Ciudad de México. A 45 años de uno de los más relevantes hallazgos arqueológicos, el del monumental monolito de la diosa lunar Coyolxauhqui, el reconocido arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, ofreció una conferencia magistral en torno al aspecto estético, mítico e histórico de dicha deidad, en el marco de la exposición Coyolxauhqui. El astro, la diosa, el hallazgo que se presenta en el Museo del Templo Mayor.
Transmitida a través de la cuenta de Facebook: Museo y Zona Arqueológica del Templo Mayor, con el título Anatomía de una diosa, el maestro Matos Moctezuma se refirió a los detalles artísticos escultóricos de la monumental pieza, a su pigmentación original, así como al significado de su mítica representación.
La Coyolxauhqui, dijo, “es una figura con la que se preserva la memoria histórica y la cohesión del pueblo mexica, al tiempo que representa al bando vencido de los dioses, para justificar su carácter bélico de conquista”.
Para analizar el aspecto estético y mítico de la Coyolxauhqui, comentó Matos, es fundamental comprender y considerar cómo estaba organizada la sociedad mexica, así como determinar el lugar que ocupaba dicha deidad en el Templo Mayor.
Explicó que tanto el dios solar y de la guerra, Huitzilopochtli, y el dios de la lluvia, Tlaloc, “representaban los dos principales aspectos económicos que sostenían a la sociedad mexica: por un lado, la producción agrícola, con Tlaloc, y por otro, la guerra, con Huitzilopochtli, que significaba la conquista de territorios y la imposición de tributos”, cuyos adoratorios se encontraban en la cima del Templo Mayor.
El mito nos relata, comentó Matos, que la diosa de la tierra, Coatlicue, estaba un día haciendo penitencia barriendo en el cerro de Coatepec, cuando vió venir por el aire un plumón blanco que tomó y guardó en su seno, quedando inmediatamente embarazada, sus hijos, encabezados por Coyolxauhqui, indignados por tan misterioso embarazo, son incitados por Coyolxauhqui, para ir al cerro de Coatepec y matar a la madre.
Coatlicue, atemorizada, de pronto escuchó que le habla, desde su vientre su hijo, que no es otro más que Huitzilopochtli, el dios de la guerra, quien la calma y le dice que no se preocupe.
Cuando los hijos, encabezados por Coyolxauhqui, llegan a la parte alta del cerro de Coatepec, es cuando Huitzilopochtli decide nacer, para defender a su madre, la diosa de la tierra. La cuestión es que el poderoso dios solar, nace armado, con la serpiente de fuego, que representan los rayos matutinos solares, para, de manera épica, arremeter, asediar y aniquilar a sus medios hermanos, hasta que captura a Coyolxauhqui, a quien decapita y arroja su cuerpo desde lo alto del cerro, hasta caer rodando al fondo desmembrada.
La carga simbólica es muy importante, continuó Matos, pues el destino de Huitzilopochtli es haber nacido para la guerra, “lo que justifica el carácter expansionista del pueblo mexica. ‘Nosotros somos el pueblo del sol y nuestro destino es ir a la guerra’”, como diría Alfonso Caso, citó Matos Moctezuma.
La Coyolxauhqui es así “una figura con la que se preserva la memoria histórica y mítica del pueblo mexica, al tiempo que representa al bando vencido de los dioses, para precisamente justificar su carácter bélico e imposición de tributos”.
Históricamente, continuó Matos, “cada año, cuando se le rendía devoción a Huitzilopochtli, se escenificaba, por decirlo de alguna manera, aquel combate, conmemoración que culminaba subiendo al Templo Mayor a los prisioneros de las conquistas, para ser sacrificados, lo que implicaba la extracción de sus corazones.
"Los sacerdotes arrojaban los cuerpos de los prisioneros que rodaban por las escalinatas del Templo Mayor (como lo hiciera Coyolxauhqui), hasta caer sobre el monolito esculpido de la diosa lunar. “Es así que el mito se reproducía y representaba en el Templo Mayor”.
Matos describió también algunos detalles de la monumental y redonda escultura, la cual cuenta con casi 3 metros y medio de diámetro, con un peso de 8 toneladas, que fue encontrada en febrero de 1978, en la base de las escaleras del Templo Mayor mientras trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza realizaban excavaciones para el cableado
Se refirió igual al trabajo y técnica que debieron realizar los desconocidos artistas que la labraron, “un proceso que no debió haber sido fácil”, así como a los pigmentos de la misma, a los tonos ocre, amarillo, rojo, blanco y negro, “la principal paleta pictórica de los mexicas”.
Estéticamente, concluyó, “la Coyolxauhqui es una escultura de un realismo y abstraccionismo impresionante, que representa al bando vencido de los dioses, pero que, como mito, sirvió también para cohesionar a la sociedad mexica”.