En el Clásico Mundial de Beisbol ningún equipo puede sentarse a reposar sobre una ventaja mientras espera el final del juego. Venezuela, invicta en el certamen, sintió tanto poder en sus batazos ante Estados Unidos que cometió el error de pensar en el triunfo antes de cuidar su pitcheo. Con la magia de una quinta entrada en la que anotó tres carreras y castigó cada lanzamiento del relevista Daniel Bard, la novena sudamericana marchó con paso seguro en el estadio LoanDepot Park, en Miami, hasta que los estadunidenses despertaron con un grand slam de Trea Turner (9-7) para citarse con Cuba en la antesala del campeonato.
Después de recetar sus primeros ponches, el pitcher José Quijada entró en un colapso nervioso. De mantener la bola por el medio del plato, dentro de los lími-tes razonables para ser strike, el derecho empezó a naufragar con la batería más pesada del equi-po de las barras y las estrellas. Con dos puntos de ventaja en el marcador, regaló un pasaporte a Tim Anderson, permitió un sencillo de Pete Alonso y, producto de un lanzamiento descontrolado, golpeó a J.T. Realmuto para llenar las bases sin ningún out.
Abatido por los errores, Quijada entregó su lugar a Silvino Bracho, víctima de una herencia pesada en el montículo. Apenas en su segundo disparo al plato, Turner tronó el madero y envió la bola a las profundidades del jardín izquierdo, impulsando las tres carreras del triunfo. El golpe fue descomunal en el bullpen de los venezolanos, donde la preocupación ya era mucha luego de la fractura en la mano de José Altuve, golpeado en el quinto rollo por un pelotazo de Daniel Bard.
Con tiempo todavía por delante, Estados Unidos encajó los colmillos de la experiencia. Primero movió las piezas de su lineup como un tablero de ajedrez y, como remate, sacó el máximo provecho de lo ocurrido en las primeras entradas, en las que desperdició una renta de 5-2 y permitió cinco carreras venezolanas que lo pusieron contra las cuerdas.
Pressly apagó los cañones sudamericanos
El encargado de cerrar la noche sin más contratiempos fue el pitcher Ryan Pressly, quien mantuvo apagados los cañones de David Peralta, Eugenio Suárez y Gleyber Torres. Nada pudo en el final contra la novena de las barras y las estrellas, ni siquiera los abucheos de una gradería dividida por los colores de cada nación. Resoplando de alivio, ahora los estadunidenses enfrentarán a Cuba en las semifinales, en un duelo que reúne a dos de los máximos aspirantes a conquistar el título del Clásico Mundial.