El tatuaje dejó de ser una práctica masculina en menos de tres décadas. Ahora tres de cada cinco personas que se tatúan son mujeres y con la característica de ser cada vez más grande y visible, sostuvo Eduardo Cuervo Licea, quien organizó junto con el Archivo General de la Nación (AGN) la exposición Archivos y tatuajes: la piel como soporte.
El archivo desarrolló una galería virtual de esta muestra en el sitio https://bit.ly/3KuorTW.
En entrevista con La Jornada, el responsable de La Casa del Tatuador explicó que “más allá de la gráfica, el tatuaje se origina porque las personas necesitan materializar un sentimiento. No tiene tanto que ver si está bonito o feo, si es grande o chico, es más bien marcar el momento que estás viviendo.
“La pandemia fue una época en la que todos sufrimos mucho, y haber pasado por una situación tan grave se materializó en estos tatuajes. Generalmente se les vincula con esa palabra: resiliencia.”
Licea opinó que el aumento del tatuaje en las mujeres “tiene que ver con la liberación femenina. En los años 90 del siglo pasado era como de 70 por ciento de hombres y 30 de mujeres; ahora la proporción está en 40 y 60. Desde mi punto de vista, tiene que ver con la idea de: ‘soy dueña de mi cuerpo y puedo hacer con él lo que quiera’.
El tatuador con más de 30 años de experiencia, explicó que también ellas “generalmente se hacen cosas muy dulces o muy extrañas y fuertes. Entre flores y frases con las que recuerdan su fuerza, que sobrevivieron y tienen que irse por un camino”.
Relató que este fenómeno “ha sido muy elitista, que sólo se tatuaban las esferas más altas, y también ha estado superabajo, que sólo tatuaban a los esclavos. Ahora ya no hay distinción. He tatuado a médicos, diputados, senadores, sicarios, narcotraficantes, enfermeras, mecánicos, licenciados y dentistas. El estigma que se tenía en los años 70 y 80 del siglo XX ya no existe”.
Cuervo contó que “la imagen que se pone cada persona significa sólo para el portador”, por ejemplo la “A”, de anarquía puede significar también el nombre de una hija. “El símbolo nazi, la suástica, hay quien se la tatúa porque cree que es por la supremacía blanca y otros porque son de la cultura hindú”.
Rechaza hacer la suástica, símbolos raciales y cualquier cosa que incite al odio, porque están muy “cargados y el portador en ese momento no lo está pensando muy claramente, pero va a causar muchísimos problemas en su vida”.
Relata que la cultura del tatuaje es cada vez más conocida. Por ejemplo, “un tatuaje muy pequeño con los años se te va a ir perdiendo, entonces entre más grande lo hagas, al envejecer va a perder menos detalles. Las personas empiezan a entender que el tatuaje tiene reglas”.
También ha cambiado el interés, pues antes se trataba de “no tatuarte en partes visibles, y ahora es muy común. Antes de 1997 los tatuajes no se veían, siempre eran en lugares donde los podías ocultar; hasta 2010 empezaban a ser como en el antebrazo y desde 2012 o 2015 se los ponen en lugares supervisibles: en la mano, en el cuello o en la cara”.
“La necesidad de que vean tu tatuaje tiene que ver con la libertad y con un compromiso con algo. Dentro del oficio tradicional del tatuaje, es lo último que te tendrías que hacer. Para tatuarte las manos es porque ya traes los dos brazos llenos, por lo menos.”
La muestra Archivos y tatuajes se expuso del 22 de febrero al 22 de marzo pasados en el AGN.
El historiador José Rodrigo Moreno Elizondo, del AGN, mencionó que esta muestra partió del interés de documentar la historia del tatuaje mexicano, por medio de materiales del acervo de La Casa del Tatuador y documentos del mismo archivo, sobre todo fotográficos y hemerográficos.
Así dan cuenta del “trayecto histórico del tatuaje en nuestro país y a escala mundial: cómo se va convirtiendo en un fenómeno con mayor presencia, aceptación, se superan los estigmas históricos y se conforma gradualmente una cultura del tatuaje”.
Eduardo Licea sostuvo que “muchas personas creen que el tatuaje es un oficio nuevo, pero, decía Lyle Tuttle, que es el segundo oficio más viejo del mundo. Tuttle se dedicó toda su vida al estudio y recopilación de la historia del tatuaje en el mundo. Murió en 2019, a los 75 años. Tenía un museo en San Francisco que cerró por la pandemia”.
Entre los documentos que se pudieron observar en la exposición se hallan los esténciles, que son la guía para hacer el tatuaje, además de artículos de periódicos, revistas, películas, afiches de cine y libros cuyo actor principal es el tatuaje; así como aparatos para hacer estos dibujos.