Washington Entre granjeros y científicos en Estados Unidos no todos rechazan la decisión de México de desautorizar el uso del maíz genéticamente modificado para alimentación humana, así como el empleo de glifosato, el herbicida más utilizado en el cultivo del grano.
“Opinamos que México tiene todo el derecho de pedir lo que desea”, afirma Lynn Clarkson, ejecutivo en jefe de la empresa Clarkson Grain, con sede en Illinois. “Como proveedor, Estados Unidos debería darle a sus clientes lo que ellos quieren”, sostiene el granjero a La Jornada.
Agrega que Estados Unidos puede proveer a México todo el maíz blanco no transgénico que necesite, aunque para ampliar las exportaciones requiere un plazo de 18 meses de adelanto para hacer el pedido de semillas y cultivar ese maíz.
“Al cliente lo que quiere”
Clarkson Grain es una empresa pequeña en comparación con otras de esa clase en Estados Unidos, pero es pionera en su sector en la producción y venta de maíz y soya orgánicos y no genéticamente modificados.
El ejecutivo de Clarkson es experto en agricultura no genéticamente modificada y en el pasado ha sido parte de paneles de asesoría para la Secretaría de Agricultura y la Oficina de Comercio de Estados Unidos.
Asevera que “es absolutamente raro que una nación que dice ser capitalista esté negando al cliente lo que desea”. Agrega que “no soy misionero de los productos genéticamente modificados o no modificados. Soy misionero de darle al cliente lo que quiere”.
Sobre la afirmación de la estadunidense Asociación de Cultivadores de Maíz y otras organizaciones de que en ese país no es posible cultivar la cantidad de maíz no modificado que quiere México, responde que “no hay ni duda de que Estados Unidos sí podría proveer” esa demanda.
Agrega que quizás habría un pequeño aumento en el precio y tardaría un poco más, hasta dos años, para producir más semilla no modificada, pero si México lo quiere, se puede lograr.
“Escandalosa” presión de Washington
Bill Freese, asesor de políticas científicas en el Centro por la Seguridad Alimenticia, es más franco. “Es escandaloso que Estados Unidos esté intentando obligar a México a aceptar el maíz transgénico con residuo del glifosato”, comentó en entrevista con La Jornada.
“Pensamos que Estados Unidos debería dejar de hacer bullying a México para que importe este tipo de maíz. México es un país soberano que debe decidir qué importar o no.”
Freese cree que México le está haciendo un favor al mundo al elevar las preocupaciones sobre el maíz transgénico. “Está claro que el glifosato es un cancerígeno conocido”, expresa.
La Agencia Internacional por la Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de Salud (OMS) clasificó el glifosato como “probablemente cancerígeno para los humanos”, subraya.
La organización de Freese, el Centro de Seguridad Alimenticia, encabezó la demanda judicial que obligó a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) a retirar su declaración de que el glifosato es seguro para humanos y que no tiene impacto sobre los ecosistemas.
Pero Freese también advierte que México debería ser cauteloso al evaluar la evidencia científica sobre los peligros del glifosato y el maíz transgénico. Señala que mientras científicos en entidades como la OMS han concluido repetidamente que el glifosato en particular es peligroso para la salud, a menudo grupos de interés económico logran presionar con éxito a las agencias reguladoras, que supuestamente deben vigilar las buenas condiciones sanitarias.
En su demanda contra la EPA, la organización de Freese descubrió memorandos que sugerían que los empleados de la agencia federal trabajaban junto con Monsanto, la multinacional cuyo producto RoundUp usa glisofato (ahora esa empresa es parte de Bayer).