La escultora chiapaneca Martha Alejandro (Rayón, 1988) encontró en el barro la manera de expresar su raíz zoque a falta de no hablar su lengua. Este material moldeable la hace sentir parte de su cultura, le da identidad, le sirve para transmitir las historias que de pequeña le contaban su abuela y su madre, y que no se pierdan.
Codirectora/coordinadora de la Galería MUY, en San Cristóbal de las Casas, Alejandro relata que su abuelo “cortó con nuestra lengua porque decía que por hablar en zoque, y no en español, nos iban a discriminar en la escuela. Ninguno de sus nietos habla zoque, aunque mis padres sí”.
Alejandro se graduó en gestión y desarrollo turístico en la Universidad Tecnológica de la Selva en Rayón. En 2016 llegó a San Cristóbal de las Casas y colaboró con la Galería MUY, cuyo director emérito es el antropólogo John Burstein. “Andaba un poco perdida porque al no hablar mi lengua no me sentía parte de mi cultura zoque”. Aunque “mediante conversaciones con los compañeros de la galería me di cuenta de que hay muchas narrativas que nuestros padres nos contaban. No obstante, por el deseo de estudiar, de salir, pues las hemos perdido”.
En ese entonces la Galería MUY abrió un taller de barro. Una de las artistas más constantes en el taller fue Maruch Méndez, luego se sumó P. T’ul Gómez. Al practicar el barro, Alejandro se cuestionó acerca de la posibilidad de representar las historias de sus padres en la medida que no las podía escribir. La cerámica resultó ideal.
Reflexión sobre los objetos olvidados
Luego, en 2021, Burstein le planteó la necesidad de abrir un espacio en la galería que fuera propiamente de las mujeres, a la vez que la invitó a curar una exposición de mujeres. Alejandro habló con Maruch Méndez, Säsäknichim Martínez y Cecilia Gómez, y les planteó, por un lado, explorar las creencias o historias de los padres, y, por el otro, reflexionar acerca de los objetos en sus comunidades quedados en el olvido con la llegada de la tecnología y la información externa.
La escultura de Alejandro es figurativa. En Guardianes un bebé tiene una mazorca de maíz a cada lado. “Hace 12 años, cuando nació mi hija, mi abuela, que aún vivía, me dijo que a los bebés no se les podía dejar solos porque su alma todavía es débil. En caso de hacerlo, había que colocar una mazorca de maíz a cada lado a manera de protección”.
Abundancia consta de una pequeña mesa con un tol (recipiente para tortillas): “De niña hacía las tortillas con mi madre, quien decía que al guardarlas en el tol, no había que mirar adentro porque así no iban a rendir”.
El nido, la escultura de mayores dimensiones, es una reflexión pero también una protesta. Tiene que ver con el desarrollo físico de las niñas: “Cuando las mamás veían que a las niñas de unos ocho años les empezaban a crecer sus pezoncitos, buscaban nidos de gorrión para ponerles en los senos como secreto para que no crecieran grandes. En nuestra infancia era mal visto que la adolescente tuviera senos grandes, ya que se tenía el prejuicio de haber estado con un hombre.
“Reflexioné mucho sobre cómo, por el hecho de ser mujer y tener un cuerpo muy desarrollado, las personas te tienen que juzgar, sobre todo los senos, que son un desarrollo que no podemos determinar. Al final, como mujeres tenemos que aguantar esas miradas y críticas.”
La pieza tiene la base de un tallo de árbol, las rayas representan los diferentes retos que cada mujer tiene en su vida. La escultura tiene dos senos: uno pequeño y el otro grande, también tiene tres ramas que representan la fuerza de la mejor, que vive en sus diferentes roles como hija, madre, esposa y profesionista.
Alejandro aún no ha podido mostrar sus obras en su pueblo natal. Desea llevarlas a las comunidades, empezando por San Juan Chamula. “Cuando de repente viene algún familiar a una cita médica, he aprovechado para llevarlos a la galería para ver las piezas. Les da alegría que haga escultura y me animan a hacer más. Luego visito a mi mamá, dialogo con ella, le digo que la plática me va a servir para hacer mis piezas de barro y veo que a ella le gusta la idea”.