Cuernavaca, Mor., En su conferencia magistral Emiliano Zapata y la filosofía de la liberación nacional, el filósofo e historiador Enrique Dussel destacó la lucha y el liderazgo del Caudillo del Sur, quien siempre se puso del lado de los más pobres; incluso, comparó a éste con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Dussel ofreció una ponencia antes de recibir la presea General Emiliano Zapata de integrantes de la Fundación Zapata y los Herederos de la Revolución, y la Asociación de Filosofía y Liberación en el aniversario 112 de la irrupción de la Revolución Suriana de 1911. La conferencia magistral y la entrega de dicha presea se realizaron el sábado en el auditorio del Museo Casa Zapata, ubicado en Anenecuilco, Ayala, en Morelos.
Dussel destacó que, después de Miguel Hidalgo, quizá no haya otro como Emiliano Zapata, quien luchó por el ideal de servir al pueblo de manera coherente, ya que no se traicionó desde los seis años hasta los 40, cuando fue asesinado.
Después de que fue nombrado calpuleque (vocablo náhuatl que significa jefe de su comunidad) Zapata se convirtió en un gran líder, pero no uno que domina y exige obediencia, sino uno que sirve al pueblo, escuchando todos los días sus peticiones, obedeciendo y apoyando sobre todo a los más pobres, sin corromperse.
Servicio democrático
En esta parte de su ponencia, el filósofo comparó al Caudillo del Sur con AMLO: “En el actual presidente tenemos algo que se aproxima, justamente, porque también está luchando contra la corrupción de los gobiernos pasados (...) que responden a los intereses de los ricos y del imperio de turno, que es Estados Unidos. Miren ahora cómo para perseguir la droga proponen intervenir con un ejército en México, y el presidente defiende la soberanía ante todo; esa era la posición de Emiliano Zapata”, subrayó Dussel.
Tanto López Obrador, como Zapata, puntualizó, tienen un concepto muy claro del liderazgo como “servicio”, y como “servicio democrático”, porque ambos tienen el apoyo de la gente. “Emiliano tenía un soporte total de sus soldados y de los pobladores de Morelos”.
En una segunda reflexión, mencionó que en la política hay tres momentos: “uno, donde surge un nuevo orden, por ejemplo Estados Unidos, en 1775-77, y ha seguido hasta ahora, no ha tenido ninguna reformación, porque ha funcionado para ellos; México también tenía un orden, pero nunca lo logró, porque en realidad, si estudiamos, tuvimos la época colonial, nos liberamos de España, y luego caímos en manos de la influencia inglesa, y los franceses nos nombraron a Maximiliano, luego un dictador, y vino una revolución, y la revolución de allí se transformó en una burocracia, que terminó contradiciendo a Lázaro Cárdenas; de tal manera que no hemos tenido un orden bien constituido.
“Propongamos que todo orden político primero hay que organizarlo, pero los órdenes políticos se fetichizan; significa que empiezan a corromperse, por eso hay héroes que se levantan contra el orden, y dicen, por ejemplo: ‘¡Al diablo con las instituciones!’ ¿Cuáles? Las de dominación, las instituciones que hay que cambiar. Esa es la vida de Emiliano Zapata; a él le tocó luchar contra el orden y éste lo mató; murió en el segundo momento de la política”, recalcó.
El tercero es cuando el movimiento triunfa y se organiza un nuevo sistema. “Eso es lo difícil: organizar un nuevo orden. Estamos en una era de organización del nuevo sistema, la Cuarta Transformación; tendríamos que pensar en Emiliano Zapata, quien estuvo en el segundo momento trágico; le tocó oponerse al orden podrido, fetichizado, el que lo mató, porque se levantó contra él”, destacó el filósofo.
Coherente e incorruptible
El autor de Carta a los indignados subrayó que Emiliano Zapata Salazar, quien nació en Anenecuilco, Ayala, Morelos, el 8 de agosto de 1879, y fue asesinado el 10 de abril de 1919 por designio de Venustiano Carranza, fue muy coherente e incorruptible, porque tenía principios éticos, “de su familia, de su comunidad, de su tradición; no había estudiado estas cosas, las había vivido.
“Coherencia significa no contradecirse en el camino de la acción política”, por eso rechazó a Francisco Madero cuando le ofreció convertirse en hacendado, respondiéndole que él no se había levantado en armas por una hacienda, sino que luchaba para que se devolviera la tierra (que habían robado los hacendados) a todos los campesinos de Morelos.
El Atila del Sur “lo tenía claro: el trabajo es el modo. Como un ser humano crea el derecho de esa tierra, sin la cual muere, porque no tiene de dónde sacar alimento.
“La coherencia viene cuando hay principios”, y el más importante para Zapata fue la afirmación de la vida de la comunidad. Tenía claro que “la tierra era fundamental para la vida de los campesinos. La vida es el absoluto criterio de la ética. El pobre no puede vivir bien, vive miserablemente, come mal, no tiene agua, ni casa, no tiene educación, es el último y, justamente, ahí, en el fondo de la historia, se sitúa Emiliano, y se juega (la vida) por los últimos.
“La nueva élite que surgió de la Revolución Mexicana le fue incómoda, por eso mataron a Villa y a Emiliano, los grandes héroes de la Revolución; los asesinaron no los estadunidenses, sino nosotros mismos; es decir, nuestras elites cómplices del poder extranjero”, afirmó.
El comandante del Ejército Libertador del Sur, Emiliano Zapata, concluyó el historiador, “luchó por un ideal: servir al pueblo y permitirle ser libre; pero también ser honestamente tratado, devolviéndole su piel y la tierra; todavía estamos en esa lucha que, espero, podamos avanzar en el futuro”.