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Cultura

2023-03-12 07:06

Jesús Gardea, un autor "desolado que siempre estaba en busca de la esperanza"

Para Jesús Gardea, la literatura de su padre es un reflejo de su actitud ante la vida.
Para Jesús Gardea, la literatura de su padre es un reflejo de su actitud ante la vida. Foto María Ramos

Ciudad de México. El escritor Jesús Gardea (1939-2000) creó uno de los universos más desolados y profundos de la geografía literaria mexicana construido con un lenguaje de excepcional belleza. Con el paso del tiempo y una escritura cada vez más dislocada, cayó en la incomprensión y en lo que su hijo Iván denomina un “relativo olvido”, manifiesto en la escasez de su obra en librerías e, incluso, en el rechazo del mercado editorial a publicar sus narraciones, pese a ser considerado uno de los mejores prosistas de nuestra lengua.

Hoy, a 23 años de la muerte de este incisivo explorador del desierto del alma humana, su palabra regresa a las librerías al reunirse por vez primera la totalidad de sus relatos cortos en Cuentos completos, una coedición de Sexto Piso y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El libro cuenta con un prólogo del escritor Emiliano Monge y un prefacio del grabador Iván Gardea, quien conversa con La Jornada sobre los caminos transitados por la obra de su padre, un hombre “profundamente desesperanzado” en búsqueda de la esperanza.

Jesús Gardea nace en Delicias, Chihuahua, en 1939. Apenas seis años atrás, se había fundado el pequeño pueblo que le servirá para cimentar su mundo literario: Placeres, lugar de mucho sol, aire y viento, donde las soledades se devoran hasta los recuerdos, los vivos están muertos a la vez y sus habitantes, ya secos, viven “jalando a su corazón como a un carro viejo”. Un mundo que, de acuerdo con la escritora Margo Glantz, “sólo tiene otro anterior en la historia de nuestra literatura, el de Rulfo”.

Odontólogo de profesión, Gardea publicó su primer libro a los 40 años. Con Septiembre y los otros días, su segundo volumen de cuentos, obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia 1980. En ese tiempo, todavía extraía muelas en su consultorio de Ciudad Juárez, espacio donde escribió toda su obra integrada por 13 novelas, seis libros de cuentos y un poemario, además de dos novelas inéditas.

Para su hijo Iván, existen varios factores que contribuyeron a la “indiferencia” en torno a la producción literaria de su padre: la dificultad de su literatura, sobre todo, de la última etapa, en un momento en que “se hace mucha literatura light”; la entrada del mercado editorial español a nuestro país, el cual no se interesó por los textos del mexicano; el rechazo del propio Gardea hacia los mecanismos publicitarios de su obra. “No les gustaban las presentaciones de libros, ni se promovía, y cada vez más se fue encerrando en una especie de autoexilio interior”. En su generación, también “hubo una especie de silencio cómplice”. Todo esto habría que esclarecerlo desde una sociología del campo cultural mexicano: “sus mecanismos de olvido, sus mecanismos de ninguneo”. Aunque reconoce que la academia continúa con el estudio de sus textos “y hay gente que nunca ha dudado de su calidad”.

En tales circunstancias, tiene gran significado la edición de este nuevo libro del autor de El tornavoz, porque permitirá a nuevos lectores acceder al mundo gardeano por la vía de los cuentos, “tal vez, los relatos más accesibles de mi padre”. Ahí, señala el grabador, está condensado su cosmos, con su dimensión contemplativa, casi mística y su “reflexión profunda sobre la soledad, sobre el corazón humano”.

–¿De dónde viene esa mirada tan herida, tan desgarrada de Jesús Gardea?

–Creo que de su propia vida. Mi padre nació en el lugar equivocado, tal vez en el siglo equivocado. Fue un hombre que siempre vivió como si estuviera fuera de lugar. Se sentía incómodo frente a la realidad que lo rodeaba y buscó el consuelo en los libros, porque antes de ser escritor fue un gran lector.

“Qué sensibilidad tenía mi padre al sentir este mundo, el mundo moderno, el tiempo que le tocó vivir, como un enemigo del alma humana. Pero al mismo tiempo, amaba profundamente la vida, el sol, los cielos del norte, que son muy bellos, los árboles, la lectura, el arte. Amaba a la mujer, amó a sus hijos, a mí y a mi hermano. Fue un padre muy bondadoso, muy comunicativo, y no ese hombre hosco del que tiene idea el medio literario.”

Visionario

–Desde el inicio de su producción en los años 80, la obra de tu padre avizoró el recrudecimiento de problemas que aquejan al ser humano en esta lógica del capitalismo avanzado. No sólo la soledad, el silencio, el aislamiento, la desmemoria, la ausencia de comunicación entre los seres humanos y, desde luego, el mal. ¿Qué piensas al respecto?

–Mi papá escribió su obra en Ciudad Juárez, ciudad industrial que prefigura un poco lo que vivimos a escala mundial; es decir, una erosión de tradiciones, del sentido, por ese capitalismo que señalas. Aunque no aparece de manera evidente en su obra, él tenía una visión muy crítica; también respecto de la tecnología como instrumento de estos grandes poderes económicos y deshumanizadores.

“Pero hay una cosa muy importante: toda su obra está atravesada por el concepto de esperanza. Mi papá es un desolado que de todas maneras está buscando en última instancia la esperanza. Pero no es una esperanza fácil.”

–¿Esperanza, en qué sentido?

–Mi papá tenía una visión de que el mundo contemporáneo había destruido la esencia de la vida, la había secado, y que vivíamos en una serie de formas que estaban vacías de sentido; en consecuencia, teníamos que encontrar de nuevo la vida. La esperanza es la posibilidad. ¿De qué forma? No sabemos. Voy a decir una tautología: la esperanza es no perder la esperanza. La verdadera esperanza no se basa en datos positivos, sino en haber llegado a la desolación total.

Jesús Gardea, añade Iván, tenía una mirada muy aguda frente a los mínimos movimientos del mal humano, entre ellos, el odio, el desprecio, el poder, y también frente a la falsedad. Por tal motivo, considera, la escritura gardeana busca “la redención” a través del lenguaje. “Su literatura también es compleja porque existe toda esta desolación y, al mismo tiempo, hay una belleza en la prosa que siempre está levantándose sobre dicha desolación”.

–¿Qué costos tuvo para tu padre apostar por un lenguaje que progresivamente se fue dislocando hasta la pérdida del sentido?

–La literatura es un reflejo de lo que fue su actitud ante la vida, la cual le trajo consecuencias muy fuertes en términos de soledad y económicos, porque mi papá murió de manera muy modesta… Cuando parece una literatura que juega con el sinsentido, creo que trata de configurar otro sentido como reacción a la pérdida de sentido del lenguaje ordinario.

En la época del escritor, agrega, el mayor enemigo del lenguaje era la publicidad, la retórica mentirosa de la política y el poder. Por ello, la búsqueda de Gardea consistió en que “el lenguaje regresara al ser, a decir la esencia de las cosas, de la vida”.

–Tu padre dejó dos novelas inéditas, ¿cuándo podrían salir a la luz?

–De Bugambí, no sé, porque mi papá era extremadamente riguroso al revisar sus novelas… No estoy muy seguro de que salga. Y Casa de anfibia fue rechazada por varias editoriales. Ya muerto mi papá traté de meterla al Fondo de Cultura Económica, pero la rechazó y sólo aceptó Tropa de sombras.

Lo más importante es que Jesús Gardea se vuelva a leer con una mirada inédita y desprejuiciada. Es hora de que su obra ocupe el lugar que merece, expresa el artista plástico.

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