“Sentimos mucha tristeza de ver cómo nuestras compañeras se están yendo sin recibir la justicia que siempre hemos exigido”, expresa Claudia Escobar Pacheco, una de las viudas de la tragedia de Pasta de Conchos, al referirse a su compañera de lucha Hilda Santos Múzquiz Rodríguez, quien falleció el miércoles de una enfermedad que padecía.
En 17 años, cinco mujeres han muerto y la mayoría no “tuvo la tranquilidad” de recibir los cuerpos de sus familiares tras la explosión de la mina ubicada en la zona carbonífera de Nueva Rosita, donde siguen sepultados los restos de 63 mineros.
Para Escobar Pacheco, viuda de Raúl Villasana, la esperanza se agota, pues se acerca el final del sexenio, por lo que reiteraron su petición de hablar personalmente con el presidente Andrés Manuel López Obrador para que intervenga y se cumpla la promesa de sacar los restos de sus familiares. “Es el único que nos puede entender y saber nuestro sentir”, asegura en entrevista.
Cuenta que Múzquiz Rodríguez, viuda de Ricardo Hernández, estuvo día y noche en las guardias que realizaban en el campamento instalado afuera de la mina de carbón, tras la tragedia. Además, dijo, salía a botear todas las tardes para “juntar dinero” y realizar el rescate independiente de los cuerpos en 2008, operación que obstaculizó Minera México cuando con golpeadores los desalojó por la fuerza.
Al paso de los años, ella “desgraciadamente enfermó” y ya no pudo seguir en la lucha, aunque –sostuvo– siempre estuvo al pendiente. “Nos decía: ‘no puedo estar ahí por mi enfermedad y porque tengo a mi hija enferma (quien falleció antes que su madre), pero sigan adelante’”.
Cada 19 de febrero iba al campamento instalado en la mina para recordar el accidente. Este último año ya no acudió. “Otra de sus hijas me comentó que su madre había estado grave”, refiere Escobar Pacheco.
Recuerda que entre sus compañeras que fallecieron están Lucía Reyna Oviedo, quien sí tuvo la oportunidad de recuperar el cuerpo de su familiar; su hijo, Felipe de Jesús Torres Reyna, que fue rescatado e identificado sin vida en las horas siguientes a la explosión.
También, menciona, han perdido la vida “Beatriz Cermeño, Norma Vitela y otra compañera de apellido Botello” que se han quedado en el camino.
Escobar Pacheco lamenta que las promesas de las autoridades sigan sin cumplirse y los trabajos de rescate estén retrasados. Quienes sobreviven, sostiene, comparten un sentimiento en común: “Terminar ya con esto (el rescate), poder seguir e irse a su casa y poder decir este ciclo de nuestra vida ya se cerró”.