Conocí a Jorge Carpizo durante una época en la que el país vivía un ambiente político muy tenso. De manera directa, constaté su defensa de la democracia, incluso siendo parte del sistema.
En la víspera de las elecciones de 1994, de forma sorpresiva Carpizo renunció a la Secretaría de Gobernación y a la presidencia del IFE. Nunca hizo público el motivo, pero trascendió que el presidente Carlos Salinas no les había “leído la cartilla” a los gobernadores del PRI, quienes eran los operadores de las trampas en las elecciones. Acudimos todos los consejeros ciudadanos del IFE a pedirle que reconsiderara su renuncia. Lo hizo, pero para entonces ya había cimbrado la bolsa de valores y la estructura financiera de México. Mientras tanto en el IFE, al acercarse las elecciones, la actitud que predominaba afuera y adentro de la institución era de desconfianza. Carpizo acuñó la frase de que el proceso electoral se estaba volviendo una “feria de las desconfianzas”: se desconfiaba de la imparcialidad de la maquinaria, de la eficacia de los observadores, del funcionamiento de las casillas y del padrón electoral, que era el punto más sospechoso.
En el momento en que nosotros nos incorporamos al proceso electoral, en mayo de 1994, se dudaba de la congruencia del registro electoral. Jorge Carpizo pensaba también que el padrón podría ser alterado por un fraude cibernético. Realizamos múltiples análisis y estudios de carácter técnico, después de las auditorías y contraauditorías que hicieron instituciones nacionales y extranjeras y de un comité técnico convocado ex profeso, integrado por científicos mexicanos de primera línea; el resultado fue que el padrón era uno de los más confiables del mundo, con un grado de consistencia mayor a 96 por ciento. A pesar de ello, el representante del PRD, Samuel del Villar, insistía en la inconsistencia del registro.
El día de las elecciones me acerqué a Carpizo, quien me preguntó: “¿No era ese resultado el que esperábamos, verdad José Agustín?”, y le respondí: “Mira, Jorge, finalmente tenemos votaciones creíbles… pero en condiciones injustas, inequitativas”.
A 11 años de la muerte de Jorge Carpizo, vale la pena recordar estos incidentes que formaron la cauda de contradicciones que caracterizó a los procesos electorales y que hasta hoy, penosamente, han empezado a superarse.