Pobladores de una remota aldea del norte de Guatemala recibieron este miércoles 59 osamentas de indígenas mayas que murieron en las montañas mientras escapaban de la persecución militar durante la guerra civil (1960-1996).
Los pequeños osarios de madera con velas y flores fueron apilados en un salón de la escuela pública de la aldea Jacaná, en el municipio de Nebaj, departamento de Quiché, donde serán inhumados en un mausoleo construido como "un monumento histórico" en el cementerio local.
Las osamentas serán sepultadas sin identificar, aunque el proceso de individualizar los restos continuará.
Los restos fueron exhumados de un cementerio clandestino en una aldea del vecino municipio de Chajul, otra comunidad maya Ixil alcanzada por el genocidio en la década de 1980, por el que fue condenado a 80 años de prisión el ex dictador Efraín Ríos Montt en 2013.
La sentencia fue anulada por "errores procesales" y se ordenó un nuevo juicio, el cual no concluyó por la muerte en 2018 del general a los 91 años. "Es un nuevo encuentro con sus familiares", resumió a la AFP Diego Rivera, un sobreviviente de 68 años.
Relató que se desplazó a otras aldeas para escapar de los asesinatos, desapariciones y secuestros.
Fue una experiencia dolorosa, "porque uno estando con su familia, aunque hay pobreza, uno vive bien, come bien, pero durante el conflicto armado quedamos sin comida, sin ropa, no había educación, ni salud".
"Nos quedamos sin familiares porque fueron asesinados, buenos amigos también dieron su vida, perdimos nuestros bienes materiales", afirmó.
La adversidad "nos creó la conciencia social, la solidaridad entre hermanos, el respeto y por ese respeto mucha gente sobrevivimos a conflicto armado, porque hubo unidad", agregó.
“Como animales”
Otro sobreviviente, Andrés Brito, de 55 años, relató que se refugió en las montañas por la persecución del ejército, que llegó "a hacer las masacres, quemar nuestra vivienda".
"Han pasado muchos gobiernos y no ha llegado ayuda, nos tratan como que somos unos animales, no nos toman en cuenta que hemos sufrido mucho como área Ixil", lamentó.
Tenía tres años cuando los soldados "se llevaron a mi papá y saber a dónde lo fueron a matar, lo tiraron al agua o un perro lo comió o lo enterraron, ahí si no sé nada yo", dijo.
Recordó que en la montaña eran acechados por el ejército, que destruía sus cultivos y desde aviones lanzaban bombas o balas de helicópteros contra guerrilleros.
Ricardo Pinto, miembro de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, la persecución militar obligó a los indígenas a refugiarse en las montañas, donde debían permanecer en constante movimiento.
"Las pocas siembras que lograban hacer al detectarlas el ejército las quemaba, entonces sobrevivían comiendo hierbas, semillas y raíces", explicó.
"Lamentablemente en esa dinámica solo los más fuertes fueron sobreviviendo y mucha gente joven, niños, ancianos o que tenían algún padecimiento eran los que iban falleciendo", afirmó.
Para sepultarlos escogían uno o dos lugares que podrían identificar en el futuro y que no quedaran perdidos en la montaña.
Por eso los lugareños tenían información que en ese cementerio clandestino había unos 30 restos, pero al hacer la exhumación localizaron 73 personas, doce ya identificados.
"Es un cementerio de personas que murieron de manera indirecta a causa de la violencia, murieron principalmente por enfermedad, por hambre, cansancio por los constante bombardeos y persecución", subrayó Pinto.
"No fueron víctimas directamente de las balas, pero sí de todo el contexto que dejó la violencia en sus comunidad durante la guerra", puntualizó.
"Hubo genocidio"
Pinto resaltó la importancia de sacar a la luz "un poco de esa verdad que quedó escondida en la montaña".
"Estamos convencidos de la importancia que tiene el rescatar un poco de la historia de lo que sucedió en Guatemala. Es injusto que digan que no existió un conflicto armado, un genocidio, cuando todos ellos lo sufrieron en carne propia", aseguró el antropólogo.
La guerra de 36 años dejó 200 mil muertos o desaparecidos, 93 por ciento responsabilidad de las fuerzas del Estado, según la ONU.