Ciudad de México. Entre aclamaciones de “¡Viva Payán!”, “¡Gracias, Payán!” y un prolongado aplauso, fue despedido ayer el periodista, escritor y poeta Carlos Payán Velver (1929-2023), por familiares, colegas, colaboradores y amigos, en una agencia funeraria de las calles de Félix Cuevas. Justo antes se había escuchado, al igual que el día anterior, el himno del movimiento obrero La Internacional, entonado por los presentes, muchos con el puño en alto.
Galería: Amigos y familiares acuden a darle el último adiós a Carlos Payán.
Emilio Payán Stoupignan, hijo del director fundador de La Jornada, expresó que las cenizas de su padre, cuyos restos fueron cremados, “reposarán”, primero, en casa de su hermana Inna y luego en la suya. Es posible que el destino final de una parte de las cenizas sea el jardín de la casa de Inna, así como el jardín de la casa del periodista en Tlayacapan, Morelos.
El espíritu de don Carlos nunca dejó de sentirse, ya sea en las palabras de los asistentes o los retratos expuestos, que reflejaban diferentes momentos de su vida. También a través de una selección de las canciones que solía escuchar en las voces de Amparo Ochoa, Mercedes Sosa y Silvio Rodríguez, a la vez que los alegres acordes de la banda de Tlayacapan. Tampoco faltó un paquete de bimbuñuelos que algún convidado dejó en el entorno del féretro.
Una de las primeras en pararse frente al ataúd, para la despedida final, fue Crispina Vázquez Reyes, Pinita, quien trabajó 26 años como cocinera en la casa de Payán. No pudo contener las lágrimas y de sus bolsillos apareció una bolsita de pañuelos desechables para secarlas. Fue confortada por Carmen Lira, directora de La Jornada.
Entre las personas que acudieron ayer a la funeraria, María Elena Álvarez-Buylla, directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, se refirió a don Carlos como “una persona con el corazón por delante, así como sus convicciones a favor de las causas justas. Llevar esa combinación a un nivel tan profundo hacía de Carlos Payán una persona imprescindible, de quien aprendí mucho y recibí mucho cariño. Habrá que atesorar todo lo que nos dejó, entre ello La Jornada que, como el sábado bien dijo el Presidente, sigue siendo el periódico que más cerca está de nuestro pueblo y, además, mantiene una seriedad en el verdadero oficio del periodismo crítico y comprometido”.
Para el periodista Carlos Fazio, “Carlos Payán era un humanista, comunista y camarada que vivió la vida luchando. Fue uno de los precursores en México de abrir el espacio de los medios, democratizarlos, en un momento en que todavía estaba el viejo régimen, el partido de Estado casi único. Desde la trinchera de la militancia, del periodismo, la libertad de expresión, la lucha por los derechos humanos, Payán fue uno de los motores de un proceso de cambio horizontal en el que algunos eran los que iban jalando a la tropa. Es uno de los hombres que hizo posible esta realidad, no sin dificultades, que estamos viviendo hoy”.
El productor y periodista Epigmenio Ibarra comentó: “Payán, independientemente de ser un gran mexicano, fue mi padre adoptivo. Lo elegí. Fue mi amigo, mi socio, mi compañero. Se habla mucho de La Jornada, que es una gran obra, sin embargo hay que añadir Argos, que sin Payán no sería. Tocamos muchos millones de corazones durante ya 30 años. Payán nos recibió cuando llegamos de la guerra (Epigmenio fue corresponsal), nos tendió la mano, así como puentes y nos permitió crecer, a Verónica (Velasco), a mí, a Hernán (Vera) y a Argos, que se volvió también su otra familia. Nos impulsó a hacer un contenido que fuera síntoma, expresión, detonante y acelerador del cambio que estamos viviendo. Payán actuó también en la televisión. Hizo una obra trascendente, que vamos a continuar para rendirle homenaje. Ya podrá descansar Payán, se lo merece”.
La crítica de arte Germaine Gómez Haro señaló: “Desde luego Payán deja un hueco enorme. Se va uno de los grandes, grandes, que nos quedaban, para mí un ejemplo de lo que es el periodismo con ética, compromiso y congruencia, que desafortunadamente ya no existe tanto. La Jornada sigue siendo hasta hoy el ejemplo de lo que él sembró. Agradecidos todos con el maestro Payán”.
De acuerdo con el pintor, escultor y grabador Alberto Castro Leñero, don Carlos “era un eje de la cultura. Hizo un espacio de contacto de muchos creadores; La Jornada fue un logro cultural tremendo. Fue un hombre congruente y admirable en todo. Era una persona muy carismática, había afecto. Tenía muy buena vibra con todos los artistas. Es una pérdida y un ciclo que se cierra y deja allí todo. Esperemos ir conformando y generando nuevos espacios para sostener esta construcción de la cultura y el arte”.
La pintora Cristina Rubalcava recordó “la gentileza, amabilidad, cultura y atención de Carlos hacia todos, tanto artistas como periodistas. Dentro del dolor que representa una partida, muy pocas personas dejan un ejemplo que te da gusto. Saber por medio de sus hijos que tuvo un final feliz, comiéndose un chile relleno, también me da gusto. Carlos es alguien a quien no se olvida, y así lo voy a recordar”.