Los lectores y su natural algarabía se apoderaron ayer de la Plaza de la República con la apertura de la edición 15 del Gran Remate de Libros y Películas. Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, destacó que esta venta, que concluirá el próximo domingo, significa “la recuperación de la lectura como un eje sustantivo de la conciencia y la transformación”.
Durante la inauguración oficial cientos de personas ya paseaban en las 10 carpas donde se ubicaron los más de 350 sellos editoriales que participan en el remate en el Monumento a la Revolución. Unos cuantos asistentes arrastraban enormes maletas para llevarse su inversión libresca. Otros estaban acompañados con niños o caminaban en parejas, la mayoría eran jóvenes ávidos de entretenimiento y cultura.
El murmullo causado por los comentarios de libros se mezclaba con los pasos, el sonido producido por hojear ejemplares, el deslizamiento de los envoltorios plásticos y las preguntas sobre los precios, cuyos promedios rondaban 100 pesos.
El calor arrecia en las afueras de este espacio. Las cortinas y los techos níveos de las carpas refulgen de forma similar al piso de la Plaza de la Revolución. Algunos vendedores vocean bebidas frías, tacos de canasta o helados.
En sus primeras horas, la asistencia al gran remate superó la que se vio en buena parte de la reciente Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Unos momentos antes, Paloma Sáiz destacó que el remate que organiza es muy importante por poner al alcance de todo el público ejemplares que han estado mucho tiempo en bodegas, “libros que siempre tienen un lector que los está buscando”.
Los jóvenes atentos a los ejemplares en exhibición escudriñan entre los libros apilados, revisan con minuciosidad los pabellones en busca de lo que sólo ellos saben está dentro de sus gustos y posibilidades.
En una imagen memorable, a la mitad de un largo stand, una madre recibe en préstamo una silla para colocar a su pequeño de meses. Mientras el bebé permanece entre los volúmenes, la mujer recorre con calma las hileras de títulos y muestra algunos a otro de sus hijos. El menor quizá nunca recuerde esta ocasión, pero los libros serán parte de su vida.
En otro local una niña se emociona al ver un texto que le llamó la atención y exclama: “Ahhh, mira, mamá. ¿Cuánto cuesta?”, y enseguida sujeta el libro con las manos para evitar que alguien más se lo lleve.
Minutos antes Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, aseveraba: “No podemos pedirle a la sociedad que deje de comprar una torta, a adolescentes de prepa, pero les podemos decir que con el valor de media torta puedes comprar un libro,” y agregó: “Logramos que hoy en la Ciudad de México el libro esté en un promedio de 30 o 40 pesos. En las librerías de todo el país, está en un promedio de 200 o 220 pesos. Este es el gran fenómeno que se produce aquí”.
Taibo II explicó: “Hay que romper la mentalidad neoliberal de que el libro es un objeto mercantil para volverlo lo que es: un bien cultural. La batalla es por que este país lea más, más barato, más divertido y más inteligente”.
En la vialidad que circunda el Monumento a la Revolución los compradores llevan sus libros en bolsas o en las manos. Un poco más allá, un par de ciclistas intenta equilibrar sus ejemplares para subirse a sus vehículos. Así concluyeron este paseo por los libros.