Tanto los difuntos Ramón de la Fuente como Beatriz, su esposa, padres del actual embajador de México ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), fueron sobresalientes y supieron muy pronto que su hijo seguiría su ejemplo. Juan Ramón de la Fuente, el médico que pone las emociones en su lugar, destacó desde temprano e hizo el bien a nuestro país al atenderlo con su bata blanca en pasillos de hospital. Cada vez que recibo una mala noticia me consuela pensar: “Pero tenemos a Juan Ramón de la Fuente”. Cuando oigo una crítica, mi reacción es: “Ahí está Ramón de la Fuente”. Médico conocedor del alma humana y de nuestra circunstancias, ahora mismo, como delegado de México en la ONU endereza situaciones.
–Juan Ramón, ¿te ha servido el sicoanálisis en tu trato con los hombres de Estado y con los delegados de la ONU?
–En realidad no soy sicoanalista. Mi formación de siquiatra en la Clínica Mayo, en Minnesota, estuvo más orientada a las neurociencias, a la sicofarmacología, sin menoscabo de la sicología. Y claro que la sicoterapia te ayuda mucho a entender mejor a las personas, sus motivaciones, su comportamiento y sus contradicciones, todos las tenemos. La dinámica de las asambleas es siempre muy parecida. Hay un poco –o un mucho– de histrionismo y los contenidos varían, pero la personalidad se proyecta. Mi experiencia profesional siempre me ha resultado útil. Pudimos hablar de salud mental en el Consejo de Seguridad de la ONU y por primera vez en 77 años se adoptó una resolución al respecto. Imagínate, la primera vez que mencioné el tema generó gran sorpresa, incredulidad. “Pero, ¿a poco no?”, les pregunté, “¿las secuelas más duraderas de un conflicto armado, y a veces, las más graves, están en esa esfera”. Logramos que por fin lidiaran con el tema y creo que será para bien de todos. La ayuda humanitaria deberá incluir apoyo sicosocial, la salud mental.
–¿Es más fácil conocer los mecanismos de un interlocutor cuando uno se ha dedicado al sicoanálisis, como es tu caso?
–Las emociones juegan un papel fundamental en nuestra vida. En la política, en la diplomacia, en la academia, por supuesto. Lo efectivo es lo afectivo. Durante algunas sesiones del Consejo de Seguridad, cuando la invasión a Ucrania fueron muy intensas emocionalmente. La ecuanimidad propia de los diplomáticos más experimentados tiene sus límites. Al entender mejor lo afectivo, puede haber más empatía en la interlocución. Yo pude hablar siempre con los dos bandos, los más polarizados, y eso me permitió tener su confianza, servir de puente, acercar posiciones, hasta donde fue posible.
–Como eres siquiatra, ¿puedes adivinar la intención del otro?
–Obviamente, no. Creo tener cierta intuición, pero hasta ahí. A veces acierto. Digamos que algunas personas ocultan el cobre hasta que lo enseñan. Otras son más transparentes. Pero también hay personas tímidas, muy reservadas, que cuesta más trabajo conocerlas. Otras, en cambio, son más desinhibidas, aunque no por ello más confiables. En fin, creo que es la estructura del carácter. La personalidad de las personas las hace ser más o menos predecibles. Estudiar a fondo estos fenómenos es lo que hace de la siquiatría una disciplina tan fascinante.
–Así como tú mismo habrías de hacerlo a imagen de tu padre, ¿crees que como representante de México puedes curar las relaciones entre países tan complejos como México y Estados Unidos?
–Gracias por mencionar a mi papá, en verdad que lo sigo extrañando. Fue un médico muy exitoso, pero también como padre, esposo y abuelo. Fue un maestro muy querido por sus alumnos. Lo buscaban todo el tiempo. Un día –debo haber estado yo en preparatoria–, a propósito de lo que hablábamos, tomó un libro de su biblioteca y me dijo: “Léelo, a ver qué te parece”. Era La curación por el espíritu, de Stefan Zweig. Pero vuelvo a tu pregunta. En cierta forma la diplomacia hace eso, “curar”, en un sentido muy amplio, la relación entre países, sobre todo cuando ésta se fractura. Los buenos diplomáticos que conozco no dejan de ser también un poco sicólogos.
“El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, es uno de ellos; estuvo casado con una siquiatra. Captan la atmósfera emocional de los conflictos, entienden los tiempos y los saben usar en sus buenos oficios. Hay un término que le escuché una vez al embajador de China aquí en la ONU: ambigüedad creativa. Me parece un concepto fantástico y muy útil para el desahogo de ciertos conflictos; a veces hasta ahí da la “curación” de algunos de ellos. Pero no quiero dejar de mencionar que la diplomacia no sólo es curativa; también puede ser, debe ser, preventiva, y no siempre lo es. Durante nuestra presidencia del Consejo de Seguridad introdujimos también este tema. Imagínate al mundo con una diplomacia preventiva más eficiente. Sería otro. Actualmente hay cerca de 30 conflictos armados en el mundo registrados por la ONU. Algunos son terribles, como el de Etiopía, que lleva ya 600 mil muertos, el triple que en Ucrania; escalofriante.”
México ante el mundo
–Hace años, en Francia, se veía a México como un país de charros, balazos y sombreros. ¿Esta imagen ha sido difícil de cambiar? Fernando Gamboa hizo una extraordinaria exposición de México en Europa, y todo el mundo descubrió nuestro extraordinario pasado...
–Creo que hay de todo. En general, el gran público de este país conoce poco de México y le interesa menos, salvo cuando ven afectados sus intereses. Les preocupa, por ejemplo, las muertes por sobredosis de fentanilo que viene de México o bien, se quedan con declaraciones amarillistas de algunos políticos que usan a México para ganar votos en los sectores más conservadores.
“Lo de García Luna no nos ayuda, tampoco que secuestren o maten a ciudadanos estadunidenses. Pero no ven, salvo una minoría mejor informada y con mayor capacidad de análisis, que quienes transportan y venden al menudeo el fentanilo dentro de este país son estadunidenses, no mexicanos. No reconocen que el lavado de dinero se hace sobre todo aquí. Es decir, que se trata de toda una cadena que a veces empieza en China con los precursores de la droga. Y no digamos cómo eluden el tema del tráfico de armas a nuestro país. Por otro lado, digamos lo bueno, cuando viene una exposición como la de los mayas, que estuvo recientemente en el Museo Metropolitano de Nueva York, se quedan azorados, pero son en realidad pocos los que la visitan.
“Los cineastas también han ayudado mucho. Hace poco vino Guillermo del Toro, hicieron una exposición con sus maquetas de Pinocho en el Museo de Arte Moderno y fue un gran éxito pero, nuevamente, el impacto se queda en un sector muy reducido. Un factor que ha hecho gran diferencia en ciudades como Nueva York son nuestros migrantes, sin cuyo trabajo cotidiano esta ciudad no funcionaría. Quedó muy claro durante la pandemia. En general, nuestros migrantes son reconocidos y apreciados, aunque muchos siguen siendo explotados.”
–Ser embajador de México ante la ONU es un gran honor que mereces más que ninguno. Sin embargo, entraña obstáculos y dificultades, ¿o te encontraste con un camino allanado por hombres como Hugo B. Margain, gran intelectual, o Bernardo Sepúlveda Amor, juez de La Haya?
–Sin duda, la tradición diplomática de México es muy buena; ante la ONU nos han representado grandes personalidades que van desde Alfonso García Robles hasta Víctor Flores Olea, Manuel Tello, Jorge Montaño o Adolfo Aguilar Zínser, entre los ya fallecidos, o bien perfiles tan contrastantes como el de Claude Heller y Porfirio Muñoz Ledo. De Hugo Margain recuerdo su gran sentido del humor, que contrastaba con la solemnidad de Bernardo Sepúlveda Amor, reconocido internacionalista y ministro de la Corte Internacional de Justicia. Ambos son personajes sobresalientes.
“En la diplomacia, al igual que en la academia, por fortuna hay muchos. Pienso que todos ellos contribuyeron en su momento y en sus circunstancias, a fortalecer la gran tradición diplomática mexicana que yo he procurado honrar, con el apoyo de un gran equipo y la confianza que me han dado el canciller y el Presidente. Pero, ciertamente, las circunstancias han sido complicadas: primero la pandemia de covid-19, luego la guerra en Ucrania.
“Por primera vez en nuestra historia un presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, presidió el Consejo de Seguridad de la ONU y hemos logrado que se adopten resoluciones que ayudan a México, para detener el contrabando de armas, por ejemplo, pues casi todas provienen de Estados Unidos. Te puedo decir, sin la menor pretensión personal, que México goza de gran prestigio y tiene autoridad en la ONU. No somos potencia económica, ni tenemos alianzas militares, pero se nos escucha y nos buscan porque somos confiables, porque saben que podemos hablar con todos y no pocas veces hemos sido factor para acercar posiciones muy polarizadas.”