Ciudad Juárez, Chih., El alba apenas se asoma y decenas de migrantes llevan horas haciendo fila en el lado mexicano del puente fronterizo. Algunos llegaron desde las 11 de la noche.
El reloj marca ya las seis de la mañana y un ventarrón azota el extremo norte de esta urbe. Lucen ansiosos, un tanto desesperados. Son de los pocos privilegiados que han obtenido una cita para solicitar asilo en Estados Unidos a través de la app lanzada a finales de enero: CBP One.
Es la novedad digital de Washington –que sólo funciona en las ciudades fronterizas, Guadalajara y la Ciudad de México– en un intento por simplificar la entrada regular de migrantes de cualquier nacionalidad. Sin embargo, la saturación por la inmensa demanda prácticamente ha colapsado el sistema.
La espera se ha vuelto frustrante para la comunidad de extranjeros varada en este histórico punto fronterizo. Calculan que al día sólo una de cada 200 personas lo consigue –la cita se da para días después. Por el cruce Juárez-El Paso sólo hay 70 trámites diarios.
Día a día, a las nueve de la mañana el sistema se libera y, dos minutos después, aparece en la pantalla del celular una leyenda que rompe cualquier ilusión: “Por hoy no hay más citas disponibles”. Muchos lamentan a gritos, otros ríen por un nuevo revés. “¡It’s not today!”, suelta alguno.
Los afortunados
Envueltos en recias chaquetas –esta mañana el frío es intenso–, los dos Tonys, padre e hijo adolescente, originarios de Maracaibo, Venezuela, llegaron a la fila desde las cuatro de la madrugada del martes.
La app les aprobó la cita hace ocho días, pero estaban en Monterrey. Tuvieron que empeñar sus últimos ahorros para recorrer los mil 61 kilómetros que los separaban de Ciudad Juárez –que en 1865, teniendo aún el nombre de Paso del Norte, fue refugio del presidente Benito Juárez tras su periplo por el país para mantener la causa republicana ante un imperio sostenido por una invasión de Francia–.
En la línea se movían intranquilos. Los rumores advierten que “por cualquier cosa te regresan” y proliferan de voz en voz ante la imposibilidad de obtener una cita.
“Esta gente (las autoridades estadunidenses) nos quieren quitar la esperanza, pero no podrán. El empeño de muchos es cruzar, de una u otra forma. Nosotros queremos hacerlo legal, porque estarse escondiendo (de la migra) no es vida. Ni tatuajes tenemos, no sé si es importante, pero uno ya no sabe qué creer”, dice el padre.
En años recientes los flujos migratorios hacia el norte han ido en aumento. Cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadunidense (CBP, por sus siglas en inglés) muestran que en los dos primeros meses de 2023 más de 300 mil extranjeros fueron detenidos y retornados –la gran mayoría a México– en su intento por cruzar la frontera sur de Estados Unidos. El pasado año fiscal el número superó 2.3 millones de personas.
Las históricas cifras de movilidad irregular han puesto en jaque a Washington y a México, al grado de que hoy el tema migratorio es central en las negociaciones bilaterales en materia de seguridad.
Esta mañana en la fila hay no más de 70 personas. Niños, mujeres, hombres. Todos empeñados en un sueño: conseguir un trabajo y apoyar a sus familias.
Veinte minutos antes de las siete se abren los accesos. Pagan los seis pesos requeridos y caminan a lo largo del puente fronterizo, junto a miles que a diario cruzan –a pie o en auto– al otro lado, pues en Juárez hay un activo intercambio binacional.
A lejos se observan dos mástiles donde ondean las banderas estadunidense y mexicana. Es el punto exacto que divide a las dos naciones. Ahí, deben hacer una nueva fila. En sus rostros se observan ligeras sonrisas, se sienten cada vez más cerca del objetivo, pero aún falta un largo periplo burocrático.
Uno a uno, o por familias, son llamados por agentes de la CBP que revisan sus documentos. Superado ese filtro avanzan hacia el lado estadunidense, donde comparecerán en una entrevista y se comprobará si están en el sistema.
Cualquier error en el llenado de la solicitud en la app, que el pasaporte esté vencido o no tener otro de los requisitos, son motivo para que el trámite se suspenda. De ser así, son retornados a México y a empezar de nuevo el desgastante proceso.
El infortunio
La mayoría añora ese momento. De oídas han imaginado cómo es. Son pocos los que han llegado hasta ese punto.
Hay quienes logran escabullirse hasta el límite fronterizo pensando que si se entregan y solicitan asilo se les permitirá el ingreso, pero no es así. Otros son víctimas de estafadores que alteran los documentos –hay un hotel en la colonia Centro de Juárez que ofrece el CBP One–, por lo que no aparecen en el sistema.
Sandy Araujo, de Maracaibo, lleva tres meses tratando de agendar la cita, sin suerte. “Tratas de hacerlo legal, pero te la ponen muy difícil. No hay marcha atrás”.
Para sostenerse, paradójicamente este hombre trabaja en la empresa de seguridad privada que vigila el puente fronterizo. Así conoció a los Tonys. Al verlos cruzar se emociona, pero a la vez, confiesa, siente algo de coraje. “Quisiera ser yo. Van a cumplir sus sueños y a aliviar muchas penas que vienen padeciendo”.
Estima que si México y Estados Unidos no hacen más, en breve Juárez podría colapsar. “Diario entramos a la ciudad de 100 a 200 migrantes y (el CBP One) es lento. ¿Qué habrá aquí en medio año? Se requiere un método más rápido, que arroje más citas”.