Mañana, cuando los jóvenes vuelvan a clases tras el periodo vacacional, la Secretaría de Educación Pública (SEP) iniciará la “Estrategia en el aula: Prevención de adicciones. Si te drogas, te dañas” en 21 mil 346 planteles de bachillerato público y privado. A través de esta campaña de alcance nacional, las autoridades buscan sensibilizar a estudiantes y padres de familia sobre los riesgos a la salud que implica el consumo de sustancias ilícitas, en particular el fentanilo.
Es necesario esperar para hacer una valoración de los contenidos que serán divulgados en las escuelas y de su impacto en la reducción del consumo de drogas, pero sin duda resulta positivo que se apueste por la educación como eje del combate a las adicciones entre la población en edad escolar. En este sentido, debe tenerse en cuenta que los adolescentes son un grupo especialmente vulnerable a prácticas de riesgo como el uso recreativo de estupefacientes, cuyos efectos y daños potenciales no siempre conocen a cabalidad. En la actualidad, estos peligros se ven incrementados por una cultura de masas que llega a glorificar el mundo del narcotráfico, así como por una normalización y banalización de las sustancias sicoactivas (que, más allá del imprescindible debate sobre su legalización, suponen amenazas insoslayables a la salud). Asimismo, cabe llamar la atención sobre el papel que las redes sociales juegan en la difusión y promoción de conductas nocivas, sin que ello implique una condena monolítica a estos espacios donde también puede impulsarse el aprendizaje, el intercambio de experiencias y conocimientos, y que brindan una alternativa de socialización, como quedó patente en los momentos más álgidos de la pandemia de covid-19.
Para ser exitosa, la campaña que arrancará mañana debe trascender los tópicos y lugares comunes acerca de los riesgos de las drogas, con el fin de generar un discurso en sintonía con las expectativas e inquietudes de los jóvenes, al que ellos puedan ser receptivos. Esto debe hacerse sin olvidar que el mensaje más poderoso es la verdad. En el caso del fentanilo, los hechos indican que es urgente atajar la propagación de su consumo antes de que cobre las dimensiones de una tragedia de salud pública como la experimentada en Estados Unidos. También es necesario remarcar que no se trata de un sicoactivo más, sino de una sustancia altamente adictiva y letal incluso en dosis muy bajas, motivo por el cual no se le puede tomar a la ligera.
En el entendido de que la información es un insumo crucial en los esfuerzos de prevención de las adicciones, debe señalarse la urgencia de actualizar los datos oficiales disponibles. En estos momentos, el estudio comprehensivo más reciente en la materia es la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (Encodat) 2016-2017. Resulta evidente que el panorama de uso de estupefacientes ha experimentado cambios profundos en los siete años transcurridos desde que se efectuó ese ejercicio estadístico. Por lo tanto, es imperativo llevar a cabo una nueva Encodat, así como diseñar y aplicar estudios específicos en torno al fentanilo que echen luz sobre la extensión del abuso del opioide en la sociedad mexicana y guíen la articulación de una política integral de manejo de la problemática.