San Nicolás, Hgo. A finales de los años 50, Josefina José Tavera, indígena otomí originaria de San Nicolás, municipio de Tenango de Doria, después de ser echada de su casa junto con sus cuatro hijas pequeñas por su machista e iracundo esposo, como “castigo” por no haberle dado un hijo varón, no se dejó llevar por la tristeza ni la desesperación y tuvo la fortaleza e ingenio suficientes para crear los primeros jatzis, palabra ñahñú que significa bordado, hoy conocidos mundialmente como tenangos y cuya venta le sirvió para salir adelante, alimentar y dar techo a sus hijas sin depender de nadie.
Así lo relató a La Jornada Glafira Candelario José, una de las hijas de doña Josefina, durante el Festival Alternativo del Día del Jatzi, que realizaron el pasado sábado los pobladores de San Nicolás en protesta por haber sido excluidos en la organización del evento que realizó la alcaldía para celebrar el Día del Tenango.
“Era una niña pobre. Mi mamá se divorció. Tenía tres años cuando salimos de mi casa. Somos cinco mujeres. Mi papá quería un hombre, pero mi pobre mamá no pudo darle un hombre; entonces, mi papá se buscó a otra señora”, relató Glafira con una expresión de tristeza al recordar el sufrimiento de doña Josefina.
“Mi pobre mamá, cuando salimos de la casa, buscó la forma de mantenernos a todas nosotras. Entonces, compró un pedacito de tela, como dos cuartitos. También compró sus hilos, un pedacito de manta y ella se dibujó”, agregó Glafira, quien en la actualidad, como en su momento fue su madre, fallecida a los 87 años de edad el 20 de mayo de 2020, es una maestra artesana.
Doña Josefina, sin tener estudios de diseño gráfico o de artes plásticas, dibujó pajaritos, perritos, conejitos, gatitos y otros animales. Luego bordó, sobre la base de esos dibujos, los hilos multicolores, dando nacimiento a los primeros jatzi, los cuales la abuelita de Glafira salió a vender a las comunidades cercanas.
Se trasladó hasta la cabecera municipal de Pahuatlán, Puebla, colindante con Acaxochitlán, Hidalgo, para ofrecerlos de casa en casa.
Aseguró que en Pahuatlán su abuela conoció a un señor que le compró algunos de los bordados y que se los llevó a la Ciudad de México para revenderlos, al parecer a buen precio, por lo que después le hizo un pedido de tres piezas más. Así, poco a poco el hombre empezó a hacer más y más pedidos.
“Pero mi mamá no tuvo un negocio grande. Con lo que ella vendía, compraba maíz, frijol y chile para que pudiéramos comer nosotras. Le pagaban poquito. Así comenzó mi pobre mamá”, puntualizó Glafira.
Llegó un momento en que doña Josefina se animó y se aventuró a ir sola a la Ciudad de México a vender sus productos de forma directa, mientras la abuela de Glafira los siguió vendiendo en Pahuatlán, donde hasta la actualidad los jatzis tienen mucha aceptación.
Lejos estaban Josefina y sus hijas de imaginar que la belleza de sus creaciones y la alta demanda de compradores iban a llamar la atención de hombres y mujeres de San Nicolás que, inspirados en ella, aprendieron a bordar y a crear diseños propios a partir de las tradiciones, costumbres y creencias de su pueblo.
“Ya después comenzó (a tejer) más gente, como doña Chavela y una tía, Fidela Cajero”, explicó Glafira, quien aseguró que ella y sus hermanas desde niñas aprendieron a hacer los jatzis para ayudar a su madre.
También aprendieron y desarrollaron el arte de bordar los jatzi algunos hombres, como el ya finado Refugio Gómez y Margarita Patricio Dolores, quien murió el 4 de abril de 2022 a los 79 años, considerada la dibujante más hábil y longeva de San Nicolás.
Josefina enseñó y compartió a prácticamente todos los hombres y las mujeres del pueblo sus técnicas para dibujar la tela y bordarla, con lo que además de desarrollar un arte, generó una fuente de empleo para los indígenas de esa región enclavada en la sierra hidalguense.
Trabajo complejo y laborioso
“Me gusta mucho mi bordado, porque es mi trabajo desde chiquita hasta hoy”, dijo con orgullo Reina Candelario José, una de las hermanas mayores de Glafira (68 años), quien fue entrevistada mientras bordaba un enorme mantel de cuatro por cuatro metros, con complejos dibujos que ella misma trazó y que, explicó, va a tardar un año en terminarlo.
“Llevo apenas un metro. Me falta mucho”, mencionó sonriendo, luego de confirmar que su madre, ella y sus tres hermanas aprendieron a bordar tras el desprecio de su padre, del que prefirió no hablar.
En contraste, explicó con alegría, a través de su mantel pretende plasmar con múltiples y bellas imágenes las tradiciones de su pueblo.
En uno de los dibujos que ya fueron bordados muestra los elementos esenciales de la ofrenda y el altar que se coloca a los santos difuntos el Día de Muertos o Xantolo, de gran arraigo entre los pueblos indígenas de Hidalgo.
En la parte central del mantel, Reina Candelario bordó la imagen de la Virgen de Guadalupe, que aseguró le ha hecho muchos milagros y a la que considera la “madre de todos los pueblos”.
Fortino Patricio Calixto, esposo de Glafira Candelario, quien al igual que su cónyuge desde pequeño aprendió el arte de bordar, también desarrolló de forma empírica la habilidad para hacer los hilos de algodón necesarios para elaborar los jatzis.
Ante la falta de dinero, construyó con palos, varas de madera y una caja de cartón cuadrada una rueca.
Glafira, su hermana Reina y su esposo Fortino, junto con los otros artesanos y bordadoras de San Nicolás, participaron el pasado sábado 8 de abril en un Festival Alternativo para conmemorar la creación del jatzi, que se realizó en el centro de la comunidad.
En contraste, rehusaron participar en el evento oficial que realizó ese mismo día la alcaldía, encabezada por el edil morenista Erick Mendoza, en la cabecera municipal, con el propósito de celebrar el “Día del Tenango”, al considerar que no fueron tomados en cuenta en la organizaron del festejo.
En el Festival Alternativo, los vecinos de San Nicolás hicieron un exhorto a las autoridades municipales, estatales y federales para que el evento oficial se haga en la localidad y manifestaron su rechazo a que se sigan llamando tenangos a los bordados, al estimar que no surgieron en la cabecera municipal, por lo que exigieron que se les regrese su nombre original de jatzi.
Tal como afirmaron Glafira José Tavera, su hermana Reina y otras maestras artesanas, los bordados “no nacieron en Tenango de Doria, sino en Nzesni”, palabra otomí que significa lugar sembrado de sabinos y que al ser españolizada durante la Colonia por los sacerdotes católicos se transformó en San Nicolás.