Resanar una pared, arreglar alguna fuga de agua, impermeabilizar, montar un mueble y realizar reparaciones eléctricas son los oficios con los que Luz se gana la vida. Ella es parte del colectivo Las Chalanais, dedicado a reparaciones domésticas: “Hacemos plomería, electricidad, un poco de albañilería y diseño de interiores”.
En charla con La Jornada, la joven emprendedora cuenta que su interés por estas labores despertó cuando estudiaba diseño industrial. “Llevé taller de carpintería, de plásticos y de metales, y ahí fue donde me di cuenta de que me gustaba mucho el trabajo manual”.
Que se crea que las mujeres no tienen cabida en estos oficios nunca ha sido un conflicto para ella. “El trabajo no es tan complicado como parece, una vez que le pierdes el miedo a usar las herramientas y empiezas a poner atención en cómo funcionan las cosas, es fácil y prácticamente de lógica”.
No obstante, Luz, quien es una mujer menuda, pero con gran destreza manual, reconoce que hay cuestiones como las relacionadas con la fuerza física en las que es necesario solicitar apoyo.
“Hay ocasiones en las que tenemos que pedir ayuda, pero creo que es una cualidad muy machista sentir que tenemos que hacer todo nosotras solas; hay muchos hombres que son más fuertes que yo, pero eso no me ha detenido para hacer ningún trabajo.”
Admite que sus pares varones “pueden ser muy celosos con su conocimiento; es difícil a veces acceder a que te compartan lo que saben, no te dicen que no, pero tienen actitudes que muestran que dudan de tus habilidades o de lo que piensas y creen que no le vas a entender”.
Pese a estos retos, destaca que hay confianza en Las Chalanais. Sus principales clientes son las mujeres, porque ellas “prefieren meter a otra mujer a su casa dado que en ocasiones han tenido malas experiencias con plomeros o cerrajeros. Al final creo que sí brinda más seguridad tener a otra morra cerca”.