“Todas valemos más que el oro”, sentenció la ex clavadista olímpica Azul Almazán, para cerrar su intervención en el Foro Muje-res Transformando el Deporte, ayer en la Confederación Deportiva Mexicana.
Lejos de revictimizarse, la atleta a la que se le fue la medalla en el último clavado de Sídney 2000, compartió con decenas de atletas y dirigentes su testimonio del acoso al que fue sometida por su entrenador cuando era una adolescente, lo que ha marcado su vida y ha enfrentado con resiliencia.
Luego de migrar a Estados Unidos, orillada por la situación de abusos y la incredulidad del propio medio deportivo y familiar, Azul se retiró, terminó tres carreras, una de ellas diseño gráfico industrial que desarrolló en Bulgaria, además de convertirse también en preparadora en la Escuela Nacional de Danza Clásica del Inbal y en jueza internacional de clavados.
La caída
Regresó a México hace unos años principalmente para enfrentar ese fantasma, lo que de alguna manera hizo compartiendo su experien-cia para la realización de la película La caída, protagonizada por Kar-la Souza, basada en hechos reales, a los que se hace alusión en el filme sin mencionar los nombres de ninguna clavadista ni del entrenador Francisco Rueda.
“Vengo de una familia de deportistas, mi mamá velocista y mi papá practicante de todo tipo de disciplinas callejeras. El deporte era parte de mi vida, de mi crecimiento”, asentó Almazán.
Relató que a los seis años de edad empezó a entrenar y competir como gimnasta, y “todo iba muy bien”, hasta que a los 11, tras sufrir una caída desde las barras y una consecuente fractura de brazo, llegó a los clavados, incluso sin saber nadar, pero con la ilusión de competir por la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos.
Fue en la Alberca Olímpica Francisco Márquez, donde la inició en la disciplina Norma Baraldi, quien la turnó después al Centro Deportivo Olímpico Mexicano, donde dirigía a la base de la selección nacional Jorge Rueda, formador de grandes clavadistas y entrenadores, como su hermano Francisco.
“Mi objetivo era ser olímpica. No tenía ninguna duda. Me fui a vivir al Comité Olímpico a los 14 años. Fue la decisión más difícil para mí y mi familia”, dijo Almazán, replicando la experiencia similar que momentos antes había expuesto en el foro la triple medallista olímpica María del Rosario Espinosa, quien migró muy joven de su pueblo en Sinaloa para enrolarse en el alto rendimiento en el CDOM.
Cambio de vida
“Era cambiar toda mi vida, ya no vería a mi familia, a mis amigos. Ya iba a estar sola en una villa olímpica sin conocer a nadie, a entrenar 10 horas diarias. Y lo que platicaba María, a veces lloraba tanto, del dolor físico, de la monotonía de practicar. Levantarte a las 5 de la mañana, desayunar en la villa, ir a la escuela en el microbús, salir antes de la escuela para poder llegar al entrenamiento de las 12 del día, a las 4 de la tarde cerraban el comedor, entonces comer a toda velocidad, hacer tarea porque a las cinco empezaba el segundo ensayo y finalizaba a las 10 de la noche, y a hacer tarea y estudiar para exámenes. A veces no alcanzaba a cenar ni salir, porque vivíamos con toque de queda.
“Era una vida muy difícil, el dolor físico, la monotonía, el hartazgo, era tremendo. Pero lo más complicado para mí fue que caí en manos de una persona que era un acosador. Entonces, además de toda la carga física y mental que requiere prepararse para unos Olímpicos, uno debía cargar con cosas lejos del entendimiento, más de lo que mi cuerpo y mi mente podían soportar.”
Contó que frente a ese “infierno” y no poder denunciarlo, recibió una oferta de la entrenadora estadunidense Jane Figueredo para continuar su preparación en Houston. Después realizó estudios de ingeniería educativa y diseño gráfico, y ahora, a sus 41 años, afirma que al paso del tiempo ha empezado a entender todo lo que había vivido.
Azul Almazán expuso que ni hace 22 años ni en la actualidad es posible denunciar los abusos sin pruebas ni testigos, por lo que es indispensable que en el depor-te mexicano se replique el mode-lo estadunidense Safesport, un código de conducta para proteger la seguridad de los menores de edad, que debe ser estableci-do y sancionado por un organis-mo autónomo.
El primer paso al respecto se dio ayer en el mismo foro, con la firma de un convenio en la Codeme, encaminado a comprometer a las federaciones y asociaciones civiles, a desempeñarse en todas sus áreas bajo ese código.