En lugar de atacar las causas de la sequía en la cuenca del Cutzamala, entre los estados de México y Michoacán, el gobierno federal impulsa acciones como el “bombardeo de nubes” con una sustancia de origen militar y cuyo empleo genera riesgos, sostuvo la especialista uruguaya Silvia Ribeiro.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) pidió tener precaución con el uso del yoduro de plata, ya que puede provocar desequilibrios locales en el clima y el tiempo atmosférico, indicó la experta, directora para América Latina de la organización internacional Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración, con sede en Canadá, y colaboradora de La Jornada.
Aún no se comprenden las variaciones, por lo que la OMM recomendó no usar esa tecnología. “Lo grave es que se vea como posibilidad de atacar la sequía sin atender lo que la ocasiona”, recalcó Ribeiro en entrevista.
El yoduro de plata es una sustancia bioacumulable en el ambiente que Estados Unidos aplicó durante la guerra de Vietnam para inundar territorios donde había resistencia, señaló Ribeiro.
Después de un “bombardeo de nubes” en el Cutzamala a fines de marzo no hubo incrementos de lluvia en la región, donde las tres presas del sistema –que abastecen de agua a la tercera parte de la población del valle de México–, están con los niveles históricos más bajos, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
El 22 marzo, durante la conferencia matutina en Palacio Nacional, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, explicó que la dependencia, según la Conagua, buscaría la forma de provocar lluvia con ese programa en el área de Cutzamala, “donde hay humedad y nubosidad”.
Más tarde, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) informó que el plan se aplicaría del 28 de marzo al 7 de mayo en 438 mil hectáreas.
Para el “bombardeo de nubes” se usan partículas de yoduro de plata y acetona que se lanzan a las nubes desde la aeronave King Air 350i de la Fuerza Aérea Mexicana. La Sader asegura que esas sustancias no causan ningún impacto ambiental.
Éste es el tercer año del programa en el que se han hecho 250 vuelos, sobre todo en el norte del país.
Incertidumbre y bajo rendimiento
Ribeiro apuntó que la tecnología fue desarrollada para la guerra de Vietnam y la información relativa estuvo clasificada mucho tiempo por Estados Unidos. “Fue el Proyecto Popeye y sí se utilizó. Pensaron que inundarían todo. No sucedió. Se trata de tecnologías hostiles”. Ya hay una industria en torno a esto, son “vendedores de lluvia”.
Agregó que, según la OMM, los resultados de aumentar la precipitación, en el mejor de los casos, es de cero a 20 por ciento. “Es casi lo mismo que si lloviera” de forma natural.
Silvia Ribeiro dijo que para la OMM esta tecnología tiene mucha incertidumbre y, para empezar, debe haber nubes en los sitios donde se aplica. “Lo que hace es apurar o mover la precipitación de lugar; esto ocasiona que se quite agua de otro sitio”. Por ejemplo, en el Cutzamala “hay campesinos que dependen del temporal y, si se les quita la lluvia, se afecta la producción de sus alimentos, lo que puede dejar un impacto negativo”.
Recordó que en Puebla, en 2018, la automotriz Volkswagen utilizó el bombardeo antigranizo y alrededor de 3 mil campesinos de los alrededores resultaron afectados. “Cuando se cambia el proceso de las nubes se provoca un impacto en otro lado”.
Mencionó que donde ha habido manipulación de nubes a gran escala, como en China y Emiratos Árabes, surgieron efectos secundarios peligrosos, desde inundaciones hasta sequías. “En China, durante los Juegos Olímpicos, se sacaron nubes e hicieron llover en otros lados y las provincias cercanas quedaron inundadas”.
Además, alertó, hay incertidumbre sobre el empleo del yoduro de plata, pues a nivel internacional está clasificada como una sustancia altamente tóxica y cancerígena. “Se dice que la cantidad que se dispersa es pequeña y no tiene un gran efecto, pero estudios de la OMM muestran que el uso repetido de esta tecnología deriva en su acumulación”.
Estableció que la manipulación del clima es una de las grandes líneas de la geoingeniería. El Convenio de la Diversidad Biológica de Naciones Unidas, del que México es parte, estableció en 2010 una moratoria en ese campo, que sigue vigente.