Conocida como Antioquía, Antakya –enclavada entre el mar Mediterráneo y la frontera turco-siria– fue azotada por el terremoto de magnitud 7.8 del 6 de febrero que mató a más de 50 mil personas en ambos países.
Las cúpulas de mezquitas e iglesias yacen hechas pedazos, situada sobre una de las fallas geológicas más activas del mundo, y que ha sabido levantarse como el ave fénix de catástrofes similares a lo largo de los siglos.
Si vuelve a hacerlo será en gran parte gracias a la perseverancia de habitantes como Serkan Sincan. Sentado en uno de los dos sillones tapizados que colocó en la acera, junto a una mesa de café, este hombre de 51 años encarna la resistencia ante la peor catástrofe natural de los tiempos modernos.
Cuando tembló a las 4:17 horas, consiguió sacar a su madre y a su padre de casa y luego ayudó a los vecinos a salir. “Al tercer día vine aquí y desplegué la gran bandera. Mientras caminaba, vi que la mezquita Ulu se había derrumbado, al igual que la iglesia protestante. Entonces vi mi edificio... seguía en pie, con sólo algunas grietas en sus paredes. Algunos platos se rompieron y los libros quedaron esparcidos por el suelo y me dije Allahu akbar (Dios es el más grande).”
Molesto porque las llamadas diarias a la oración emitidas desde los minaretes se silenciaron tras el terremoto, empezó a recorrer las calles y a cantarlas él mismo. La semana pasada, unos trabajadores locales instalaron una línea eléctrica de emergencia en su tienda para que pudiera compartir su música: desde ópera y baladas turcas hasta viejos temas de Pink Floyd.
“Es nuestra rutina. Antes, mis clientes sabían que ponía casetes y discos. Así funciona mi tienda”. Ahora, después de limpiar la calle y colocar sus sillones, sirve café y dulces a quienes se acercan, en su mayoría voluntarios, trabajadores municipales y organizadores benéficos que acudieron a Antakya tras el terremoto.
Ozge Eser, una profesora cuyo edificio se derrumbó tras el sismo, dijo que ver la tienda abierta la alegró mucho. “Vine un día antes del terremoto. Compré un libro de desarrollo infantil y otro jurídico para mi hermano que es abogado. Me alegró mucho ver que seguía. Me dio mucha esperanza”.
El retrato del fundador de Turquía, Mustafa Kemal Ataturk, cuelga de la pared frontal de la tienda, sobre la mesa de café. Él quería que la provincia de Hatay formara parte de Turquía tras la guerra de independencia posotomana de hace 100 años. Finalmente se anexó en 1939, un año después de la muerte de Ataturk.
Haciéndose eco de la promesa del presidente Recept Tayyip Erdogan de reconstruir toda la región afectada por el terremoto en un año, Sincan está seguro de que Antakya volverá pronto a ser lo que era. “Dentro de un año o año y medio, la antigua Antakya será mucho más bonita aún”.
Afp