El baile siempre ha estado presente en la historia de la humanidad y ha tenido una función de cohesión social, de socializar, y de identificarse como parte de una comunidad de manera placentera, sostiene el investigador y crítico de arte Juan Hernández.
El movimiento del cuerpo de manera rítmica es una de las tantas formas cotidianas que las personas ejercen para relacionarse, y ha sido de relevancia en el desarrollo cultural. Esta práctica la encontramos en las culturas más ancestrales como lenguaje indispensable de integración social, guerrera o religiosa.
Hernández explica en entrevista que “también tiene que ver con una catarsis social, como una forma de romper la cotidianidad y las distintas maneras de represión que existen sobre los cuerpos”.
Considera que el baile con pareja o sin ella es una de las formas de la danza más honesta y es importante para la sociedad, aunque no se le quiera ver como arte, pero sí como una expresión genuina de los cuerpos de buscar el placer y un estado de diversión y de figuración de su existencia, que no sea el de la realidad cruda de todos los días.
“Siempre ha tenido esa función de juego en el que podemos expresarnos como parte de un grupo para generar lazos fuertes y estados placenteros que permiten la armonía.”
Al referirse al country dance, señala que se originó en las Islas Británicas en el siglo XVI y de ahí se llevó a Francia donde se nombró angloise, aunque también se le conocía como contradance. “Hay miles de formaciones de este estilo que se esparcieron por el mundo y, desde luego, en América, donde se le llamó folk dancing, teniendo su mayor desarrollo en Estados Unidos. En relación con los bailes humorísticos de la corte de Luis XIV, en el siglo XVIII, sostiene que eran comedias ballet, algunas compuestas por Moliére.
Evolución histórica
“El contradance relacionado al folk que conocemos en el país ha tenido su propia evolución histórica, estética y social. Posee una función de cohesión, de armonía en la sociedad, de fiesta, de juego, de placer, incluso de encuentro; además, participa la comunidad, porque todos bailan con todos”, agrega.
De acuerdo con Hernández, los bailes populares, como el country, son apropiaciones en las que hay una adaptación a la cultura de la comunidad y del espacio social. “Es interesante que hasta en las fiestas de salón se termina con un baile de ese tipo, es como una tradición que parece que no hace caso de las fronteras, aunque se puede pensar por prejuicio que son las clases populares las que lo bailan”.
Agrega que en bodas y 15 años se suele bailar country, popular por las canciones del grupo Caballo Dorado. “Es un baile de secuencias muy intuitivas que no necesariamente se tienen que ensayar, ya que se puede integrar al grupo”.
En opinión del investigador, tiene un toque cómico cuando las personas tratan de seguir la secuencia, pero se equivocan y chocan. “Entramos en un terreno bastante profano en el que hay una especie de enjuiciamiento y en el que podemos sacar esta parte nuestra de jugar, inventar, resolver en el transcurso del baile. Este estilo está hechos para que la gente se integre de manera intuitiva y asuma el movimiento”.
Añade que estos bailes tienen que ver con la identidad de ciertos lugares; por ejemplo, en Tijuana la población, aunque no sea necesariamente del norte, tiene interés en lo vaquero, la charrería y practica el estilo calabaceado.
“Es un baile relativamente joven con el que se identifica a Tijuana y a su gente; eso es interesante, porque es una ciudad joven a la que por lo regular no le damos valor en términos culturales, como a los pueblos que fue Mesoamérica.
“El calabaceo es muy agotador, pueden llegar a bailar hasta mil personas en un estadio. Se practica con botas de vaquero, pantalón de mezclilla, sombrero y paliacate rojo. Se recrea el ambiente de rancho, porque para la gente es importante recuperar esa parte que abandonaron de su lugar de origen y revivirlo a través del baile.”