Nueva York. En un contexto de polarización política extrema, el pasado año se recibieron en Estados Unidos mil 269 solicitudes de censura de libros, en particular de obras de/ o sobre la comunidad LGBT y personas de color, casi el doble que en 2021, informó el jueves pasado la Asociación Estadunidense de Bibliotecas (ALA, por sus siglas en inglés).
En total, 2 mil 571 títulos fueron objeto de la censura en 2022, frente a los 713 del año anterior y los 156 de 2020, marcando un nuevo récord desde que esta asociación, creada hace 140 años, empezó a recopilar esta información en 2003.
De las denuncias, 58 por ciento estuvieron dirigidas contra libros en bibliotecas y planes de estudios escolares, y el resto contra títulos en bibliotecas públicas, señaló la organización, que dará a conocer la lista de títulos afectados a finales de abril durante la Semana Nacional de Bibliotecas, en Washington.
Steinbeck, Harper...
Algunos de los títulos afectados en años anteriores fueron clásicos como Matar a un ruiseñor, de Harper Lee; De ratones y hombres, de John Steinbeck, y Ojos azules, de la premio Nobel de Literatura Toni Morrison.
Antes de 2021, la mayoría de los intentos de silenciar un libro buscaban retirar o restringir el acceso.
Ahora “estamos viendo que estas impugnaciones proceden de grupos de censura organizados que se dirigen a las reuniones de los consejos de administración de las bibliotecas locales para exigir la retirada de una larga lista de libros” y “que nadie los pueda leer”, dice en un comunicado Deborah Caldwell-Stone, directora de la Oficina de Libertad Intelectual de la ALA.
Su propósito es “suprimir las voces de aquellos tradicionalmente excluidos de las conversaciones de nuestra nación, como las personas de la comunidad LGBT o las de color”, asegura. Los lectores deben ser quienes decidan qué leer, no “la autoproclamada policía del libro”, sostiene.
La censura no ataca sólo a la literatura. Cada vez hay más amenazas contra trabajadores de las bibliotecas, a su empleo, su seguridad y en algunos casos amenazas directas por proporcionar libros a los jóvenes y a sus padres que desean leer, recuerda la presidenta de la ALA, Lessa Kanani’opua Pelayo-Lozada.
La impugnación de un libro puede resolverse en favor de mantenerlo en la colección, restringir su acceso o retirarlo de la biblioteca, precisa la asociación, que sólo contabiliza las denuncias que recibe directamente.