Petróleos Mexicanos (Pemex) no es “un hoyo negro” para las finanzas del país. Lo afirma el director de la empresa, Octavio Romero Oropeza: “Pemex no recibe presupuesto del gobierno. Cuando querían privatizarla, cuando la querían desaparecer, empezaron a inventar tonterías que en muchos casos rayaban en la estupidez”, sostiene. Una de esas, redondea, es que era una carga para el gobierno, “un hoyo negro”. La compañía vive de sus flujos, genera su propio presupuesto, asegura en una entrevista con La Jornada.
Este sábado, cuando se conmemora el 85 aniversario de la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas, Pemex habrá logrado superar 1.9 millones de extracción de crudo al día, 200 mil barriles más que al inicio del gobierno. Con el añadido, acota Romero Oropeza, de que ese incremento en la producción ha ido acompañado del hecho de que ahora se restituye a la reserva petrolera la totalidad del crudo extraído, algo que no ocurría en la administración anterior.
“Pemex estaba en una situación verdaderamente crítica”, sostiene.
Petróleos Mexicanos es la mayor empresa del país y la que más aporta a la hacienda pública. Su contribución al fisco el año pasado fue equivalente a 5.6 veces la que hicieron, de manera combinada, América Móvil (el grupo de empresas de telecomunicación del magnate Carlos Slim), Fomento Económico Mexicano (Femsa, embotellador de Coca-Cola y propietario de los Oxxo, entre otros negocios) y Walmart, la principal cadena minorista, según datos oficiales. Veintidós de cada 100 pesos del presupuesto federal son aportados por Pemex.
En su despacho del piso 44 de la Torre de Pemex en la capital del país, Romero Oropeza (Jalapa, Tabasco, 64 años), director desde el inicio de la administración, pasa revista a la situación de la compañía y de la estrategia seguida en las áreas de producción, refinación, abasto de combustible y manejo de la deuda y ofrece unas pinceladas de la manera en que los tres secretarios de Hacienda que ha habido en este gobierno se han relacionado con la petrolera.
Al inicio del gobierno, en diciembre de 2018, Pemex se hallaba en una situación “verdaderamente crítica”, expone. La producción de petróleo, que llegó a ser de 3.4 millones de barriles diarios en 2004, se había reducido a la mitad, 1.7 millones de barriles al día, en 2018. “Eso es gravísimo para una petrolera”, apunta. En ese mismo periodo, la reserva de crudo disminuyó de 14 mil millones de barriles a 7 mil millones. Tal declive volvió “endeble” a la empresa porque se debe reponer lo que se extrae, añade. En el tema de la refinación ocurrió algo similar: Las seis refinerías del país (Caderey-ta, Madero, Minatitlán, Salamanca, Tula y Salina Cruz) procesaban poco menos de 500 mil barriles de crudo en 2018, cuando 15 años antes el volumen fue de un millón 300 mil barriles diarios.
Y, en el aspecto financiero, la deuda de la empresa se duplicó en el gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto, al pasar del equivalente a un billón de pesos a 2.2 billones de pesos. “Podemos hablar de muchos indicadores más, pero creo que es suficiente para ejemplificar la situación en la que encontramos a Pemex”, expresa Romero Oropeza.
–Están los temas de corrupción.
–El robo de combustible o huachicol. En 2018 se robaban 56 mil barriles diarios de gasolina, en promedio, que equivalen a 8.9 millones de litros al día. Hubo días en que se robaron 120 mil barriles (19 millones de litros). Era una sangría brutal para la empresa y las finanzas del Estado.
Habla también de algunos contratos denunciados por el actual gobierno desde 2019. Había uno, recuerda, con Braskem (filial de la brasileña Odebrecht) para abastecer etano a la planta Etileno XXI, en Veracruz, que operaba en sociedad con la mexicana Idesa. Pemex se comprometía vender a la empresa privada a un precio menor al de mercado, además de regalarle el flete y aceptar, si no cumplía la meta de suministro, pagar una indemnización equivalente a 200 por ciento del precio de la materia prima. “Era un acto evidente de corrupción, que enfrentamos en el primer año de la administración”.
Cuenta también de un ducto que iba de Poza Rica a un punto cercano a la refinería de Tula, Hidalgo. Pemex pagaba a la empresa que lo construyó 100 millones de pesos mensuales, “religiosamente, mes con mes, como ir a la iglesia los domingos”. Recuerda: “Cuando pregunté para qué se utilizaba ese ducto, me respondieron que ‘para nada’. Pregunté qué se transportaba antes. Fue la misma respuesta: ‘nada’. Se construyó porque se pensó que habría un desarrollo de gas en Poza Rica, Veracruz, y ese ducto serviría para transportarlo al centro del país. Le pidieron a una empresa que hiciera el ducto y le estuvieron pagando por cinco años, sin que transportara nada”.
Expone que además de ese tipo de contratos, otra práctica que, a su juicio, buscó debilitar a Pemex fue renunciar a que la empresa realizara trabajos que estaba en condición de hacer de manera eficiente para transferirlos a particulares. Petróleos Mexicanos, asegura, tiene las instalaciones, los equipos y el personal calificado para hacer los trabajos y se renunció a ello. “Mi enfoque es que fue por corrupción”. Hacer algunos trabajos con recursos propios, revela, tiene un costo equivalente a una quinta parte de lo que, por lo mismo, cobra una firma privada.
“Era una forma de privatizar, de corromper y de dañar a Pemex”, afirma.
Cambio de rumbo
Para revertir la caída en la producción, que se acentuó a mediados de la década pasada con el declive del megayacimiento de Cantarell, en el Golfo de México (que llegó a aportar 8 de cada 10 barriles extraídos en México), Pemex volcó su estrategia en la explotación de aguas someras y pozos terrestres, sobre todo en Tabasco y el sur de Veracruz, relata Romero Oropeza.
“Era un secreto a voces que el crudo estaba en aguas someras y en tierra. Incluso en Pemex lo sabían desde el gobierno pasado. Por eso cuestionábamos la idea de ir a buscar producción en aguas profundas. ¿Qué sentido tiene enterrar el dinero en aguas profundas, donde cuesta mucho tiempo y dinero? Y durante 12 o 15 años la exploración de Pemex se dirigió a las aguas profundas” del Golfo de México y se dejó de explorar en tierra y aguas someras, añade.
Para valorar una y otra estrategias, recuerda que, hasta ahora, “no se ha sacado un barril de aceite de aguas profundas”. En esta administración, la petrolera ha trabajado en el desarrollo de tres campos: Quesqui, en Tabasco, con un potencial de entre 8 mil y 10 mil barriles diarios; Tupilco (Tabasco), de 23 mil barriles por día, e Ixachi (Veracruz), con 2 mil barriles diarios de petróleo crudo equivalente.
Aun con el incremento en la capacidad de Pemex, las metas de producción de la empresa se han ido modificando a lo largo de los últimos cuatro años. Octavio Romero explica que Pemex tiene una de las tasas exploratorias más altas del mundo: de cada 100 pozos explorados, en 57 tienen éxito económico. Pero al mismo tiempo, grandes campos, como Cantarell o Ku-Maloob-Zaap, también en la Sonda de Campeche, tienen un acusado declive en su producción “que ya no se puede parar”.
La nueva producción de Pemex ha servido para compensar la declinación de algunos campos, que es del orden de mil 300 barriles diarios, casi medio millón de barriles por año, menciona. “Hemos compensado esa caída y al mismo tiempo elevado en más de 200 mil barriles por día la producción, respecto del nivel de finales de 2018. Nos hemos puesto un tope de 2 millones de barriles diarios de producción al término de este gobierno, que nos va a servir para procesar nuestro propio crudo, gasolinas, diésel y turbosina y evitar la importación de esos combustibles.
“En un principio, pensábamos llevar la producción a más de 2 millones para cuando terminara el gobierno. Ya estaremos muy cerca de eso al final de este año y ahí nos quedaremos. Hay que dejar para las siguientes generaciones.”
–Una de las áreas en que Pemex reporta recurrentemente pérdidas es en la refinación. ¿Cuál es el sentido de destinar mayores recursos a esta actividad y no a exploración, donde obtiene ganancias?
–Es un tema de seguridad nacional. Ochenta por ciento del consumo nacional de gasolina dependía de importaciones. Eso de entrada está muy mal en términos de seguridad nacional. Ahora, con la reconfiguración de refinerías y la construcción de plantas coquizadoras que está en curso se va a dejar de producir combustóleo, que tiene muy bajo valor, para aumentar la producción de gasolinas. Eso va a mejorar la rentabilidad en refinación. Con la compra de Deer Park (Pemex adquirió la mitad de esa refinería que era propiedad de Shell para controlar la totalidad del capital) y la entrada en operaciones este año de la Refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, más las coquizadoras, el área de refinación va a tener una mayor eficiencia. En el corto plazo reduciremos las pérdidas y estaremos entrando en el umbral de ganancias.
–Pemex es visto como el principal problema de finanzas públicas. Así lo plantean agencias calificadoras o algunos bancos.
–He intentado, pero veo que no con mucho éxito, que la gente entienda que Pemex no sólo no es una carga para el gobierno, sino que no lo puede ser. Pemex no recibe presupuesto del gobierno, esto es un punto que se trató de imponer cuando querían privatizarla, cuando la querían desaparecer y empezaron a inventar tonterías. Una de ellas, que era un hoyo negro, una carga. Pero aclaro: Pemex no recibe presupuesto del gobierno. Una cosa es que a Pemex le aprueben su presupuesto y otra que le den presupuesto.
“Pemex genera su propio presupuesto. Vive de sus flujos y de esos mismos paga impuestos, a proveedores y a sus trabajadores. La Secretaría de Hacienda nos dice cuánto vamos a usar en inversión pero no nos da dinero. El año pasado los ingresos petroleros significaron 22.5 por ciento del presupuesto público. ¿Cómo puede ser una carga una empresa que aporta al Estado 22 pesos con 50 centavos de cada 100 que gasta? Es absurdo y, por eso, cuando escucho a esos criticones me dan pena. Pemex genera mucho dinero”, expresa.
–Pero Pemex ha recibido transferencias para hacer algunos pagos de deuda o a proveedores.
–Este gobierno ha ayudado a Pemex como no lo hizo ningún otro. Por ejemplo, redujo de manera gradual el derecho de utilidad compartida (DUC, el principal derecho que paga Pemex al gobierno, que se cobra sobre el valor de los hidrocarburos extraídos) que era de 65 por ciento al inicio del gobierno al actual 40 por ciento. Ese es un acto de inteligencia pura porque si lo mantenía en 65 por ciento, se colocaba a la empresa en una situación de quiebra.
–La reducción del DUC es una forma de transferencia.
–Es un diferencial. En donde sí nos ayudaron fue el año pasado con el refinanciamiento. Pemex tiene una deuda de más de 2 billones de pesos. Eso significa hacer amortizaciones prácticamente mes con mes de aquí a los próximos 50 años. El mecanismo principal de refinanciamiento era la emisión de bonos por una cantidad similar a lo que había que pagar. Si se debían pagar 8 mil millones se emitían bonos por 8 mil millones, por decir algo, y el endeudamiento nuevo era cero. El Presidente nos dijo: “ya no quiero que Pemex siga emitiendo bonos”. Y hay una razón lógica: la tasa que los mercados cobran a Pemex es el doble de la que se paga por la deuda soberana, dada la nota que nos otorgan las calificadoras, que de veras no tiene justificación. Cuando salimos con una emisión de 2 mil millones de dólares hay una demanda de 10 mil o 12 mil millones por la alta tasa de interés que cobran a Pemex y porque saben que es una empresa muy solvente. Realmente es por esa mala calificación, que es ficticia. Por eso el Presidente decidió que ya no emita bonos para pagar deuda y que Hacienda resuelva las amortizaciones, porque sale más barato.
–¿Pero paga Pemex?
–Ese es un punto. La gente cree que la deuda de Pemex es una y la deuda soberana otra. Pero es la misma, es deuda pública. Si esta empresa desaparece, ¿quién asume la responsabilidad? La asume el Estado. El año pasado Hacienda se hizo cargo de las amortizaciones en el primer trimestre y el resto, con el alza en los precios del petróleo por la guerra de Ucrania, lo hizo Pemex.
–¿Este año Hacienda va a hacer las transferencias para el pago de la deuda?
–Mantenemos una comunicación muy estrecha con Hacienda y eso ha ayudado mucho. Ha habido tres secretarios de Hacienda este gobierno: (Carlos) Urzúa, (Arturo) Herrera y Rogelio (Ramírez de la O). Los conozco a los tres desde hace mucho tiempo, pero tanto con Carlos Urzúa como con Arturo Herrera no se logró la comunicación. Pemex y Hacienda tienen que ir muy de la mano, pero con los dos primeros secretarios no (se pudo). Con Rogelio se ha logrado una comunicación muy buena.
“Y esto tampoco es personal, pero tenemos distintas naturalezas, no siempre van a haber roces. Pero la comunicación con la nueva Hacienda de Rogelio Ramírez de la O y Pemex ha sido extraordinaria. Ahora nos sentamos varias veces a la semana, hablamos de los temas, nosotros le ponemos sobre la mesa todas las cifras, buscamos alternativas de manera conjunta. Da gusto trabajar así. Seguramente hay diferencias en algunas cosas, pero no deja de ser ya un trabajo en equipo”, agrega.
Con la mira puesta en un aniversario más, el 85, de la expropiación petrolera, Octavio Romero Oropeza califica a Pemex como un ícono del país. No hay, dice, una marca que se conozca más que Pemex. “Más allá de lo que significa el nombre, es una empresa importantísima”, sostiene, por el dinero que genera y lo que el gobierno puede hacer con ella. “Producto de la corrupción se compraron en anteriores gobiernos dos plantas de fertilizantes, una de ellas que tenían 21 años sin producir nada”. Hoy, añade, Pemex produce 70 por ciento de los fertilizantes para pequeños productores y el año próximo será la totalidad. Ante una situación como la del año pasado, que se disparó la inflación como una de las consecuencias de la invasión a Ucrania, “¿cómo hubiese podido el gobierno mexicano evitar el incremento en el precio de las gasolinas (el impuesto fue subsidiado para contener el alza, en una medida que evitó una inflación mayor) si no existiera Pemex?”, plantea.
A Pemex le quedan muchos años, asegura. Están cambiando las visiones. Hace unos meses, agrega, todo mundo decía: “ya vienen los carros eléctricos, ahorra para el enganche de tu Tesla”. Relata que en las recientes reuniones que de manera periódica sostiene con consultores privados observa que han modificado sus proyecciones sobre el uso de petróleo. “Los consultores que vienen nos decían que de los 100 millones de barriles de petróleo que se consumen hoy en el mundo se iba a reducir la demanda a 25 o 30 millones en 2050. Últimamente he notado un cambio: no sólo no disminuye la demanda, sino que prevén que aumente. BP (firma inglesa) ha modificado su escenario: decían que la demanda iba a bajar de 100 millones de barriles actuales a 30 millones y recientemente ya lo modificó de 100 millones de barriles a 80 millones”.