El desplome del Silicon Valley Bank (SVB) es parte de los nubarrones que anuncian tormentas. SVB era el banco más grande del mundo tecnológico y ocupaba en Estados Unidos (EU) el lugar 16 por el tamaño de su valor bursátil. La corrida bancaria que lo derrumbó fue fulminante. Las Big Tech han quedado huérfanas: SVB se describía a sí mismo como el banco “socio privilegiado de la economía de la innovación”. A principios de este mes, la revista Forbes le otorgó el título de “el mejor banco americano”. Es el banco más grande en quebrar desde 2008.
Los problemas del SVB comenzaron a inicios de la semana pasada. El miércoles 8 de marzo la crisis se extendió al mercado bursátil: el valor de las acciones de SVB se desplomó 60 por ciento, nada menos. SVB respondió anunciando que obtendría un préstamo de 15 mil millones de dólares. Fue el anuncio de una búsqueda desesperada de liquidez que confirmaría la gravedad de su situación. El jueves la crisis se extendió a otros bancos: First Republic Bank perdió 16.5 por ciento; Signature Bank cayó 12; Zions Bancorporation, 11.4 por ciento. Gigantes como Bank of America y Wells Fargo experimentaron caídas superiores a 6 por ciento. El viernes 10 el valor de las acciones de SVB cayó otro 70 por ciento: la ruina estaba consumada en sólo dos días. Unos 60 mil millones de dólares de capitalización bursátil se esfumaron en un día. Janet Yellen, secretaria del Tesoro, informó que estaba vigilando a varios bancos a la luz de lo sucedido. Larry Summers, antiguo secretario del Tesoro, indicó: mientras el Estado intervenga, no hay razón para preocuparse de que el SVB pueda perjudicar a otros segmentos del sistema financiero: pura miopía.
Cuenta la leyenda que el SVB fue fundado en 1982 durante una partida de póquer, entre un banquero de Wells Fargo, Bill Biggerstaff, y Robert Medearis, profesor de la Universidad de Stanford, que se habrían percatado de la necesidad de una institución destinada a financiar a las empresas del naciente boom tecnológico. La leyenda tiene visos de verdad. Los bancos y el entero sistema financiero internacional son un enorme casino en el que “la casa siempre gana” y los jugadores pierden sin cesar, pero también hay, ha habido, bancarrotas en la que “todos pierden”.
El colapso de SVB obedece principalmente a las fuertes alzas de las tasas de interés decididas por la Reserva Federal (RF). Cuando las tasas estaban cercanas a cero, bancos como SVB se atiborraron de bonos del Tesoro a largo plazo. Pero las fuertes escaladas de la RF a las tasas de interés, “para luchar contra la inflación”, derrumbaron el precio de esos bonos, como resulta normal en el mercado financiero, dejando ingentes pérdidas a las organizaciones compradoras. Pero no sólo: esa caída ha arrastrado el precio de las acciones de las empresas tecnológicas, dificultando su captación de fondos. Ed Moya, analista de mercados de Oanda Corporation, apuntó en entrevista: “Todo el mundo en Wall Street sabía que la campaña de subida de tipos de la Reserva Federal acabaría rompiendo algo, y ahora mismo eso se está llevando por delante a los bancos pequeños”; y Konrad Alt, cofundador de Klaros Group, señaló: “Los retos institucionales de SVB reflejan un problema sistémico más amplio y generalizado: el sector bancario está sentado sobre una tonelada de activos de bajo rendimiento que, gracias al último año de subidas de tipos, están ahora muy por debajo del agua, y hundiéndose”.
Una crisis financiera global quizá de gran alcance está en gestación; puede avanzar rápidamente o desplazarse algunos meses o (pocos) años hacia el futuro, pero no hay salida. Las tendencias vienen de muy lejos. El annus horribilis de 2008 nunca fue superado; la conmoción de los cimientos del sistema financiero internacional de ese año produjo un estatus de riesgos no superado en los años posteriores. El endeudamiento global crece sin freno y hoy más que triplica al PIB mundial, pero el sistema financiero lo ve muy bien así, sin solución de continuidad por los siglos de los siglos; los bancos están dedicados a inventar instrumentos financieros cada vez más retorcidos para arrancar valor de donde sea. La banca central de cualquier parte, en medio de la complejidad, sabe sólo una cancioncilla. La RF, el ente “regulador”, está en cueros: continuará “controlando” la inflación, o hundiendo a los bancos con sus altas tasas de interés, veremos. Los bancos creen que sus ganancias dependen de unas buenas ocurrencias para patear el bote hacia delante y ya. Las presiones inflacionarias siguen actuantes y todos esperan “a ver qué ocurre”; nadie puede producir certezas sobre nada.
Ese ingente problema se originó en la “liberación” del sector financiero, operada por EU en la década de 1970. El sector financiero debería estar al servicio de la producción de bienes y servicios; hoy está estúpidamente al revés. La economía debe resolver el problema de la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de todos, no el hambre infinita de ganancias de los banqueros.