Frente a la grandeza histórica de Lázaro Cárdenas, quien recuperó para los mexicanos lo que Porfirio Díaz y algunos más entregaron a particulares, el régimen neoliberal no sólo aparece depredador y entreguista, porque en lugar de defender el interés nacional abrió las puertas de par en par para entregar la riqueza del país a una minoría rapaz, siempre con el discurso de que su intención sólo era “modernizar” a México, cuando no hizo otra cosa que privatizar lo que pertenecía a todos los habitantes de esta República.
De ahí que, en el acto conmemorativo del 85 aniversario de la Expropiación Petrolera, con Zócalo y calles adyacentes a tope, el presidente López Obrador calificó a esa minoría de “hipócrita e irresponsable”, pues mintió –miente– permanentemente para saquear al país, al que convirtió en un negocio particular pasando por encima de los mexicanos.
Lázaro Cárdenas no hubiera concretado la expropiación de 1938 “sin las cualidades excepcionales de un hombre noble y justo”, dijo López Obrador, pero, en especial, sin el apoyo popular, porque campesinos y obreros lo identificaban “como el defensor de sus intereses. A diferencia de políticos arribistas o de la élite, profesaba un sincero y profundo amor al pueblo … No ha existido en México un presidente tan cercano a los humildes como el general, ni tan convencido de la causa de la justicia social”.
En cambio, los gobiernos neoliberales (y algunos más antes de ese periodo, como el de Miguel Alemán Valdés, con los “contratos de riesgo”, cancelados por don Jesús Reyes Heroles en la segunda mitad de los años 60, y retomados por Fox, Calderón y Peña Nieto con otros nombres, se dedicaron a saquear, despilfarrar y hacer jugosos negocios privados con los bienes de la nación, siempre con la mentira por delante.
Por ejemplo, en la primera conmemoración de la expropiación petrolera de su sexenio, Vicente Fox dijo: “va mi compromiso ante la nación: Pemex no se privatizará, porque ese es el claro deseo y mandato del pueblo de México … (pero) es hora de asumir nuevos compromisos y tomar decisiones, y ante la modernidad (sinónimo neoliberal para privatización) encontraremos los mejores caminos para la industria petrolera”. Inventó los contratos de servicios múltiples para que el gran capital participara en exploración, producción y comercialización de gas en la cuenca de Burgos. El primero de ellos, el más jugoso, fue para la trasnacional Repsol, y prometía “autosuficiencia” en ese combustible. Fue un rotundo fracaso para el país, no para la empresa española, mientras cacareaba: “no es tiempo de ir a la fiesta del despilfarro”.
En materia petrolera, Felipe Calderón no hizo otra cosa que abrir las puertas al capital privado, y proponía “resolver los problemas con soluciones creativas” (léase privatización), amén de que “las reservas petroleras alcanzan para menos de 10 años y el riesgo es que México en lugar de ser exportador se convierta en importador de petróleo” (con Fox, las reservas se desplomaron 52.4 por ciento), por lo que “es indispensable contar con un nuevo modelo de gestión sustentado en la flexibilidad operativa” (léase “la ineludible participación del capital privado”). Borolas “inventó” su propio modelo de contrato para el gran capital, por medio del cual cedía “las actividades sustantivas” de Pemex Exploración y Producción, mediante concesiones de 25 a 30 años (renovables). A la entonces paraestatal sólo le correspondía 10 por ciento de la utilidad, pero el “riesgo ambiental” lo asumía íntegramente. Además, mintió descaradamente con la supuesta Refinería Bicentenario.
Con su “reforma” energética, Enrique Peña Nieto dijo: “nunca he postulado privatizar Pemex”. El problema es que “la gallina de los huevos de oro se nos fue secando, se nos fue acabando” y “se trata de modernizarla para que pueda ser una palanca mucho más fuerte y sólida para el desarrollo nacional… Habremos de contrastar los dogmas del pasado con los postulados del presente”. La “reforma” fue aprobada en diciembre de 2013; para noviembre de 2018, Pemex reportaba la peor crisis de su historia. Otro rotundo fracaso para el país, pero con políticos y empresarios con las alforjas colmadas, aunque nunca tuvieron llenadera.
Entonces, a recuperar lo que es de la nación.
Las rebanadas del pastel
Dos décadas –de Jacques Chirac a Emmanuel Macron– y Francia no ha dejado de arder socialmente. Las políticas neoliberales del régimen galo arrasan, asfixian y exprimen al pueblo. ¿Hasta cuándo, mon Dieu?
Twitter: @cafevega