¿Acarreados?, ¡me acarreó el amor por mi Presidente!, resumió ayer en una cartulina Diana Hernández, en respuesta a quienes, dijo, critican a los que “venimos al Zócalo a apoyar a nuestro mandatario”. Ella fue una de las miles que respondieron a la cita para conmemorar el 85 aniversario de la expropiación petrolera y que desde el desafuero están con Andrés Manuel López Obrador.
“Incluso desde antes”, contó una pareja de adultos mayores que apresuraban el paso en 5 de mayo. “Lo hemos apoyado siempre y venimos por convicción propia”, contó el señor Eber, tomado de la mano de su esposa Martha, quien secundó: “No faltamos a ni una de sus movilizaciones y nadie nos trae”.
Porque si bien hubo quienes llegaron de todo el país en camiones que les fueron proporcionados por comités de Morena, legisladores u organizaciones, muchos se trasladaron por su propia cuenta.
Uno de ellos fue Gustavo Torres, jardinero que viajó desde Santa Cruz del Monte, Naucalpan, donde tomó un transporte público que le costó 14 pesos y quien explicó que, como es adulto mayor, ya no tuvo que pagar el viaje en Metro. Además, está muy bien informado: cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió un minuto de silencio en memoria del director fundador de La Jornada, Carlos Payán, se conmovió: “Se murió el señor Payán”.
Desde la calle Madero, el septuagenario explicó que llegó al Zócalo porque “el Presidente está recuperando la industria petrolera, compró la refinería de Estados Unidos, inauguró la de Dos Bocas, ya modernizó las otras para refinar más petróleo”.
Más allá, frente a la Catedral Metropolitana, Ranulfo Ávila Pérez, de 79 años de edad, sostenía una pancarta en la que escribió: “¡Que viva el general Cárdenas! Por el petróleo y porque ya no siendo presidente le llevó beneficios a mi querida región mixteca”.
Para este carpintero ebanista, López Obrador es como Lázaro Cárdenas del Río. Y sin dudar, argumentó por qué: “lo que prometió lo está cumpliendo y toda la gente que estamos aquí venimos por voluntad propia y felices. A nosotros nadie nos paga y no somos acarreados. Yo pagué mi camión, como he hecho desde el desafuero, para cuidar a López Obrador”.
Familias completas
La plancha del Zócalo, como desde los tiempos del desafuero, en 1995, se llenó con familias completas: niños, jóvenes, adultos mayores y de diversos oficios y profesiones. Pero además las calles y avenidas que confluyen a la principal plaza del país, Madero, 5 de Mayo, Tacuba, 16 de Septiembre, 20 de Noviembre, 5 de Febrero así como las transversales, como Isabel la Católica y Bolívar, también lucieron pletóricas de simpatizantes y militantes de Morena.
Igual que en aquel suceso de 1995, ayer la crítica ciudadana se centró en los personajes antagónicos al movimiento lopezobradorista.
Cuando el titular del Ejecutivo mencionó que “ya no es el tiempo de Calderón ni de García Luna”, los asistentes aplaudieron y gritaron un largo “¡ya no!”, que daba registro del rechazo a esos dos personajes.
Otros dos ejes del discurso concitaron ecos de respaldo. Primero, en el momento en que López Obrador definió que está garantizada la continuidad con cambio, con cualquiera del movimiento que resulte candidato en 2024. Esa referencia a la sucesión presidencial provocó más expresiones de apoyo a las corcholatas, presentes en el templete. El público se dividió: ¡Claudia, Claudia!, ¡Adán, Adán!, ¡Marcelo, Marcelo!
Después, al definir la postura hacia los sectores más duros de Estados Unidos, de “cooperación sí, sometimiento no”, la respuesta fue un extenso “¡no!”
Los miles que no llegaron al Zócalo siguieron el discurso en pantallas gigantes situadas a lo largo de 5 de Mayo, Madero, y 16 de septiembre.
Frente a la instalada en Bolívar y 16 de Septiembre, con una amplia sonrisa, Jorge Miguel Mata grababa en su celular el discurso de López Obrador. “Es el mejor presidente que hemos tenido. Lo sigo desde su primera campaña. ¡Cómo no iba a venir! Y no es vengativo, porque si lo fuera, ya hubiera traído a los ex presidentes para meterlos a la cárcel.
“Vengo desde San Luis Potosí, nadie me trajo. Traigo la gorra del SNTE porque soy maestro y aquí me encontré a mis amigos”, relató.
Ahí mismo, César, un joven preparatoriano, que llegó desde Amecameca, contó que quería apoyar al Presidente porque “dice cosas bonitas, pero también ayuda a la gente discapacitada, a los pobres, a los jóvenes. A mí me ayuda con una beca. Por él estudio la prepa. Yo antes votaba por el PRI, pero ahora en mi familia estamos con Morena”.
Sobre la calle de Tacuba, Gustavo Pérez acudió con su familia y un grupo de vecinos a la conmemoración. “Vengo para que nos ayude en nuestra colonia, en Xochimilco, para que haya más alumbrado, tapen baches y haya agua. Sólo tenemos una vez a la semana. Yo tengo esperanza en él”. Ademas, dijo, soy comerciante. Y de inmediato se colgó una caja de cartón cortada a la mitad con dulces y cigarros sueltos.
Fiesta en la Alameda
Contingentes que ya no pudieron llegar al corazón de la ciudad armaron su propia fiesta en avenida Juárez. En el Hemiciclo que recuerda al Benemérito, la banda Los Tremen2 puso a bailar a la gente. Metros adelante, rumbo al Zócalo, otro grupo se soltó con el Cielito lindo.
Otros, en la esquina de la Catedral rayaron el asfalto a ritmo de batucada. También los hubo que se disfrazaron de Villa, Zapata y, cómo no, el cura Hidalgo. Por ahí caminaron varios con máscaras de López Obrador. Y también del ex presidente Vicente Fox, a quien la gente recuerda como responsable del desafuero.
Nutridos grupos de personas llegaron incluso desde la noche del viernes y durmieron en los alrededores del Monumento a la Revolución y del Hemiciclo a Juárez. Esos sitios emblemáticos también fueron puntos de partida.
En las principales avenidas del centro, como Reforma, Plaza de la República, Eje Central, Balderas, entre otras, se observaron decenas de autobuses estacionados, que permitieron el traslado desde todos los estados de la República.
Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, contó que muchos de esos autobuses pararon antes en Los Pinos para conocer lo que fue la residencia oficial de los presidentes de la República emanados del PRI y del PAN.
“Los Pinos de Peña Nieto”, comentó un adulto mayor que provenía del norte del país antes de que empezara el discurso presidencial. Preguntó exactamente dónde se ubica la casona, porque quería ir a conocerla.
Amlomanía
La amlomanía se desbordó en la venta de toda clase de recuerdos vendidos a ras de piso. Amlitos de toda variedad y tamaño: llaveros, pines, playeras, muñecos de peluche, plumas, paraguas, tazas, calcomanías, gorras y hasta paletas de malvavisco de 25 pesos, con la frase “SuperAmlo”.
Xóchitl García tampoco se pierde una sola conmemoración. “Mi padre fue petrolero y estudié en la primaria 18 de marzo de 1938. La maestra de quinto nos platicó cómo el pueblo, ricos y pobres, apoyaron con gallinas y joyas al general Cárdenas para la Expropiación. Vengo a revivir esta fiesta que los neoliberales casi desparecen del calendario cívico”.
Junto a Diana Hernández, que sostenía la pancarta “¡me acarreó el amor a mi Presidente!”, su padre, Alfredo, insistió: “este es un mensaje para nuestro presidente, ha hecho más que los gatos de la oligarquía en el gobierno. ¡No lo vamos a dejar solo en ningún momento!”
Concluido el discurso y tras cantar el Himno Nacional, el gentío que pintaba también el Zócalo con vestimenta tradicional chamula, istmeña, mazahua, chontal, tzeltal, y muchos más, retornó al transporte que lo trasladaría a su lugar de origen.
Auxiliado por su esposa, Miguel Mejía, de 73 años, se regresó ayer mismo al municipio de Aquila, Michoacán, “pegadito a Colima. ¿A qué vengo?, a apoyar a mi Presidente”.
Sobre Arcos de Belén, ya lejos del Zócalo, a la señora Catalina Varela, de 68 años, sus familiares la llevaban en silla de ruedas para buscar el camión que los retornó a Monterrey, Nuevo León. “Vine a ver al Presidente, pero casi ni lo miré porque así como estoy no me puedo meter a la multitud. Disculpe, ¡me deja el camión!”