¿Puede una obra generada por una máquina ser considerada arte? Mientras esta pregunta tiene al mundo de la cultura enfrascado en innumerables debates, los programas y algoritmos de inteligencia artificial (IA) cada segundo crean miles de imágenes (pinturas, fotografías, arte digital) y música, entre otros tipos de piezas “artísticas” que incluso ya ocupan un lugar en los mercados.
Por un lado están los auténticos artistas que han sumado las nuevas tecnologías a su quehacer creativo, pero, ¿qué pasa con todas esas computadoras que desde hace al menos siete años están “aprendiendo a pintar”? ¿Se puede decir que están volviéndose “creativas”?
En 2016 se inició esta nueva era de entidades virtuales dedicadas al arte cuando sorprendió el proyecto de investigación multidisciplinaria impulsado por Microsoft titulado El siguiente Rembrandt, en el que se estudiaron con diferentes métodos computacionales 168 mil 263 fragmentos de las 346 pinturas del pintor flamenco nacido en 1606, incluso el análisis de estudios de historia del arte realizados con anterioridad, así como contenidos de sus pinturas pixel por pixel, incluyendo pigmentos, estilos de trabajo, investigación de archivo, análisis de imágenes que fueron procesados por la ciencia de datos para cuantificar y estadísticamente entender su evolución como artista.
Aprendió y creó
Se combinó un algoritmo de reconocimiento facial con un software de aprendizaje profundo con el fin de que los desarrolladores consiguieran identificar y clasificar los patrones más comunes de la obra de Rembrandt, desde su composición hasta las proporciones de los rasgos faciales. El resultado fue que la IA aprendió a pintar exactamente como ese artista y luego se le pidió hacer un lienzo “representativo”. Se propuso el retrato de un hombre (puesto que Rembrandt pintó 51 por ciento de retratos masculinos frente a 49 por ciento de femeninos), caucásico y de entre 30 y 40 años.
Los estudios indicaron que para conseguir mayor fidelidad al estilo del artista, el caballero debería tener algún tipo de vello facial, vestir ropa oscura con cuello blanco y sombrero, y posar con la cara girada hacia la derecha.
Un software específico analizó el uso de la luz, cómo crear el efecto relieve, así como el empleo del claroscuro y el esfumado. Otro estudió la estructura, proporciones y disposición de los tres rasgos faciales más importantes de un rostro humano; la IA fue capaz de determinar la relación proporcional entre ellos, la distancia que los separaría en función de determinados porcentajes y su situación en el marco de la cara.
Luego de minuciosos datos “topográficos”, se procedió a una impresión en 3D en alta calidad, a una resolución de más de 149 millones de pixeles y en varias capas para emular el aspecto de una pintura al óleo.
El 5 de abril de 2016, El siguiente Rembrandt se presentó en una exhibición en Ámsterdam, en el lugar donde el pintor vivió y trabajó. Sorprendió a propios y extraños, porque a simple vista era prácticamente imposible calificar la obra como “un falso” o quizás una cuestión más inquietante abrumó a los presentes: este sublime y extraordinario retrato, ¿no lo pintó un ser humano?
Tinta, lienzo e ingeniería
Dos años más tarde, se dio a conocer el primer cuadro creado casi sin guía humana por una IA: Retrato de Edmond de Belamy, el cual fue subastado y vendido en 432 mil 500 dólares en Christie’s de Nueva York. Con tinta y sobre un lienzo, un programa diseñado por un ingeniero, un empresario y un artista (todos menores de 30 años, integrantes del colectivo francés Obvious) imprimió la pintura, que se firmó con una ecuación matemática.
Se basaron en el algoritmo de nombre GAN (generative adversarial network), creado por el ingeniero especialista en redes neuronales artificiales y aprendizaje profundo Ian Goodfellow, a quien el colectivo agradeció en un comunicado.
Pero el retrato de Edmond no es el único que “pintó” la IA de Obvious. También generó todo el árbol genealógico de la ficticia familia Belamy (11 retratos más) a partir de la recopilación de datos de distintas obras y corrientes artísticas; el algoritmo se alimentó con unas 15 mil imágenes de retratos pintados entre los siglos XIV y XX. Después se le dio la simple instrucción: “Crea trabajos originales que puedan pasar como hechos por el hombre”.
Si bien algunos críticos calificaron el retrato de Edmond de Belamy como “una pintura infantil que conecta los puntos”, la cifra que alcanzó el cuadro en la subasta de arte entusiasmó a Obvious (https://obvious-art.com/), que después lanzó su proyecto 7.1, en el que su IA hizo una serie sobre las siete maravillas del mundo antiguo, la cual ameritó una exposición individual en la galería Danyzs de París, Francia.
En esa ocasión, se alimentaron varios algoritmos con textos antiguos para crear una nueva interpretación de esas obras maestras arquitectónicas. Por supuesto, todas las obras están a la venta y se pagan con la criptomoneda ETH (Ethereum). Por ejemplo, la imagen Estatua de Zeus en Olimpia 1.2, creada por algoritmos de texto a imagen tiene un costo de 5 ETH, unos 138 mil 196.71 pesos.
Obvious continúa trabajando en varios proyectos “para revelar el potencial creativo de los algoritmos” de su IA, entre ellos la creación de esculturas en vidrio y la de todo un mercado de arte virtual.