Una leyenda de la música africana regala su música, desde otro lugar… Ese obsequio viene contenido en una placa de cedé, en un vinil y también es intangible vía digital. Se trata de Voyageur, nuevo álbum del legendario guitarrista y cantante Ali Farka Touré. Es el primer lanzamiento de material inédito de Touré desde el póstumo Ali & Toumani, ganador de un Grammy en 2010, y presenta una colección de “gemas capturadas” en varios momentos de la ilustre carrera de Ali. World Circuit Records lo lanzó el pasado 10 de marzo.
Son nueve piezas –tres de éstas presentan la voz de la superestrella maliense Oumou Sangaré– que reafirman el estatus de Ali como una leyenda venerada de la música africana. En la producción y consolas estuvieron Nick Gold y el propio hijo de Ali, Vieux Farka Touré.
Creatividad y diversidad cultural
Grabadas espontáneamente a lo largo de 15 años, en la carretera y en el estudio entre las sesiones de otros álbumes, las canciones de Voyageur eran de inmensa importancia personal para Ali, ya que “reflejan su compromiso apasionado con la creatividad y la diversidad cultural de su tierra natal, y una vida dedicada al movimiento, como un viajero –un voyageur– entre las estepas desérticas de Timbuktu, los estudios de West Hollywood, las salas de conciertos de Londres y Tokio, y pequeños pueblos dispersos en la orilla del río de Malí, donde Ali era, por supuesto, conocido por todos”, a decir de los productores.
Desde colaboraciones ganadoras de premios Grammy con Ry Cooder y el maestro de kora Toumani Diabaté, hasta crudas grabaciones de lo-fi realizadas en su remoto pueblo natal, la inimitable voz de Ali y su hipnótica forma de tocar la guitarra se comunican con los oyentes 16 años después de su muerte.
Desde ritmos minimalistas e hipnóticos en el estilo Sonrhaï característico de Ali, hasta himnos de pescadores en forma de coro, ritmos pulsantes de cazadores y una “banda de ruido” africana de guitarras y laúdes cargados de reverberación (‘Kombo Galia’), Voyageur muestra un almacén secreto de canciones que Ali construyó a lo largo de su larga y variada carrera, arrojando nueva luz sobre un talento extraordinario y enigmático. Por ejemplo, Safari (Medicine) es un clásico de Ali en su característico modo sonrhaï, su voz cargada subrayada por un ritmo propulsor de calabaza y el zumbido fantasmal de una flauta Fula, mientras Ali se jacta de tener la medicina, la guía necesaria para curar el “mal comportamiento”.
En Cherie (Darling), uno de los tres temas en los que Ali se une a la gran diva de Wassoulou, Oumou Sangaré, el kamelngoni (arpa del cazador) le da un maravilloso swing elástico al resbaladizo riff de guitarra de Ali, mientras las dos voces repican entre sí en armonía perfecta. Sambadio, una canción de Fula en alabanza a los agricultores se escucha en dos versiones: acústica con una sensación de fogata maravillosamente suelta impulsada por el insistente desplume de ngoni de los maestros Bassekou Kouyate y Mama Sissoko; es una canción tradicional para los cazadores de Wassoulou, reutilizada espontáneamente por Oumou Sangaré como un himno de alabanza .
“Archivo privado precioso”
Estas canciones, parte de lo que el productor Nick Gold describe como un “archivo privado precioso”, fueron reveladas por Ali con moderación, a veces aparentemente a regañadientes, a Gold durante un periodo de 25 años. Varias de estas canciones se transmitieron de forma completamente espontánea entre tomas de otras canciones. Afortunadamente, las cintas estaban rodando, o gran parte de la música de este maravilloso álbum nunca se habría escuchado.
Alí Farka nació al noreste de Malí, no proviene de una tradición griot, pero sí de un linaje noble que se ha enfocado en recitar hechos notables y proverbios. Se considera hijo del río y un campesino. (En la tradición musulmana se cree que en el río hay un mundo de espíritus.) Fue el décimo hijo y el único que sobrevivió.
No recibió educación formal y el cultivo de la tierra absorbió su niñez. Luego fue aprendiz de sastre, chofer y mecánico, pero la música lo hipnotizaba, sobre todo la tocada en las ceremonias espirituales, en las que se ejecutaban instrumentos como el djerkel (guitarra de un cuerda), el njarka (violín de una cuerda) o el n’goni (laúd de cuatro cuerdas). A los 12 años aprendió a tocar su primer instrumento, el djerkel (que más tarde regalaría al músico y productor estadunidense Ry Cooder).
Aprendió a manejar siete lenguas malienses y a dominar al n’goni, el njarka y la flauta de bambú. “Necesitaba conocer la música y amarla a través de los muchos héroes fallecidos y los que siguen vivos en esta tierra”, asegura Farka.
Durante un viaje, en 1956, asistió a un espectáculo donde escuchó al guitarrista Keita Fodeba. “Juré tocar guitarra; no la conocía, pero me gustaba mucho, sentí que podía volcarme en ella”. Comenzó a tocar con instrumentos prestados y encontró que era fácil traducir la técnica de los tradicionales a la guitarra occidental.
Ali Farka fue uno de los primeros artistas malienses, luego de la independencia de Francia, en ser comercializado. Cuatro de las canciones de su primer trabajo están incluidas en este álbum. Continuó grabando en su tierra y enviando cintas a París hasta completar siete discos de larga duración; cinco de ellos difíciles de encontrar.