En la entrega del 22/09/22 narré varias tareas que estaba llevando a cabo como preparación de un libro para Policy Press, sello editorial de la Universidad de Bristol, Reino Unido. Hace dos semanas les envié la versión final del manuscrito completo. Comparto con mis lectores algunas de las ideas que escribí en el “Epílogo” al mismo. El libro será el 1er vol. de una obra en dos tomos que llevará como título genérico De la Pobreza al Florecimiento Humano. Crítica de la Economía Política de la Pobreza. El título del vol. 1 será Conceptualización y Medición Integradas de la Pobreza. El Epílogo empieza así: “Uno puede agregar mucho, o sólo unas palabras, al final de un libro complejo. Estoy feliz de estar escribiendo este epílogo. También estoy contento con su estructura, centrada en la separación entre conceptualización de la pobreza (1ª parte) y su medición (2ª parte), basada en el postulado que la medición debe derivarse de la conceptualización. Con frecuencia este debe-ser no se observa en los estudios de pobreza. Por ejemplo, el Banco Mundial (BM) toma las LP más bajas utilizadas en el mundo y las promedia para obtener lo que llama la Línea Internacional de Pobreza (LIP), que utiliza para medir la pobreza en la periferia mundial. Según Reddy y Pogge, “las estimaciones del banco sobre nivel, distribución y tendencia de la pobreza mundial se ven empañadas por tres problemas graves”. El primero de ellos es el que destaco aquí: “El banco utiliza una LIP arbitraria que no está anclada en ninguna especificación de requerimientos reales de los seres humanos”. El BM no cumple con el deber-ser mencionado pues excluye cualquier conceptualización. Un texto de Áltimir (Cepal, 1979) es un ejemplo que no cumple con el postulado que la medición debe basarse en la conceptualización. Después de analizar a fondo el concepto de pobreza y las relaciones entre pobreza y necesidades básicas, con argumentos que apuntan a un Método de Medición (MMP) multidimensional y múltiples necesidades (N), el autor adopta un MMP que reduce las Fuentes de Bienestar a ingresos y reconoce solo la N alimentaria”.
Esta separación, sigo diciendo en el Epílogo, me llevó a dividir la narrativa sobre los Principios (P) y las Buenas Prácticas (BP) en dos capítulos, cada uno de ellos en una parte diferente del libro. Esto se siente, a veces, algo forzado ya que la línea divisoria entre conceptualización y medición suele volverse borrosa. Sin embargo, creo que en general benefició al libro. Dedicar dos capítulos de la 1ª parte a la conceptualización de la pobreza y otros dos a lo que llamo Critica de la Economía Política de la Pobreza (CEPP) fue una buena decisión, pues la conceptualización queda incompleta sin la crítica. La CEPP es una crítica externa (desde la perspectiva del Nuevo Paradigma que desarrollaré más en el vol.2), complementada por la crítica interna de los MMP y de las Medidas Agregadas de Pobreza (MAP). Lo anterior manifiesta la importancia atribuida en este libro a la crítica (entendida como valoración racional de los planteamientos de otros autores, rechazando lo que se considera defectuoso y asimilando lo que se considera correcto). Utilizo la palabra “crítica” en el sentido original que tenía para Marx, opuesto al espíritu del marxismo dogmático que rechaza casi todo lo proveniente de marxistas no ortodoxos o de no marxistas, sin evaluación racional previa. La crítica externa e interna, junto con los P y las BP, conforman los fundamentos de mi enfoque de la pobreza económica en un sentido amplio, que puede ser visto como el objeto de este volumen; el volumen 2, por su parte, abordará la pobreza humana. No hay otro enfoque de la pobreza económica basado en P y BP críticamente construidos. Esta es la primera contribución original global del libro. La segunda comprende el MMIP y la nueva MAP propuesta, sensible a la distribución social total, no sólo entre pobres.
Aunque desarrollé la que llamo Variante Mejorada (VM) del MMIP en 1992 y se ha aplicado empíricamente desde 1994, el método presentado y aplicado en este libro, si bien continuación de una tradición de 30 años, incorpora tantos cambios que debería llamarse la Nueva Variante Mejorada del MMIP: NVM-MMIP. Algunos de estos cambios se implementaron hace algunos años, especialmente desde 2010, pero otros surgieron en la preparación de este volumen. Aquí ofrezco una visión global de ellas y su importancia. En 1er lugar, aunque la mayoría de los indicadores se calculan a nivel de vivienda (V) u hogar (H), las encuestas y censos captan desigualdades entre miembros del mismo H en materia de servicios de salud, seguridad social, educación y tiempo. Promediar estos puntajes individuales como solía hacer hasta 2010 e incluso después, oculta la desigualdad interna. Es por eso que Evalúa CDMX realizó algunos cambios en 2019 para que ahora todos los indicadores se expresen como puntajes individuales, incluso aquellos que se calcularon a nivel V/H, atribuyendo los puntajes del H a cada miembro. En 2º lugar, aunque ajustar los ingresos captados en la ENIGH a cuentas nacionales (CN) es una vieja práctica llevada a cabo por la CEPAL (desde 1979), por COPLAMAR (1983) y por Boltvinik y Hernández Laos (1999), yo sólo la aplicaba cuando los datos de CN de los H estaban disponibles a tiempo, lo cual era raro. Desde los cálculos para 2018, periodo en el que se publican regularmente las CN por sectores institucionales, Evalúa CDMX ha aplicado consistentemente este ajuste, convirtiéndolo en un procedimiento institucionalizado. En 3er lugar, aunque el enfoque de presupuestos familiares de la pobreza de ingresos fue adoptado por COPLAMAR (1983) a través de la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales (CNSE), sólo incluía las cantidades requeridas de cada satisfactor y sus costos para el H nacional promedio compuesto por 4.9 miembros en 1977. Había algunas distinciones urbanas y rurales, pero sin mayores consecuencias, pues el costo de la CNSE rural era solo 4% inferior a la urbana. Esto contrasta con las enormes diferencias entre las LP rurales y urbanas en los MMP de CONEVAL y CEPAL, donde las diferencias son de 71% y 62.5% respectivamente. Este resultado de COPLAMAR no fue casual, sino consecuencia de una decisión aplicada a lo largo del programa de investigación: “Aunque austeros, los satisfactores mínimos [los umbrales] deben tener la misma calidad para toda la población. Por esta razón, las diferencias entre zonas rurales y urbanas no son el resultado de diferencias de calidad, sino más bien de costumbres, necesidades objetivas y viabilidad a corto o mediano plazo”. Las necesidades de transporte, se consideraron objetivamente menores en las zonas rurales que en las urbanas; en cambio, sombreros y rebozo se incluyeron en la CNSE rural, pero no en la urbana. Continuaré en la próxima entrega.