedió. Miré hacia arriba, al cielo, como para darme seguridad, y lancé una recta, pero sí sentía mucha presión porque el cuarto título ya estaba al alcance.”
Todo el equipo celebró en el montículo. Y las madres y los padres miraban llenos de emoción a sus retoños en uniforme. El mánager y los coaches resoplaban de alivio y alegría, porque llegar como favoritos, admiten, se convierte en un peso que puede ser difícil de manejar.
Tantas victorias tienen una explicación, concede el mánager de Tijuana Fidel López. La Liga Municipal tiene medio siglo de historia y un éxito sin comparación. Hoy día tienen casi 2 mil niñas y niños inscritos en sus diferentes categorías. De esa organización han salido jugadores de Grandes Ligas, el más reciente Alejandro Kirk, de los Azulejos de Toronto, y unos 50 que han pasado por los circuitos profesionales de México. Además, su condición fronteriza permite a los peloteritos jugar en ambos países.
“Hay chicos que juegan tanto en Tijuana como en San Diego y al final puede ser una ventaja que pesa a la hora de competir”, piensa el mánager.
“Trabajo y esfuerzo todos los equipos que aquí participaron lo hacen, pero nuestros niños entrenan en la Liga Municipal de Tijuana y al mismo tiempo en alguna academia en San Diego; juegan de este lado y en Arizona o Las Vegas; es decir, son niños con mucha experiencia, fogueados a gran nivel.”