Como en la burbuja inmobiliaria en 2006-2007 y el desplome bancario de 2008-2009, cuando las instituciones financieras cayeron como fichas de dominó, ahora ese mundillo estadunidense no sólo se tambalea, sino que, tarde que temprano, arrastrará a la comunidad de naciones, porque las presuntas autoridades sectoriales –allá, aquí y acullá– sólo fingen supervisar, regular y controlar los excesos de los voraces barones del dinero e intervienen cuando ya no hay mucho qué hacer, salvo para abrir las arcas públicas para “rescatar” a los privados.
Una vez más, en la economía de casino impuesta por Estados Unidos, el costo de este nuevo desplome bancario se factura a los contribuyentes y a los ahorradores, porque de cada crisis, de cada escándalo financiero, los únicos que salen impunes y fortalecidos son, precisamente, los barones. En puerta está otro Fobaproa, pero en inglés.
La Jornada lo reseñó así: “el anuncio de las autoridades financieras estadunidenses el domingo, asegurando que los depositantes de los quebrados Silicon Valley Bank (SVB) y de Signature Bank tendrán su dinero a salvo se hizo buscando calmar a los mercados financieros, pero aun así ayer siguió la incertidumbre en el sector con amplias caídas en las acciones de otros bancos, mientras los inversionistas se replantearon las perspectivas de las tasas de interés en Estados Unidos y se desencadenó la mayor avalancha de bonos desde al menos 2008”.
La primera ficha en caer, días atrás, fue el SVB; le siguió el Signature Bank, y ayer las acciones de First Republic Bank se desplomaron, porque “las noticias del domingo sobre un nuevo financiamiento no lograron apaciguar los temores de los inversionistas al contagio en el sector bancario”. Los títulos de esa institución 62 por ciento en una sola jornada y descontado. “El sábado anterior Reuters había reportado filas afuera de una sucursal del First en California, con clientes preocupados que querían retirar sus fondos”.
La información al corte revela que los precios de las acciones del Western Alliance Bancorp, PacWest Bancorp y Charles Schwab perdieron 47, 41 y 12 por ciento, en cada caso, mientras los de Comerica cayeron 45.7; las de KeyCorp, 34.6; las de Zions Bancorp, 31.6, y las de Fifth Third Bancorp, 25.9. Eso sí, el presidente Joe Biden se animó a decir que el sistema bancario de Estados Unidos es “sólido y seguro”, siempre, claro está, que el erario esté a su servicio. “Así funciona el capitalismo”.
Así es: los barones se hinchan de ganancias, especulan con dinero ajeno, hacen y deshacen, pero si hay problemas de inmediato pasan la factura a los ahorradores y al erario, pero sus cuantiosos haberes son intocables. Es otra de las mafias que nadie osa meter en cintura, que nadie está dispuesto a regular y controlar más allá de los discursos, no obstante que la sacudida financiera estadunidense pone a parir al mundo entero. Mientras, el voraz capital financiero una vez más sale del festín sin pagar la cuenta.
En la crisis financiera estadunidense de 2006-2009, que devino en desplome económico mundial, el entonces inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush, se dedicó a tapar las barbaridades del mundillo financiero y a disponer de recursos fiscales para tapar el hoyo. Ahora, la Reserva Federal estadunidense se dice presta para canalizar “fondos adicionales” para garantizar la capacidad de los bancos “y así satisfacer las necesidades de sus depositantes”. Eso sí, ya quebrados los primeros, se “compromete” a “revisar nuestra supervisión”.
Vale recordar que sucedió en septiembre de 2008: la economía de Estados Unidos, el “motor del mundo”, una vez más se encuentra en franca recesión (la segunda en tiempos de Bush junior), y para colmo se cocina una crisis financiera de pronóstico reservado, con repercusión internacional, que no termina de manifestarse (desde el crac de las hipotecarias “prestigiosas” Fannie Mae y Freddie Mac, hasta lo más reciente, que no lo último, la quiebra del Lehman Brothers, el cuarto banco de aquel país, con ramificaciones en buena parte del planeta, sin olvidar Merrill Lynch, las sacudidas del Citigroup, Bear Stearns, GPMorgan Chase y AIG, todos ellos entre los consentidos de Wall Street. Y todo se “resolvió” con fondos públicos (alrededor de dos billones de dólares).
¿Y los barones? Libres, impunes y gozando de cabal salud.
Las rebanadas del pastel:
Desesperado, y sin poder cenar en el Hunan, el delincuente Emilio Lozoya hace circo, maroma y teatro para que lo dejen en libertad, pero el país exige que permanezca preso.
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